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Demetrio Vallejo, bajo el sol de Espinal

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Desde la explanada, a un lado del parque bajo el ardiente sol de Espinal en que lo oíamos hablar, subido sobre una camioneta que servía de improvisada tribuna, parecía que de un momento a otro se quebraría o este se doblaría a la altura del estómago, que parecía hundirse cada vez que el orador enfatizaba sobre algún aspecto del discurso que en esos momentos estaba diciendo a sus paisanos y amigos presentes en el acto de apoyo al candidato de la alianza COCEI-PSUM. Era el domingo 30 de octubre. La primera vez en la historia del pueblo en el cual nació Vallejo en que, cansados los espinaleños de las imposiciones y engaños del PRI, lanzaban un candidato opositor al del partido del gobierno. Por esa razón se hallaba Demetrio Vallejo ante sus paisanos fortaleciéndolos el espíritu de lucha desde la fragilidad, casi quebradiza, de su cuerpo, lo que resultaba paradójico y difícil de creer. Pero así era. Apenas llegó a la casa de la señora Matilde Cabrera bajo los frondosos tamarindos se formaron ante él parientes, primos, sobrinos, amigos, etcétera, para oír las palabras pausadas y alentadoras y estrechar la mano del gran luchador ferrocarrilero, que iba recordando y reconociendo a quienes se hermanaban con él en la lucha por la democracia.

Para festejar al tío Demetrio que se reencontraba con su pueblo en las filas de la izquierda, los anfitriones prepararon una res en barbacoa, cuya lengua nos tocó, entre sorbos de horchata, gracias a la oportuna intervención del ilustre visitante: “Si el animal tiene lengua, a mí eso no me hace daño”. Dicho y hecho, no nos hizo daño porque después nos apartamos para realizar la entrevista.

– Señor Vallejo, en la entrevista, más que referirse a su experiencia política, me gustaría que usted hablara de sus orígenes, de sus recuerdos de Espinal durante su niñez.

– A pesar de que casi no tuve infancia en Espinal, porque mis padres me trasladaron casi después de haber nacido a la estación de Mogoñé, también del estado de Oaxaca, siempre veníamos a las fiestas de Espinal, especialmente la del 12 de octubre. Recuerdo que lo que me gustaba entonces eran las garnachas que hacían aquí. Vendían unas garnachas y unos ponches que creo que hacían con leche y quien sabe con qué más, le ponían mucha canela. Era una de las cosas que me gustaban mucho. Luego ir a ver la toreada en un corral redondo. No iban toreros profesionales, eran toreros de la región o gente que participaba, algunos hasta borrachos. Los embestía el toro, pero de suerte que no hubo ningún percance de gravedad. Después, cuando ya estaba grande, ya era joven, venía a bailar aquí. Hacían unos telones grandes y tocaban dos veces seguidas, pero una era – decían – para los que llevaban zapatos y otra para los que iban descalzos. Adornaban con espejos el telón, porque era una especie de telón. Realmente me impresionaban los trajes típicos, casi todas las mujeres iban vestidas con sus trajes de tehuanas, se le llamaba traje de tehuana ¿verdad?, el nombre genérico que se le da a ese vestido; pues me impresionaban, incluso mi mamá quiso que yo me casara aquí en espinal. Había una muchacha muy güera, hasta estaba un poco pecosa, pero no hablaba el castellano; entonces yo le decía a mi mamá: ¡Y qué voy a hacer con eso…!

– ¿Sus padres eran de acá?

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– Los dos fueron nativos de Espinal, parece que mi abuela era de por ahí por Cosoleacaque, por donde esta esa población…

– ¿Jaltipán?

– No, no. Es aquí en el Istmo, no es Cosoleacaque, pero es una cosa parecida, está cerca del ojo de agua.

– ¿Tlacotepec?

