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Cultura

El retorno de San Vicente Gola a Juchitán

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Dura en exceso fue la campaña punitiva del General Félix Díaz, entonces gobernador del estado de Oaxaca, a finales de 1870 contra los juchitecos. Con mano dura sometió al pueblo e incendio más de 1000 jacales que fueron reducidos a cenizas, matando a tanta gente inocente a bayoneta calada. Para dar fin con su campaña, hizo bajar la imagen Sagrada de San Vicente y amarrándolo de la cola de su caballo, cruzó la población para retornar a Oaxaca. De ahí nadie supo de San Vicente.


Albino Jiménez y Pedro Gallegos y como intermediario el gobernador Miguel Castro pidieron más adelante a Juárez interviniera para regresar la imagen de su santo patrón Juárez se negó a tomar dinero del erario nacional para reponerlo y solicitud personalmente al “Chato” regresar la imagen de los juchitecos, quien contestó lo enviaría.
Hay quienes opinan que el chato lo devolvió, pero le cortaron las piernas para poder meter en el embalaje de madera que le hicieron para su retorno, pero el caso es que nunca en ese tiempo Retorno a Juchitán. Finalmente Félix Díaz fue capturado cuando trató de huir por Puerto Ángel en la embarcación “Adamay”, la cual no alcanzó y prosiguió su vida por la serranía de Pochutla, hasta caer en manos de benigno cartas en el cerro Los Pericos, el 22 de enero de 1872, precisamente en el natalicio de San Vicente.

Lo insultaron primero con palabras obscenas, luego le hicieron cargos de los prejuicios que sufrió Juchitán en la guerra del 70 que el ocasionó y pasando a los hechos, le dieron bofetadas, culatazos y bayonetazos. Así herido y desangrando, lo hicieron andar un corto tramo, sin proferir un gemido ni pedir compasión. El cadáver montado en un burro con los órganos sexuales sobre su cara, llegó a Pochutla, donde fue enterrado.
Pasaron los años y sólo San Vicente huiini pudo menguar el dolor de la feligresía por San Vicente Gola, El raptado, el desaparecido Entonces los años se empezaron a contar por décadas de aquella triste desaparición, hasta que pasados ya los 90 años de aquel suceso Cuándo fue encontrado fortuitamente en San Blas Atempa, posiblemente en casa de alguno de los descendientes un patriota sanblaseño. Del testimonio de Jerónimo Vázquez Márquez, El popular “Güero Meño”, quien tuvo la gloria de encontrarlo, nos lo da a conocer Germán López Sanmartín:

No tengo nombre de la persona que vivía en la casa de San Blas Atempa, Oaxaca, donde fuimos a rescatarlo de un cuarto oscuro, en el año de 1957. Nosotros trabajamos en la Comisión Nacional para la erradicación del paludismo y había una orden: todas las casas y sus cuartos se tenían que abrir para rociarse, para fumigarse. Entonces llegamos a una casita de adobe con barro, y de carrizo, allá puro carrizo se usaba para los techos y las cercas. Yo era jefe de brigada, tenía yo a mi cargo 5 rociadores. Vimos un cuartito abandonado y bien cerrado. Entonces le dije a la señora. “Señora vamos a tener que abrir este cuarto, era una viejita seguramente le calculaba yo como 90 y tantos años. “No, no se va a abrir, ese cuartito nadie lo ha tocado, no se va a abrir. “Se va a abrir”, le dije. “No porque mis abuelitos, los antepasados, dejaron esa orden de que no se abra ese cuarto”. “Pero se tiene que abrir”, le dije y fui a traer una partida de soldados, a que ellos ya tenían también la orden de que cualquier auxilio que necesitamos, ellos nos lo darían. Acudían también como testigos, para que no se perdiera nada. Había unos candados así de grandes, como tres candados que ni con aceite se abrían, los tuvimos que cortar con segueta. “Nosotros vamos a comprar otros candados”, le dije. Y se abrió. No lo va a creer. Había como 3 pulgadas, seguro, de polvo, y todo estaba lleno de telarañas. Mojamos toallas, mojamos camisas, para cubrirnos, Sacamos todas las cosas de ahí. Había una olla de esas que se ocupan para batir, para hacer pan, para hacer marquesote, había unas palas, así de grandes, antiguas. Había metates, había bateas. Cuando mi compañero me dijo, aquí hay un bulto, que será, parece un niño. Estaba en la mera esquina. Sobre ese bulto estaba todo el escombro. las ollas, las palas, como tapándolo. Entonces aquel hombre y yo, Heriberto López se llamaba, le decían ta Heri, Ya murió, era muy conocido. Y entonces lo sacamos, parece un santo me dijo, entonces salió corriendo, agarró una escoba de esas de Palma y ra ra ra estuvo limpiándolo, “parece San Vicente” y lo agarró. “Espérate, le dije a la señora, estaba llorando. “ Por favor no toquen ese Santo, no lo toquen”, dijo entonces. Lo agarró mi compañero, porque él era rociador y yo jefe de brigada y lo sacamos al corredor, lo lavamos con agua. Entonces vimos que tiene una mano y una pierna quemada, la señora dijo entonces, “yo tengo la orden de que nadie toque ese Santo. Le dije, “Mire señora no lo vamos a llevar, por favor dijo queremos que cuando regresemos, porque está rociada se hace cada seis meses, para entonces ya lo tenga usted en la mesa del santo, no escondido, nos lo va a prometer. Sí papacito, sí. Respondió entonces. Fue que nos dijo que sí era San Vicente, no sabía cuándo, su abuelito venía de Juchitán rumbo a San Blas, en el camino carretero de antes, entonces encontró en un alto unas ramas quemadas y ahí fue que la encontró, donde el “chato Díaz” lo quiso quemar .Pero no logró consumirse todo el cuerpo.

94 años más tarde, San Vicente retorno victorioso a Juchitán, había pasado tantos años escondido en San Blas atempa, hasta que sus descendientes entregaron a los juchitecos aquella Sagrada imagen. Gracias a doña Alicia colmenares, a Don Victoriano López y a la sociedad de la vela San Vicente, hicieron posible su retorno aquel 10 de octubre de 1964.

Para rubricar estos apuntes al vuelo, transcribimos los testimonios recogidos por el doctor Víctor Raúl Martínez Vázquez, en su interesante trabajo sobre el retorno de San Vicente Ferrer a Juchitán de las Flores.

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“Ese sábado la gente se arremolinó con sus flores de China que fueron esparcidas en el piso a lo largo del trayecto. Soledad colmenares Entonces era una jovencita, cuenta: el pueblo en general recibió el aviso por radio, se avisó que iba a llegar San Vicente San Vicente Gola, así le llamamos. Al regreso de San Vicente, fue una cosa grande. Yo recuerdo que cuando llegó San Vicente, traía una túnica blanca. Todo mundo le colgaba flores de guie chachi, todo mundo quería cargarlo. Venía sobre unas tablas, le traían velas y flores, la gente lloraba.

Había mucha gente, tanta que no podía avanzar, las calles estaban repletas de gente, venían caminando desde que salió del rancho, cerca de la desviación de la base aérea.
San Vicente El Teco, regresó victorioso a Juchitán a casi 100 años de ausencia, el 10 de octubre de 1964. Fecha que no se olvida para el pueblo juchiteco que le ha llorado tanto y nunca le perdió la fe.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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