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Cultura

La hechicería entre los antiguos zapotecas

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En 1935, el tehuantepecano, Wilfrido C. Cruz, publicó su libro titulado, “El Tonalamatl Zapoteco”, una joya, ya clásica e imprescindible para el estudio de la civilización binniza’. De este libro, tomamos la parte que habla sobre: La hechicería entre los antiguos zapotecas.

La brujería puede provocar la salud o la muerte. Entre los antiguos zapotecos la brujería se confundía con la medicina.
El brujo o bruja se llamaba Binnibidxaa, binnirigu’ba’ o bixé’. El término Binnirigu’ba’ significa gente chupadora de sangre. La etimología de Binnibidxaa es binni, gente; bí, aire; dxaa, tibio. El brujo es la encarnación humana de un aire tibio.
El bidxaa zapoteco, mediante ciertas maquinaciones ejercitadas en su propio organismo y el rezo de oraciones demoniacas en las que recurre al auxilio del Binnidxaba’, se transforma en un animal, generalmente un perro, un mono o un cerdo que vagan por las noches en los poblados sin cometer más daño que el de meter entre los pies de la gente para derribarla o plantarse en un camino para interceptar el paso. Puede fijarse al brujo prendiendo su sombra con una aguja o con cualquier otro objeto punzante de metal, o bien restituirlo a su forma humana, azotándolo con un lienzo o mecate empapados de orina.
El bidxaa es enemigo de la luz de día; los rayos del sol aprisionan en lugares oscuros. En cambio, la luz de luna le es propicia. Los brujos zapotecas prefieren las noches claras y serenas para regresa sus chocarreras andanzas, dejando a su paso un lúgubre concierto de aullidos de los perros que saben distinguirlos de los animales vivos, inocentes y verdaderos.
El bixé, es un duende travieso, pariente del bidxaa, que tiene predilección de reírse a costa de la gente, reproduciendo durante la noche todos los ruedos habituales que ocurren en el día. Algunas veces el bixé toma forma femenina y atrae a los trasnochadores, seduciéndolos con su grácil apariencia, para llevarlos al despoblado a donde desaparece. Una de las particularidades de esta entidad diabólica es la de que mientras los que la siguen corre, tratando de alcanzarla, ella marcha tranquilamente: sigo inequívoco de que se cierne en el aire para avanzar, como aire que es, Algunas ocasiones el viajero que cruza la montaña ve a lo lejos una gran llamarada, como si el bosque se estuviera quemando; que viene por tierra un árbol corpulento y hasta oye el estrépito del árbol que cae. Se aproxima el lugar del fenómeno y ni el bosque arde, ni el árbol se ha caído. Es el bixé que ha hecho de las suyas.
Las brujas se transfiguran en bestias saltando tres veces sobre un apazle con agua. Para ello colocan la vasija sobre un petate, a la cabecera de las camas a donde duermen sus maridos. Por regla general son las más ancianas de la comunidad, las hechiceras.
En los manantiales, durante las noches obscuras los hechiceros zapotecas convertidos en bolas de lumbre, saltan y bailan. En Santa Lucía Ocotlán, estos seres diabólicos se llaman xquéera, y en el Istmo xquiiruguí. Hay una clase especial de brujos, más bien demonios, que en Valle se denominan gubase. Cuando los pastores se quedan dormidos, estas entidades llegan y les arrancan el sexo, dejándolas maltrechos y sangrantes. Las víctimas pueden recuperar sus órganos perdidos si al día siguiente de ocurrida su desgracia regresan al sitio de su mutilación se acuestan y esperan a la vuelta del duende. Entonces no tarda en lugar este y le devuelve a su víctima la porción se su cuerpo que le arrebató, curándolo. El gubase es duende femenino. Su objeto al cometer los desaguisados referidos, es el de hacer travesuras a otra gente con el miembro sexual que arranca de los caminantes o pastores que se quedan dormidos en la montaña.
La cola del coyote sujeta a los brujos y es porque en ella existe un pelo que pertenece al binnidxaba’. Por eso, cerca de donde yace un niño, los indígenas amarran una cola de ese animal. También, para sujetar a un brujo, los indígenas se cambian sus huaraches, el derecho en el pie izquierdo y viceversa. Sobre todo, la precaución elemental de aquel que ve acercarse un bidxaa es cerrar y apretar las piernas para impedir que el brujo se meta entre ellas.
Una de las manifestaciones más usuales de la hechicería entre los zapotecas nos la recuerda la expresión bisi, que significa agüero. El brujo zapoteca sabía descubrir en el vuelo y en el canto de las aves los secretos del prevenir. El sumo sacerdote de Mitla ingería un brebaje especial aderezado con yerbas excitantes para ponerse en trance y predecir el futuro; de aquí que se le designara también con el nombre de Pezalao, el que augura, el supremo agorero. Esta práctica, condenada por la Iglesia y considerada por los padres como demoniaca, hizo que después de la conquista, el concepto bazeendu’ significara demonio.
Lo cierto es, que la brujería entre los binnizá, era una práctica común de los sacerdotes para prevenir los males, curar enfermos y adivinas el futuro del ser y de la sociedad.

* Tomado del periódico: Enlace de Oaxaca. Juchitán de Zaragoza, Oax. 16 de noviembre 1999. No. 449. Año XII

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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