– Tlacotepec, eso, Tlacotepec. De ahí nos dijeron que era mi abuela. Mi abuela era la que se apellidaba Vallejo, porque mi abuelo se apellidaba Matus; pero como mi papá era hijo natural, mi abuela no quiso registrarlo con el apellido de su papá, de mi abuelo, sino que lo registró con el apellido Vallejo; por eso somos Vallejo, pero casi todos han salido. Se puede decir que en el Istmo es la única familia Vallejo. ¡Claro, independientemente de la familia Matus, de la familia Martínez, escobar y una serie de parientes que tenemos, pero cuando yo fui al Ojo de Agua entonces me interesé por conocer el origen de mi apellido y el origen de mi familia, de los abuelos! Fuimos al Registro Civil, pero no existe ningún dato. ¡Nada! Una vez, cuando yo estaba en Coatzacoalcos, llegó un agente viajero y ese agente viajero se apellidaba Vallejo. Cuando supo que había un Vallejo ahí se interesó y me fue a visitar. Me dijo: – Yo estoy interesado por la familia Vallejo me interesé porque quiero saber también de dónde proviene el apellido -. Entonces le dije que realmente yo tampoco sabía, pero éramos del Istmo; así que solo que alguien de por allá haya venido al Istmo y…haya dejado familia.

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– ¿En qué año nació?

– Fue el 7 de noviembre de 1910. Se puede decir que soy revolucionario de nacimiento. Los ferrocarrileros festejan mi onomástico o mi cumpleaños, porque es el día de los ferrocarrileros el 7 de noviembre; el 7 de noviembre es la revolución rusa o soviética. Así que yo soy revolucionario por nacimiento.

– Elena Poniatowska me encargo hace años unas golosinas de la región para usted, porque dice que le gustan mucho y gracias a eso se hizo valiente, no sé qué tan serio sea: los pimpos. Dice que come mucho pimpo.

– Sí, eso fue aquí en Espinal. Mi tía Chana nos daba pimpo. En las tardes tomábamos café con pimpo y a mí me gustaba, me encantaba el pimpo, eran unos pimpos muy sabrosos. No sé si ahora hagan más pimpo, yo creo que ya no, o tal vez ya no los hagan tan bien. Me gustaba mucho también la quesadilla en Ixtepec y realmente no es la quesadilla, es una quesadilla comercial ¿no? Entonces siempre me daba pimpo y luego lo comía yo, pero eso sí por pedacitos para que no se me acabara. Una vez lo deje en una especie de muro que había ahí. Lo dejé y vino el perro y se lo comió; desde entonces lo comí rápidamente, se me quito la maña de comer por pedacito. El pimpo era una de las cosas que me gustaban y el pinole, porque mi tía, la esposa de mi tío Julián Martínez – que ya murió también – cuando veníamos me daba y yo me llevaba una latota de pinole.

– Su padre fue campesino, ¿cómo fue viniendo de una familia campesina entró a ferrocarriles?

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– Bueno, el problema es éste. Mi papá sí era campesino aquí, aquí se dedicó al campo, pero cuando nos fuimos a Mogoñé no sólo se dedicó al campo. ¡No! Desde aquí ya se dedicaba a llevar ganado para ir a vender por la zona de Veracruz. Era arriero y después se quedó en Mogoñé y ahí se dedicó al campo y al mismo tiempo a una especie de comercio pequeño. No me acuerdo bien que era lo que vendíamos; maíz, frijol, creo. Mi padre tuvo esas, pudiéramos decir, profesiones; Arriero, campesino y comerciante. Allá en Mogoñé mi papá alquiló un terreno de como cien hectáreas y como no había quien lo cultivara, porque estábamos a cien kilómetros de allí, entonces a mí me llevaba al campo a sembrar y realmente no me gustó, porque había muchos moscos y luego nosotros usábamos pantalones cortos. (Ya de grande fue que me puse pantalones largos, que ni me quería poner, me veía feo; le decía a mi papá que me veía feo con pantalones largos, pero ya con cortos se me veían los vellos de las piernas.) entonces no me gustó el campo, y fue después de que murió mi papá …Yo fui muy miedoso de chico, miedoso de una manera terrible…

– ¿Le contaba historias de aparecidos, tal vez?

