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Cultura

Las dos Lagunas – Leyenda del Zanate de Oro

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Allá en remotos tiempos en un pueblo de Juchitán, Estado de Oaxaca, llamado Zanatepec, existió un encanto: consistía este encanto en un sitio prodigioso lleno de riquezas y hermosura. Era señor del encanto un misterioso pájaro de oro; peo un oro que volaba, que tenía vida. El ave habitaba el cerro que hoy se llama del Cuscumate.

Se cuenta que aquel pájaro era el protector del risueño pueblo de Zanatepec, cuyos habitantes lo adoraban y le rendían homenaje llevando ofrendas. En los días de Pascua el pueblo, en romería, iba a visitarlo entregándole una doncella, la más hermosa que la población hubiera creado, para que durante un año le endulzara la vida con su compañía. Y el pájaro, agradecido, colmaba con bienes a los humildes hijos del pueblo, dándoles cosechas abundantes, ganados hermosos y dinero a raudales.

En el cerro del Cascumate existían tres grandes campanas y tres hadas a quienes se atribuían milagros asombrosos, que se manifestaban en curaciones inverosímiles, Por esto los pueblos circunvecinos veían con respeto a los pacíficos zanatepecanos, o gulucheños, como se les llama hoy. Pero andando el tiempo aquel respeto, aquella estimación, aquella gratitud, de los pueblos cercanos se convirtió en rivalidad, inquina y ambición; y estudiaron sigilosamente la manera de apoderarse de las campanas y de las hadas.

Averiguaron que todos los domingos el Zanate de Oro abandonaba sus dominios para ir a Zanatepec, llevando en el pico una rama fresca de guchumi. Volaban sobre la población como estudiando sus necesidades y a la mañana siguiente volvía al encanto. De una de estas ausencias iban a valerse para poner en práctica sus designios.

Así fue como un domingo, de ante mano elegido, penetraron en la cueva misteriosa apoderándose de las campanas y de las hadas, huyendo después por rumbos opuestos para no ser descubiertos. Cuando a la mañana siguiente el Zanate de Oro volvió a su morada, advirtió con dolor que algo había ocurrido en sus dominios durante su ausencia; escrudiño los rincones y descubrió que las hadas y las campanas habías desaparecido.

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Lleno de dolor remontó el vuelo: cruzó la selva en todas direcciones. Y desesperado, pidió auxilio al león, a la serpiente y a su protegido de Zanatepec para perseguir a los fugitivos. Ordenó al león que recorriera el Oriente, a la serpiente al Sur y a los gulucheños el Poniente, y él recorrió el Norte.

El león, lanzando agudos rugidos, atravesó valles y montañas hasta llegar el precipicio conocido con el nombre de Sol y Luna; desde ahí distinguió a los fugitivos; pero aquel obstáculo le impedía avanzar; enardecido hincó las poderosa garras en una peña, hiriéndola en testimonio de su desolación y arrojándose después del precipicio. Así murió antes que regresar sin capturar a los invasores, lo que habiéndole visto y oyendo sus rugidos, por el temor de ser capturados, abandonaron una de las campanas y apresuraron el paso con la otra rumbo a Chiapas de Corzo, lugar de su origen.

En el sitio donde cayó la campana se formaron dos grandes lagunas, cuyas aguas tranquilas no se agotan nunca y en sus cercanías se encuentran árboles frutales, maderas preciosas y fauna selecta.

La culebra recorrió el Sur hasta que el mar la detuvo y convencida de la imposibilidad de recobrar las campanas y las hadas, regresó hasta el lugar llamado Remudadero; allí ella misma se despedazó. De este modo los fugitivos, con una campana y una hada, llegaron a San Mateo del Mar.

El Zanate de Oro que había volado al Norte, ni siquiera descubrió vestigios de los prófugos; en vano atravesó a la inmensa sierra hasta los límites de Tabasco; convencido de lo inútil de la búsqueda, retornó a su cueva, donde no halló señal de la vuelta de sus colaboradores, permaneciendo algunos días con la esperanza de que aquellos corrieran mejor suerte que él.

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Los hombres de Zanatepec en su trayectoria encontraron huellas de los plagiarios: sin desmayo las siguieron hasta los límites de Niltepec, pero respetuosos de la paz de los pueblos, no lo invadieron; y como los otros, volvieron en busca del Zanate de Oro; éste al darse cuenta de la magnitud del fracaso, remontó el vuelo dirigiéndose por última vez al pueblo; durante todo el día en señal de despedida voló sobre la población y por la noche se perdió por rumbo desconocido.

Ha pasado el tiempo; generaciones han muerto y generaciones han surgido, pero la leyenda del Zanate de Oro permanece como cosa nueva. Y el pueblo, como homenaje a su protector, conserva el nombre de Zanatepec: cerro del zanate, con el que recorre las vicisitudes de su doloroso destino.

*Tomado del Periódico “NEZA”/Órgano Mensual de la Sociedad Nueva de Estudiantes Juchitecos/marzo 1936/México D.F.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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