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Cultura

Un zapoteca que busca el alma de su raza

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La raza conquistada por el audaz ibero no ha muerto. A pesar de su cautiverio eterno de esclavitud y de abandono, vive y llega asombrarnos con revelaciones estupendas de su vida latente, en la floración magnifica de espíritus próceres.

Tal consideración nos inspira la partida del joven Profesor Andrés Henestrosa, quien, pensionado por la Jhon Simon Memorial Foundation realizará un estudio minucioso y hará acopio de datos sobre todo lo que concierne a la antigua cultura Zapoteca, en cuatro de las más notables bibliotecas de Estados Unidos y más tarde en el Archivo de Indias de Sevilla.

La distinción de que ha sido objeto del Profesor Henestrosa, evidencia admirablemente la unidad espiritual de los hombres de nuestras razas aborígenes, no sólo los tiene colocados en un excelente de asimilación de la cultura, sino que les abre maravillosamente el camino para llegar a sobresalir en cualquier género de elucubraciones científicas y lograr constituirse, por un esfuerzo debidamente orientado y estimulado, en maestros del humano saber, pues conviene subrayar que el joven Profesor Henestrosa, es de extracción genuinamente indígena. Sus padres fueron dos indios de raza pura zapoteca de Juchitán, Oax., donde él vió la luz primera en 1908, pasando allá los años de su infancia y los primeros de su juventud.

Las anormalidades originadas en la administración, principalmente en la Enseñanza, a causa de las condiciones producidas por la Revolución naciente, motivaron que Henestrosa, risueña promesa de un mañana que no tardaría en despuntar, no adquirida adecuada a sus elevadas prendas espirituales, influyendo también en ésto la situación pecuniaria no muy bonancible de su familia.

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En tales circunstancias, el porvenir de Henestrosa se perfilaba raquítico y desprovisto de grandes realizaciones, viéndose él constreñido a vivir la monótona y pobre vida provinciana, condenado sempiternamente a las labores del campo: pero él, pleno de ambiciones, hizo un esfuerzo supremo y rompió aquel cerco abandonado a su pueblo natal y las montañas que fueron el marco de sus meditaciones en la edad temprana.
Aguijoneado por el deseo de ilustrarse e ilusionado con la esperanza de conseguir una pensión en la Escuela Normal de México, vino a esta Ciudad en 1923.
Su anhelo, sin embargo, salió frustrado. A pesar de ello confiado en sus energías para la lucha y con los arrestos de un carácter indomable en la Metrópoli precariamente ayudado con los recursos económicos que le mandaban sus familiares.

Cuando vió que su situación, así planteada, era insostenible, lejos de retornar a sus lares, se lanzó en busca de medios de vida. Como primer triunfo, logro un modesto emolumento llevando las cuentas semanales de un gremio de carboneros.
Pero se levantaba un obstáculo a sus elevados empeños: la falta de un conocimiento perfecto del español, pues durante sus mocedades, y hasta muy cerca de los quince años, sólo había hablado el zapoteco; ante el imperativo de esta necesidad, se entregó ansiosamente a devorar libros, y, merced a su admirable capacidad de asimilación pronto dominó el castellano. Con esto más fácilmente pudo abrirse paso en su actitud de batallador. Así logró conseguirse una clase en la Escuela Central de México.

A poco ingreso en la Escuela Nacional Preparatoria y en 1927 concluyó el bachillerato de Filosofía y Letras con elevado promedio de calificaciones, ingresando a la Escuela de Leyes.
Sus estudios preparatorios y los preliminares de Jurisprudencia, realizados entre el duro bregar de la vida de un proletario sin auxilios extraños, lejos de desarraigar en él la afición a la lectura de los grandes autores, contribuyeron a su fincamiento más hondo. Y esto que en un estudiante cualquiera hubiera sido dedicación nociva, logró despertar en Henestrosa su verdadera vocación: La literatura y la Historia, que han abierto el derrotero definitivo a su espíritu ávido de triunfar.
No sintiéndose atraído por los Estudios de Jurisprudencia y obsesionado por nuevas y luminosas perspectivas, abandonó la Escuela de Leyes en 1929, consagrándose de lleno a la Literatura y la Historia, en las cuales ha conquistado un lugar preeminente, sobre todo, por sus investigaciones y escritos en torno del alma y la cultura de su raza. La distinción de que ha sido objeto por la Fundación Guggenheim, es el mejor premio a sus esfuerzos tesoneros y a los méritos legítimamente logrados.
Ha colaborado en distintas publicaciones de México, principalmente en las revistas de Investigaciones Lingüísticas y en los periódicos bilingües “El Zapoteca” y “Neza”. Ha sido profesor de Literatura Castellana en la Universidad Nacional y de Lecturas comentadas en los centros Obreros de la misma Universidad. Publicó un libro: “Los hombres que dispersó la danza”, en el cual, condensando el fruto de sus estudios históricos, trata de dar unidad a la tradición oral del Istmo de Tehuantepec.
Han sido los áureos carriles en la marcha fecunda de su ascensión prodigiosa, el trabajo que le brinda la conservación de la vida y el estudio que le convierte en antorcha que hace luz sobre el pasado brillante de su pueblo, para proyectarlo, como una esperanza salvadora, sobre su presente de abandono. Es su anhelo supremo el retorno de las glorias de Mitla y de Palenque.

Ante el nuevo amanecer de su vida, fervorosamente le auguramos que el sol de la fama ilumine su sendero y que su ejemplo sea índice seguro y halagadora promesa en el renacer de nuestros pueblos aborígenes.
Los hombres de México debemos sentirnos orgullosos ante esta revelación.
Que ella nos acerque generosamente a nuestro hermano el indígena, para buscar sincera y afanosamente su redención.

Artículo tomado de Neza 2ª. EDICION 1987. Publicación original: IZQUIERDAS, Periódico de acción.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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