– Sí, eso era lo que pasaba, contaba un montón de historias mi papá, del diablo que se aparecía, que venía a caballo con un sombrerote y quien sabe que más, puras tonterías ¿no? Me supongo que eso fue lo que me impresionó tal vez. Realmente era bastante miedoso, en cambio mi hermano era todo lo contrario; le gustaba ir a pescar, ir al campo, hacía de todo; ir a emborracharse, jugar; yo era todo lo contrario, pero me gustaba mucho el estudio. Cuando empecé a aprender a leer no había escuelas, eran gentes así no más enseñaban lo que sabían. Cuando ya murió mi papá le dije a mi mamá que realmente el campo no me gustaba y que quería aprender a trabajar en el ferrocarril. En esos días llegó un paisano como jefe de estación – paisano porque era de Tehuantepec y mi mamá lo conocía -, entonces le habló para que yo fuera a aprender ahí en el ferrocarril. Se llamaba chicharos a los que van aprender y así fue como aprendí telégrafos. Aprendí la administración del ferrocarril y me gustó la profesión, pero tuve muchas dificultades para trabajar. No me querían aceptar, ni me querían aceptar en el sindicato, ni la empresa quería…

– ¿Por qué?

– Pues por una interpretación que le daban unos al estatuto y la empresa al contrato. La empresa decía que para ser ferrocarrilero había que ser miembro del sindicato y el sindicato decía que para ser miembro del sindicato había que ser ferrocarrilero. Yo les decía: ¡Váyanse mucho al…diablo!

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– Insistí, insistí mucho y les demostré que yo era ferrocarrilero, aunque no trabajará en el ferrocarril: ya sabía el telégrafo, sabía también administración, tenía un certificado como telegrafista. Les dije: Soy ferrocarrilero, pero no puedo trabajar porque el sindicato no autoriza…
Ya presentían tal vez lo que iba a pasar…
Yo creo que desde entonces ya se…Hubo un amigo mío en Matías Romero que me dijo: “Mira, mejor vamos a hacer para que tú vayas a una asamblea y ahí expones tu caso…” Sí, pero van a exigir que sea miembro del sindicato … – …para entrar a la asamblea.

– No, dijo, vamos a ver de qué se te deje entrar. Yo me llevo con el secretario local – entonces se llamaba secretario local, para que te dejen entrar. Pues así le hicimos y me dejaron entrar. Para qué me dejaron entrar porque entonces empecé a hablar y, bueno, los trabajadores entendieron. Dijeron: “Lo aprobamos que entre al sindicato”. Y así ya miembro del sindicato, el sindicato dio la carta recomendación para que pudiera yo trabajar. Mi primer trabajo oficial como trabajador, como telegrafista, lo hice en Ixtepec.

– ¿En qué año fue eso más o menos?

– Fue como en 1933, 32 o 33 algo así; pero antes ya trabajaba ayudando a los jefes de estación, haciendo casi el trabajo, pero oficialmente fue en esa época, en el 32 o 33. Y me tocó un caso difícil para mí, porque si trate de cumplir bien lo que era la administración, las responsabilidades y todo. El reglamento de los telegrafistas señalaba que si un conductor de tren se presentaba tomado, el telegrafista no debía de entregarle las órdenes del tren, incluso reportarlo, decirle que no podía y que llamaran a otro conductor. Y el primer día que me voy a trabajar llega el conductor borracho, entonces yo le dije; “pues…no puedo”. Él me dijo: “Déjame; si yo muchas veces he venido así, ahí me duermo y el garrotero atiende el tren”. “No – le dije, no puedo”. Entonces se fue y vino con el jefe de estación que me dijo: Déjelo, hay que darle la oportunidad, sino lo van a correr y lo van despedir del servicio”. Entonces yo le dije “pero qué tal si le pasa algo al tren, me van a echar la culpa a mí por haber dado las órdenes”. “No – me dice – vamos a traer al garrotero que va en el cabuz para que se responsabilice de que él va a manejar las órdenes del tren y, además, de aquí de Ixtepec a Tonalá – era un tren que iba a Tonalá – no hay mucho tráfico a esta hora – era en la madrugada, yo entré a trabajar a los cero minutos -. Bueno, pues yo pensaba que si yo no se lo daba lo iban a correr y si se lo daba, pudiera ser que hubiera un accidente, yo iba ser el responsable; pero ya con el jefe de estación le di las órdenes. En fin, salió el tren así que nomás estaba esperando por sí había algún problema; pero no, no hubo ningún percance. Así fue el primer día.

