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Cultura

Guiribidxi, un ocote en Xadani

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Con una sonrisa franciscana, Heinz Schaub entrelaza las manos y dice, “siento que con Guiribidxi regreso a mis raíces”, deja salir una risa suave, sus ojos se entrecierran y explica: aunque soy jubilado, sigo siendo un pediatra, por eso la apertura de este nuevo centro cultural para niños, que voy a abrir en Xadani, me llena de gusto.

Y sí. Este sábado 20, Lidxi Guiribidxi (Casa del ocote) abrirá sus puertas al mediodía, allá frente a la mar xadaneña, a un costado de la capilla que cada 15 de enero recibe a miles de visitantes que llegan a pagar sus mandas, a elevar plegarias al pie del Cristo negro.

Rodeada de mangles y mezquitales, frente a los canales que alguna vez fueron estanques para criar mojarras, bajo un sol que no perdona, y de cara a una brisa feliz que humedece las fosas nasales, se erige la Casa del ocote, concluida después de una serie de vicisitudes, que incluyen los abusos de un tal Víctor, que le vendió el solar; dificultades con pescadores de la zona, que fueron engañado por el mismo Víctor, quien les regaló el cuento de que Jais, como le llaman por estos rumbos zapotecos, compraría 20 hectáreas de un terreno por demás salitroso, para instalar una planta eólica, cuento que –sobra decirlo- era sólo un mal truco para que los pescadores corrieran a Jais y el tal Víctor se quedara con una hermosa construcción.

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La Casa, pintada de blanco, tiene en la planta alta una terraza con un albo muro, donde se proyectarán películas; en la parte baja, se promoverán talleres de artes plásticas, de música prehispánica (como le llamamos a este ensamble formado por una o más flautas de carrizo, tambor artesanal y caparazón de tortuga percutido con astas de un venado que es cada vez más difícil de hallar por la planicie costera zapoteca).

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También se ofrecerá un taller de guitarra, bajo la dirección del nieto de un legendario trovador ixtaltepecano, Bartolo Gerónimo, Tolo’, que conocimos en algunos abrevaderos juchitecos, allá por los años ochentas del siglo que pasó a mejor vida.
Tolo’ era un prodigioso tañedor de cuerdas, robusto y moreno él, que solía vestir guayabera para sus rondas vespertinas, ofreciendo su repertorio, en el cual sobresalían las piezas de su paisano Chú Rasgado, a quien aseguraba haber conocido en lides de bohemia. Tenía una voz rasposa y gastada por los años en el trote, por eso, el irreverente Macario Matus, gran tañedor de mezcal, al verlo entrar al centro cultural “La flor de Cheguigo”, solía decirle: Ah Tolo’, pondría tus manos en un nicho de oro, pero esa garganta ya podrías mandarla por todo el camino del infierno.

Decía pues de los talleres, a los cuales se agregarán cursos de artes marciales y, en un futuro no lejano, también habrá ejercicios de lecto escritura del zapoteco.
No es poco el recurso invertido por el suizo Heinz Schaub; no ha sido poco el trabajo para hacer el camino de acceso que corre por un rústico puente de palos y madera, desde la carretera que llega al mar, hasta la Casa, luego de unos 200 metros, o el estacionamiento de palma para las bicicletas, o los afanes para construir un enorme triciclo que trasladará los pequeños, del pueblo hacia los cursos.

No han sido pocas las pláticas conciliadoras con pescadores, las discusiones con el abusivo Víctor, con la esposa de éste que amenazó incluso con la idea peregrina de poner una cantina junto a la Casa, si Jais no cumplía una más de las exigencias del marido inicuo.
Pero como dirían los clásicos, no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. Mañana sábado se encenderán cohetes de alegría, se beberá horchata y se comerán tamalitos de salsa verde, se escuchará a Paulo Gerónimo, el guitarrista, y al ensamble prehispánico, conducido por el buen Cosijopi Ruiz.

Llegará la gente, mi gente xadaneña, a conocer las bondades de una Casa construida por el amigo Jais para disfrute de niñas y niños, de jóvenes. El medio día se va a llenar de alegría junto a la mar de Xadani, y el pediatra jubilado Heinz va a sonreir, con ésa su humildad franciscana. Seguro.

Por la tarde noche, Heinz celebrará los cuatro años de edad de su hijo mayor, Casa El ocote, establecida en Juchitán, Segunda sección, por más señas. También habrá música y demás. No falten. Vale.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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