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Cultura

Aquel 29 de Agosto de 1919. Fiesta grande de San juan Degollado

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Aún con el movimiento armado en los años de la Revolución Mexicana, la ciudad de Tehuantepec siguió realizando sus festividades anuales con sus fiestas titulares. Mayordomías, velas y tradicionales bodas.

Así, el barrio Guichivere celebraba como antaño las festividades en honor a San juan Degollado, con su afamada Vela 29 de agosto.
Y fue precisamente el día del dxi laani’, el día de fiesta principal del patrón del barrio, cuando sucedió aquella tragedia.
Aquel día, como eran las costumbres, de la enramada de carrizos verde colgaban enormes racimos de coco. En los horcones, follajes de sauces y plantas de plátano con banderas de papel china, y tiras multicolores en lo alto, luciendo un espacio maravilloso.
Los xuáanas, fueron en la antigüedad sacerdotes zapotecas que estaban en cada teocali para el servicio religioso, contando con otros servidores subalternos como el guzana, el go’pa bido’ y el go’pa yu’du’.

En la colonia asumieron el papel de representante principal del barrio, donde eran elegidos democráticamente en el último domingo de diciembre, cuyo mandato duraba un año, pasando posteriormente a formar parte del consejo o cuerpo de principales de su barrio.
Dentro de sus obligaciones era representar a su barrio ante las autoridades civiles, militares y religiosas. Cuidar de los bienes y servicios del templo.
Asimismo presidía en una mesa especial en las festividades tradicionales y religiosas, la recepción de las cuotas o cooperaciones de loa varones quienes cotizaban con los mayordomos, lo mismo que sus esposas las xheela’ xuáanas, en su respectiva mesa de mujeres.
Ser xuáana o principal del barrio, en aquellos tiempos, era merecedor de autoridad y respeto, que conllevaba una atención especial y distinguida en la sociedad.
Volviendo a aquellos trágicos acontecimientos del 29 de agosto de 1919, la fiesta se desarrollaba alegre, disfrutando de las grandes bandas de la época, con los valses, polcas, mazurcas y sones tradicionales.

La tarde comenzaba a caer en aquel ambiente bullanguero cuando inesperadamente arribó a la enramada un pelotón de soldados de la guarnición de Tehuantepec, jefaturado por un militar de apellido Caraveo, jefe de aquellas fuerzas carrancistas destacamentadas en la ciudad.
Al ver aquel cuadro multicolor, se maravillaron y despertó su codicia. No soportaron ver la atención y el respeto que el pueblo guardaba a los señores xuáanas quienes presidían la fiesta en su mesa principal con todos los caudales recibidos de las cuotas de cooperación de los invitados.
Con toda prepotencia propia de los militares, irrumpieron la enramada, y la gente desconcertada de lo que pasaba. La banda suspendió su interpretación musical. Ya frente a la mesa de los principales, les exigieron que la abandonaran, que ellos la iban a ocupar y que el dinero igualmente lo dejaran en la mesa.
Los principales exigieron respeto y les pidieron abandonaran la enramada o guardaran compostura y no abusaran de su fuerza. En respuesta fueron agredidos y levantados de sus lugares. El pueblo sintiéndose ofendido y humillados por aquellos atropellos a sus autoridades tradicionales se abalanzó sobre los militares. Y cuando fuera de la enramada, tomaron las varas de las carretas que en ese entonces abundaban por doquier por ser un barrio netamente campesino.
Las mujeres se replegaron para ayudar a sus hombres en lo que pudieran sin parar de animarlos a defenderse y llenando de insultos a los perturbadores de la fiesta:
¡Para’ gabia’ bire´tu dxu’ xiñi ni guxhana gabia’!, ¿dónde diablos salieron, soldados hijos de la chingada!

Cuando los soldados cortaron cartucho, y lejos de amedrentarlos incendiaron a los tehuanos, entonces comenzó la lucha campal, y al ver a la multitud, trataron de huir, entonces se tomaron las varas de carreta que lanzaron para detenerlos en su desesperada huida, matando a algunos soldados. Los que se salvaron, desorganizados llegaron a la guarnición.
Pasado el enfrentamiento, se organizaron y pidieron a sus mujeres que se encerraran en sus casa, mientras ellos tomaron las labores para esconderse pues no descartaban una campaña punitiva en el barrio.
Y como fue, no pasó mucho tiempo cuando las fuerzas militares arribaron a Guichivere, encontrando las calles vacías y silenciosas. Cientos de varas de carreta, piedras y soldados muertos estaban en el suelo.

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Humillado, Caraveo ordenó catear todas las viviendas de Guichivere y Vixhana y detener a todos los hombres jóvenes y adultos y llevarlos a su presencia.
Las casas fueron cateadas una a una, sin pedir permiso abrieron y derribaron puertas y ventadas.
Las bayonetas se clavaban entre los montones de mazorcas, totomoxtles y zacates para cerciorarse que no estaban allí. Revisaron los árboles, plantas y prendieron fuego a la mazorca y zacate que estaban en los patios.
¡Ma rayu guchia’ la’tú, xiñi ne bire’yánde gabia’!, “mal rayo los parta, advenedizos del infierno” decían las tehuanas al ver quemar sus productos del campo.
Las labores fueron revisadas palmo a palmo. Cuando pudieron capturar a algunos que encontraron, sin juicio alguno fueron conducidos al Lazareto de la Cruz Maravilla del barrio Guichivere, para ser fusilados.
Entonces el pueblo desesperado dio aviso al presidente municipal Gabino Cadena, quien era del barrio de San Jerónimo, pero avecindado en Guichivere, hombre valiente y de probada rectitud.

Apenas si tuvo tiempo Don Gabino de llegar en el preciso momento que iban a ser fusilados aquellos inocentes, en su mayoría adolescentes.
¡Alto! – Ordenó Cadena-. Soy el Presidente Municipal de Tehuantepec y exijo orden y respeto para mi pueblo.
El oficial de manera altanera lo confrontó, pero Cadena sin bajar guardia y de manera persuasiva, hizo que bajaran las armas. “Mire oficial, vea cuánta gente lo rodea. Las balas no van a hacer suficientes para acabar con todos. Usted ordena el fusilamiento y de acá no salen vivos ni uno de ustedes”.
El pueblo pedía a gritos acabar con aquellos soldados. “Lache’ para gabia’ dxu’ ique piru’, pa’ca’ zutetu rarí”. Lárguense a la chingada soldados pelones o acá los vamos a matar, les gritaban en zapoteco.
Cadena tuvo que controlarlos y por fin, entre gritos y mentadas, la gente los vio partir.
Hubo vítores, abrazos y algunos balazos al aire. El pueblo orgulloso de su autoridad, empezó a correr la leyenda de aquél 29 de agosto de 1919, y desde entonces, se ha dicho que como Gabino Cadena no hay par todavía.

El 29 de agosto
Como a las seis de la tarde
Zapatistas mariguanos
Quisieron someter
A los valientes tehuanos
A quien le debemos la vida
Al presidente Gabino
De apellido Cadena

*Tomado del libro: ¡Ay nana! ¿Qué pasó? Sucedió en el Istmo de Tehuantepec de Mario Mecott Francisco. Ed. 2018, pp 5 – 8

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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