– ¿Cuánto tiempo estuvo en Ixtepec?

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– Nomás fue un día, nomás era que yo hiciera derechos.

– ¿Y de ahí adónde se fue?

– De ahí iba a Tres Valles, iba por el Veracruz al Istmo, por ahí iba a trabajar, como era extra …incluso fui a trabajar como jefe de estación, como era extra me mandaban pues me mandaban a las estaciones donde nade quería ir, porque no había gente, ni que comer, ni había nada. Una de esas veces fui a una estación – creo que fue en Tolosita, como se llama aquí en el ferrocarril del Istmo -, llego y me dice el jefe de estación; “Que bárbaro, hace como tres años que estoy pidiendo que me vengan a relevar, que me den las vacaciones, y nadie quiere venir.” Yo le dije; “Bueno y ¿por qué?” dijo: ¿Vez aquí? No hay nadie, ni gente hay, ni qué comer. Y si no vienes tal vez hasta mudo me iba a volver, porque no tengo ni con quién hablar…”

– ¡Híjoles, pues procure regresar pronto porque si no, eso me va a pasar a mí! Había estaciones así por el estilo. Y tampoco me gustó, entonces tuve la oportunidad de trabajar en el departamento de express, la oportunidad de tener un puesto ya de planta. Fue cuando me quede en Coatzacoalcos, ya como ferrocarrilero y con un trabajo de planta me dedique a mis convicciones, que había obtenido después de haber leído algunas obras. Pero realmente se puede decir que a mí me inclinó a la política revolucionaria una información se puede decir, un reportaje de Vicente Lombardo Toledano. Había ido a la Unión Soviética y me interesó lo que relataba de los cambios que había habido después de la revolución. Entonces empecé a escribir a México pidiendo información, es decir, catálogos de libros. Venían unos libros que decían…- me acuerdo mucho porque nunca entendí nada con las nociones que tenía, con los estudios de tercer año que fue lo único a que llegué -, era El impuesto de especies de Lenin, ¡Híjoles Empiezo a leer y decía; “Esto es el socialismo? ¡Yo no le entiendo nada! Y lo dejé, no le entendía; pero ya cuando ingresé al PC – después ingresé al PC -, nada más que el PC entonces actuaba muy clandestinamente.

– ¿En qué región estaba cuando ingresó al PC?

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– Estaba en Jesús Carranza que en ese entonces se llamaba Santa Lucrecia. Ahí había un campesino que era miembro del PC y si – tenía algunas nociones; pero él nunca me dijo me dijo, porque yo tenía interés en ayudarlo. Entonces yo le dije:

– Vamos a ver qué podemos hacer en favor de los campesinos. Dijo: – Lo único que podemos hacer es una escuela, porque los campesinos son analfabetas, para que aprendan. Bueno – le contesté -, pues lo que se pudo enseñarles, porque enseñarle más ya no sé. Entonces los campesinos hicieron una enramada y sí, en las noches iba él, iba yo y les dábamos las clases a los campesinos. Él hablaba algo del socialismo, pero nunca me dijo “¿quieres ingresar al PC?” nunca me dijo. Ya casi cuando me iba a salir de allí, me iba otra vez a Coatzacoalcos, que se llamaba Puerto México, me dice: – Viene una compañera de México, es del Partido Comunista y quisiera que participaras, vamos a tener una reunión. Bueno – le dije -, no tengo ningún inconveniente y ¿en dónde va ser?

– A las ocho de la noche en la casa de un compañero, pero no hay que decirle nada a nadie porque es muy peligroso. Y le dije: – ¿Por qué? – ¡Ah, por el cacique! (Había un cacique que era un asesino. Iban a matar a ese compañero y a mí también, pero como me fui ya no me hicieron nada.) entonces llegó la compañera Consuelo Uranga, una compañera del Comité Central del PC. Llegó, nos fuimos la casa, había un candil, casi en la oscuridad y yo pues… quería verla, casi ni se veía, quería verla, si era bonita, si era fea.

