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Cultura

Guie’ xunaxi ga’chi’ / La Flor Escondida

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En un día tranquilo, de un fin de semana, fui sorprendido por el amanecer sentado sobre una de las rocas ubicadas en las orillas de un maravilloso manantial. Motivado por la quietud y la grandiosidad de la naturaleza que me rodeaba, consideré propicio el momento para echar a volar mi imaginación en pos de un cuentecito o leyenda; narraciones que bien pudieran ser alegres y reidoras como la luz del día, melancólicas como el morir de una tarde lluviosa.

El lugar era fantásticamente impresionante, cautivaba su tupida vegetación, lugar donde surgían espontaneas las flores silvestres florestas que además de perfumar el ambiente, formaban un mosaico multicolor en las faldas de los cerros aledaños.

La parvada de pájaros que volaban y posaban en las ramas de los árboles, agradaban al escuchar sus alegres trinos, que decir de la multitud de mariposas engalanando el lugar, quienes, al abrir y cerrar sus alas, simbolizaban un guiño femenino. Por si fuera poca tanta belleza, surgen a la vista los gigantescos cedros y ceibas cuyos tupidos follajes, sombrean las riberas del fresco manantial de limpias aguas, estas por ser cristalinas, dejaban transparentar las fuertes raíces de los árboles, así como también los cardúmenes de pececillos que planteaban al recibir los tempraneros rayos del sol.

Mi asombro siguió gozando de aquellos dones que ofrecía a la vista la naturaleza como, por ejemplo, los borbotones de aguas nítidas que surgían de las agrestes rocas, cual puñado de perlas se desbordaban sobre la escalinata de rudas piedras para caer luego a la cercana poza tomado por otras afluencias, y correr después en forma vertiginosa al caudal del pequeño rio.

Cuanta la leyenda que este prodigioso lugar, surgió nuevamente a la vida al romperse el sortilegio de una maldición, pronunciada por un joven enamorado a quien se le negó casarse con su amada.

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La madre la hizo desaparecer misteriosamente, evitando el matrimonio que, según ella, traería malos augurios para su hija.

Nadipa’, que así se llamaba el joven guerrero, clamó con fuertes voces su desdicha, tan fuertes que retumbaron por todos ámbitos del universo. Su inconformidad la hizo saber a sus dioses, pidiendo castigo para los que le ofendieron, a la vez que le dieran suficiente vida y fuerza para buscar a su amada. La petición fue escuchada aquel paraíso desapareció de la noche a la mañana, Nadipa’ cobró vigor, como si naciera en él un nuevo titán, inmediatamente se dedicó a la búsqueda de Guie’ Xunaxi; para esto, removió rocas y desarraigó árboles, al cabo de un tiempo, al fin logró encontrar al mover una enorme piedra, un boquete de donde emanaba un agradable aire fresco. Al notar Nadipa’ la profundidad del abismo rápidamente se puso a construir una escalera con los troncos de los árboles que había arrancado de la tierra. Para lograr sus propósitos, utilizó muchas antorchas, cuyas luces hacían brillar maravillosamente las estalactitas pendientes en el techo de la cueva. Al tocar fondo, el joven guerrero quedó sorprendido al ver varios estanques conteniendo agua potable de diferentes colores, en uno de ellos en su parte media, había una pequeña porción de tierra firme, donde se erguía una hermosa y fresca rosa blanca, Nadipa’ presintió que aquella flor era Guie’ Xunaxi, motivo por el cual emitió un terrible grito de alegría rompiendo los diques que aprisionaban las aguas de los estanques; por la emoción contenida, después del alarido, cayó muerto junto a la fresca y bella rosa.

Al momento de perecer el joven enamorado, se rompió el sortilegio de la maldición, surgiendo nuevamente aquel maravilloso paraíso natural. Hoy en día, la gente vive feliz, tienen como lugar sagrado el sitio donde yacen los espíritus de los jóvenes que al fin se encontraron para vivir su eterno amor. Los habitantes denominaron este santuario como Guie’ Xunaxi Ga’chi’, que quiere decir: La FLOR ESCONDIDA.

*Tomado del libro “Bazendu IX, Antología de Cuentos, Leyendas y Narraciones/Autor: Rufino Martínez López/Juchitán, Oaxaca/Año 2001.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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