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Cultura

El Cristo negro de la mar xadaneña

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I
Debajo de dos árboles añosos, de fronda escuálida, Dolores Hernández entrecierra los ojos para recordar, y comienza a deshilar el entramado de la memoria:
Yo tenía como diez años, ¿si, verdad? –le pregunta a su hija Francisca Rodríguez que ahí junto escucha la voz de su madre, quebrada por un derrame cerebral ocurrido hace ya algún tiempo. Venía con mi mamá, la acompañaba para vender aquí mismo en este lugar. Recién cumplí setenta años, así que ya tengo bastantito de venir a vender lo mismo que ahora traemos.
Frente a ellas se ubican dos mesas de madera, lustrosas de tanto andar de feria en feria, de pueblo en pueblo. Sobre los rústicos muebles se apilan con cierto orden: pechugones trozos de maguey cocido (duuba´, que le dicen en la lengua nube), venidos de Matatlán y Tlacolula, la tierra de estas vendedoras; panes de sólida textura (pan dxiapa’), traídos de hornos serranos; docenas de granadillas, presuntas parientes del maracuyá, cortadas en huertos tlacoluleños; así como oscuros coquitos de arrugada piel, prestos a soltar el sabroso aceite de su blanco vientre.
No era tanta la gente que venía entonces -asegura la doña-, pero siempre fue así, la bulla, los cohetes, la música, los pobres que caminaban de rodillas para pagar alguna manda, los que ofrecíamos nuestra mercancía, las paisanas que traían sus racimos de coco, así como hoy.
A los lados del camino de terracería, acceso para llegar al templo que resguarda la fe de los istmeños, las dueñas y los dueños de puestos varios se desviven por llamar la atención de visitantes. Tengo chilacayota, hay curado, compra fresa congelada, ¿no vas a llevar veladora? Aquí cerca venden pizzas, horchata. Más allá, la tía Vicenta y su hija Luciana se dan tiempo para aliñar los tacos de cecina y la salsa, que serán bajados con un refresco, un café o en el mejor de los casos con una friolenta cerveza.
CristoNegro Xadani2
¡Ya vienen, ya vienen! Se escucha un creciente rumor. Es la calenda que llega para sumar su devoción al Cristo negro, al Señor de Esquipulas, que es réplica casi fiel de aquel tallado por Quirio Cataño, escultor, pintor, dorador, de probable origen italiano o portugués; aunque Luis Cardoza y Aragón refiere que manos mayas intervinieron en la dicha escultura, allá por 1595. Cuando le pregunté a la abuela Nita Tolo acerca del origen del Cristo negro xadaneño, hará cosa de treinta años, su suave respuesta vino diciendo que los “misioneros lo trajeron y lo dejaron en Xadani”, lo mismo que otras cruces que dejaron por este litoral istmeño.
Pero llegó la calenda. Suena ya la banda filarmónica tocando el Guie’ Cheguiiigu’, que es como decir el convite de flores del barrio juchiteco de Cheguigo, y con eso comienza la tronadera de cohetes, la explosión de luces emanadas del cuerpo frágil de un toro pirotécnico. Luego se incendia la noche con el castillo multicolor, con los rehiletes luminosos, los petardos, y la leyenda que corona el mentado castillo diciendo: Viva santuario del mar.
Suena la diana y es el anuncio para que la doña Reyna y su hija Nuria vayan a depositar un óbolo en manos de la mayordoma, y el escribidor haga lo propio con el mayordomo, para enseguida recibir un par de tamales de res y un oloroso vaso de café.
Mientras se engullen las viandas, los pescadores llegan con su carga de marino alimento, pescados de vario tipo, que en seguida son desventrados y quedan en espera del cazo, el condimento, los tomates y cebollas, el hervor feliz que mañana muy temprano hará las delicias de visitantes y creyentes.
En el interior del templo, el aroma de flores y cera ardiendo resguarda al Señor de Esquipulas. Aquí afuera, Dolores Hernández mira el tumulto, escucha el barullo, como desde hace sesenta años, aunque ahora lo hace desde su silla de ruedas, en silencio.
Santa María Xadani, 14 de enero de 2019.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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