– ¿Ya se había casado?

– No, todavía era soltero.

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– ¿Por eso la quería ver?

– No tanto por eso, quería ver si realmente…Además nomás iba de paso, iba a …entonces había una huelga en Agua Dulce, una huelga de petroleros y a ella la comisionaron para ver esa huelga. Nos informó cómo estaban, qué pedían los petroleros. Ya después me di cuenta que pedían cosas irrealizables. Ese era otro de los errores de los planteamientos que hacía el PC, pedían los petroleros hasta campos de golf…

– Vivir como los jefes…

– …como los gringos, porque estaban los gringos todavía; pero entonces me pareció buena la idea, y me dije: – Sí, es una cosa que debe de concederse a los trabajadores. Fue cuando me propusieron que ingresara al PC. Y como lo que andaba buscando era una organización política, dije que no tenía ni un inconveniente. Y así fue principió mi vida política y sindical.

– Y cuando se inició la lucha ferrocarrilera de 1959. ¿todavía pertenecía al partido?
No, en el 58 a mí me expulsaron del PC, aunque nunca supe por qué; pero me supongo que fue por esto: Es que habían expulsado a Valentín Campa, a Carlos Sánchez Cárdenas, a Alberto Romero, a varios miembros del Comité Central del PC. Yo los defendía, porque entonces era el dirigente del Comité Regional en Coatzacoalcos del PC, y cuando iba a los plenos donde se discutía la expulsión, yo los defendía. Decía que no había ni una razón para que los expulsaran, tal vez por eso me expulsaron. Ellos formaron el Partido Obrero Campesino Mexicano querían que yo ingresara. Yo ya no quería ingresar. Tal vez por eso me expulsaron, pero nunca supe, nuca me notificaron del porqué me habían expulsado. Nada más que ahora voy a tratar del porqué me expulsaron esa vez.

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– Regresando al reportaje de Lombardo Toledano, ¿cómo ve la situación de las minorías étnicas en México en relación con la experiencia de la URSS?

– Bueno, creo que entonces no mencionó Lombardo el problema de las nacionalidades. Más bien hizo una exposición de los cambios que existían en la época; pero no habló del caso las nacionalidades, porque se puede decir que eso se puso en práctica cuando Stalin. Stalin fue el que planteó en varias ocasiones el problema de las nacionalidades.

– Pero en la situación actual, ¿qué opina sobre el asunto de las minorías étnicas?

– Yo considero eso debe de solucionarse de acuerdo a los procedimientos y a los métodos que se han utilizado en la Unión Soviética. En muchos lugares, en muchas regiones, se utilizan las dos lenguas, la nativa y la rusa, la nacional…

– La lengua oficial.

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– Eso es, la lengua oficial. A mí me parece que eso podría hacerse también en las comunidades indígenas de nuestro país, en donde fuera posible establecer un alfabeto enseñar en su propia lengua; pero si no, entonces habría que enseñarles en las dos lenguas. A mí me parece que esa es la solución en lo que respecta a la cuestión de la enseñanza, de la escuela, de la cultura.

– Usted dice que cuando era joven la mayoría de la gente en Espinal hablaba zapoteco, ¿se le podría entonces una comunidad indígena?

