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Cultura

La salvaja que cautivó a Chico Pino

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Un tal Chico Pino dice que salió una buena mañana de su casa, para ir de cacería hacía el sur de los gulucheño de Zanatepec, en un aguaje conocido como El Tábano. Su mujer Juliana, le dijo;

-También lleva bastante agua, Francisco, a lo mejor no regreses luego.
-Te voy a buscar el venado más grande, mujer, para tener carne seca y puedas vender algo también- dice que la animó.
Lejos estaba, dice, de lo que le podía sucederle y del alboroto que causaría en su pueblo San Mateo del Mar.
Muchas veces había escuchado historias de salvajes pero nunca había tenido la oportunidad de ver alguno.
-¿A dónde vas, Chico Pino bocabierta?- le preguntó un paisano al reconocerlo.
-Voy en busca de un venado que tengo visto en el monte.
-¡Pero si tú no matas ni un conejo!
-Sigue tu camino, teco cabrón, tú sólo eres bueno para robar bueyes de la gente- le respondió al hombre.
-Pues ten cuidado, Chico Pino, porque dicen que por esos lugares vive el salvaje.
Y Chico Pino siguió andando. Llegó entre aquella montaña un poco tardecito. Buscó un lugar para acomodarse, había un árbol de chicozapote, se trepo entre sus ramas para divisar mejor al animal. Estuvo allí por mucho tiempo y el venado esperado nada que bajara. Durmió un rato acomodado entre la ramazón. Al amanecer de día siguiente escuchó ruidos, preparó su escopeta, pero fue grande su sorpresa; eran voces de gente desconocida.
-¿Posh? –dijo uno.
-Posh – contestó la voz de mujer.
Se dio cuenta, dice Chico Pino, que era un hombre y una mujer nada menos que un par de salvajes. ¿Será posible que yo vea estos diablos?, dice que se preguntó, le dio medio que lo descubrieran. Buscó la manera para verlos mejor; fueron directo al agua para bañarse. Pero pronto el salvaje pronto el salvaje empezó a olfatear al aire.
-¿Posh posh? – alertó.
-¡Posh! – respondió la salvaja.
Miraron hacía todas partes muy ariscos, luego salieron corriendo, pero él los fue a seguir. “Le voy a dar en la madre a ese salvaje” dice que se propuso. Preparó su escopeta. En la punta del cañón, alrededor de la mira, amarro un pelo del sexo de la mujer, que siempre cargaba, por si la dudas, pues de alguna manera él sabía que este truco, sin esto su disparo sería en vano. Se escondió detrás de un tronco de huanacastle, sobre la misma vereda: apuntó y le disparó: le destrozó los pulmones y el corazón y el salvaje cayó bocabajo bien muerto. Llanto grande que hizo la mujerona al ver sin vida a su hombre.
-¡Tu fuiste, maldito Chico Pino- le reclamó, él se extrañó que lo conociera.
Y de prontó la salvaja se le puso a los pies llorando todavía.
-¡Ahora soy para ti, Chico Pino, tú serás mi dueño porque tú lo mataste!
Dice Chico Pino que él todavía lo pensaba, pero ella lo jalo:
-Ahora vamos a mi casa –le señaló.
Caminaron entre el amonte hasta llegar a un lugar, a una casa vieja de palma y ramas secas.
-Primero come esto- le puso la salvaja una rueda de estiércol seco de vaca-. Termina y luego comés esto otro- y señaló su sexo peludo.
-Bueno- dijo, hizo como que comía.
Resultó que a la hora del acto, dice Chico Pino, que los pelos de la salvaja los tuvo que peinar y luego los amarró a la cintura, porque así nomas no hubiera podido hacer nada, pues aquella mujer tenía todo lleno de pelo y muy largo.
No supo si pasaron meses o años, pero Chico Pino quedó flaco y cautivado por la salvaja y no regreso con Juliana. Pero una noche vio muchas luces: eran antorchas de la gente de Juliana que ya lo habían localizado, por más que la salvaja lo llevó en los hombros, lo pescaron al amanecer, lo recuperarón a él, todo trastornado y variable por el amor de la salvaja, en tanto que ella corrió y no le dieron alcance, huyó a la montaña.
Bien amarrado lo llevaron en San Mateo y lo perzogaron bajo un mezquite y allí estuvo mas de quince días. La gente lo llegaba a ver y se compadecía de él: como a un perro dice que lo trato Juliana, como un animal salvaje, dándoles cosas raras en las noches, hasta que otra vez la pudo reconocer; Juliana, quien lo había arrancado de los brazos de la salvaja.
Eso dice Chico Pino que le sucedió en amores con la salvaja.

(de una versión de Sebastián Toledo, de Ixhuatán).

*Tomado de la Revista “Guchachi reza”- Iguana Rajada/Cuarta época/Número 42/noviembre-diciembre 1993/Juchitán, Oaxaca.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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