– Y podría decirse que en esa época en Espinal había esa comunidad y no había muchas fricciones. Había un casi entendimiento entre las personas que vivían, no parecía que hubiera choques…, a mí me parece que eso sucedía. Ahora, claro, el propio desarrollo he venido dando lugar incluso a lo que está sucediendo desde el punto de vista político. No se había presentado una situación de éstas antes, por lo que se imponía o se aceptaba a quien o quienes había de regir y administrar el ayuntamiento y la gente estaba más conforme. Pero ya con el propio desarrollo se ha dado cuenta que eso no puede ser, que es el pueblo el que debe de desinar a sus autoridades, aunque malas o buenas; ya que el pueblo sabrá si no son buenas para que los echen. A mí me parece que eso es lo que sucedió o ésta sucediendo actualmente, después de una serie de situaciones o experiencias que ha tenido reacción en la gente. Eso pasó en el movimiento ferrocarrilero: habían pasado diez años que nosotros llamamos de “charrísimo sindical”, de dirigentes que se entregan al gobierno, a los patrones y que no defienden los interese de los trabajadores. Los trabajadores estaban descontentos, pero también estaban temerosos, tenían temor de revelarse, de exigir sus derechos, también porque no había quien encabezara esa lucha, ese trabajo. Y fue cuando de una manera, se puede decir espontanea, surgió un planteamiento de un aumento general de salario. Yo estaba en Coatzacoalcos, pero nos comunicamos con las otras delegaciones y con la Sección planteando el problema y fue cuando vimos que los trabajadores estaban dispuestos a luchar, pero no había quien los encabezara. Entonces dijimos: – Aquí no hay más que exponerse, aunque pierda uno el empleo, pero hay que encabezar. Se formó un grupo de compañeros, se tomaron los acuerdos y se empezó. Y la gente reaccionó. Eso demostró que cuando en el medio donde se actúa hay una presión, una intimidación – no se les concede lo que en derecho les corresponde – el pueblo reacciona, los trabajadores también. Eso mismo está sucediendo aquí. Después de que se han planteado los problemas, les han engañado varias veces y quieren engañarles más. Entonces, ¿qué sucede? que se revelan y buscan cambiar esa situación.

– ¿Usted viene por su interés como espinaleño o por el interés del partido?

– Siempre he tenido interés en Espinal. Recuerdo cuando llegué a la secretaria general fueron dos personas de aquí – como habían tantos problemas ni siquiera tomé los nombres de ellos – a pedir una ayuda económica porque iban hacer no sé qué. Se les dio dos mil pesos – en aquel tiempo dos mil pesos son como diez mil pesos de ahora. Les entregamos dos mil pesos y les dije: – No les podemos dar más porque no sabemos que es lo que tenemos ahorita, acabamos de entrar y hay un montón de problemas. No sé quiénes serían, pero fueron dos de Espinal. Se puede decir que a pesar de que yo no viví en Espinal, vine a Espinal; pero como mis padres eran espinaleños, mis hermanos hablaban el zapoteco, menos yo. Fue porque no quisieron que yo hablara el zapoteco, que realmente me gustaba. Por eso siempre he tenido un sentimiento que me supongo es por la raza, por las del zapoteca. Esa es una (razón), pero lo fundamental es que yo tengo unos principios, tengo una convicción de que para algo servimos aquí en el mundo. Yo no pienso que tengamos un destino manifiesto de lo que vamos hacer, de que estemos predestinados hacer algo Y aquí me acuerdo siempre de mí mamá que siempre nos decía que cada cabeza es un mundo, y efectivamente eso lo he experimentado, siempre hay diferencias de pensamientos. Entonces, esa es mi convicción: que lo más esencial, lo más humano, es ayudar a resolver los problemas colectivos traen como consecuencia que se puedan resolver individuales también, y de toda la comunidad. Esa convicción de que el sistema es injusto, es arbitrario; para mí es lo que me ha llevado siempre ha participar en las luchas que se inician, no sólo en Espinal, sino en todos los lugares, donde sea. Mi ideología es que algo debe de hacer uno desde el punto de vista colectivo.

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– Muchas gracias, señor Vallejo, ¿algunas palabras finales?

– Las palabras finales son para mi pueblo, para el Espinal. Espero de mis paisanos que este acto que usted presencio hace unas cuantas horas pueda servir para unirlos más, para unificarlos, para luchar y trabajar por el mejoramiento del pueblo. Porque se acaben en lo posible las injusticias, que se aplique la Ley, que todos realmente se beneficien; que si llegan a triunfar, si llegan a obtener la autoridad, que esa autoridad sirva a todo el pueblo, incluyendo a los propios enemigos; es decir que no vean que parte del pueblo ejerce represalias contra otra parte del pueblo, equivocado o no, para que colabore por el mejoramiento del pueblo de Espinal (Transcripción V. Escobar)

*Tomado de la Revista “Guchachi reza”/Segunda Época/Número 18/Marzo 1984/Paginas 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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