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¿Qué cedía el tratado McLane-Ocampo firmado con Estados Unidos?

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Por: Pedro Salmerón
Si se hacen a un lado los juicios que son resultado de la incomprensión de Juárez como hombre de su tiempo, hay que hablar aquí de las acusaciones de traición a la patria. ¿En qué consisten éstas? Se acusa a Juárez de haber solicitado al gobierno de los Estados Unidos un general yanqui que viniera a mandar a todo el ejército de la República mexicana; de haber ofrecido parte del territorio nacional a los Estados Unidos a cambio de su ayuda material en la lucha contra los conservadores y el Imperio de Maximiliano; de alentar que fuerzas de la marina de los Estados Unidos intervinieran directamente en nuestras contiendas internas, al capturar la escuadrilla fletada en La Habana por el gobierno de Miramón; y de haber firmado un tratado que convertiría a México, para todo fin práctico, en un protectorado o semicolonia de los Estados Unidos.

Los dos primeros cargos son absolutamente falsos y no tienen ningún sustento, fuera de la fértil imaginación de Francisco Bulnes y del encono de los enemigos conservadores de Juárez. La captura de la escuadrilla de Miramón ocurrió efectivamente y se desprende del Tratado McLane-Ocampo, firmado por el sabio liberal michoacano y ratificado por Benito Juárez. Las acusaciones de traición a la patria no tienen más sustento real que dicho tratado, el cual este artículo revisa con sumo cuidado, tanto para saber de qué se trata como para apreciar el sustento que tienen las acusaciones hechas a Juárez.

Un tratado decimonónico

El tratado McLane-Ocampo, firmado el 14 de diciembre de 1859 entre Robert McLane, enviado especial del presidente Buchanan y Melchor Ocampo, secretario de Relaciones Exteriores del gobierno mexicano, consta de 11 artículos más dos convencionales. El artículo primero concedía a los ciudadanos y bienes de los Estados Unidos derecho de tránsito a perpetuidad por el Itsmo de Tehuantepec; por el artículo tercero, el gobierno mexicano se comprometía a no imponer derechos a las mercancías estadunidenses que transitaran por el Istmo, salvo las dedicadas a consumirse en México; el artículo quinto especificaba que fuerza de los Estados unidos, “con el consentimiento o a petición” del gobierno de México; podrían ayudar a la defensa de los puertos y las rutas de dicho Istmo; “sin embargo, en caso excepcional de peligro imprevisto o inminente para la vida o las propiedades de ciudadanos de los Estados Unidos, quedan autorizadas las fuerzas de dicha república” para obrar en protección de aquéllos, sin previo consentimiento.

El artículo sexto concedía libre tránsito de tropas, abastos y pertrechos de guerra de los Estados Unidos por el Istmo de Tehuantepec y entre el Puerto de Guaymas y Nogales, Sonora, previo aviso a las autoridades mexicanas; el séptimo cedia a perpetuidad el derecho de paso entre las ciudades de Camargo o Matamoros, por la vía de Monterrey, hasta el Puerto de Mazatlán; finalmente, el artículo décimo estipulaba que a manera de compensación por las rentas que el gobierno mexicano perdería por semejante acuerdo recibiría cuatro millones de pesos, la mitad de los cuales se pagarían al firmar el tratado (dinero que efectivamente puso McLane en manos del gobierno mexicano).

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En eso consiste el célebre tratado que nunca tuvo vigencia, pues no fue ratificado por el Senado de los Estados Unidos. Su firma fue, como reconoce Fernando Iglesias Calderón, “Imprudente y desasertada”, pero sus estipulaciones “en modo alguno, pueden constituir una traición a la patria”. Según Iglesias Calderón, aunque de haberse ratificado sus consecuencias hubiesen sido muy lesivas para el país, de acuerdo con las leyes nacionales y el derecho internacional, el tratado no constituye traición a la patria, porque no pone en riesgo la soberanía ni la independencia nacionales ni cede palmo ninguno de territorio a otra soberanía: se limita (que no es poco, pero es otra cosa), a dar derecho de paso. Hay que considerar, además, añade el autor al que seguimos, que los tratados internacionales pueden ser denunciados en todo momento por cualesquiera de las partes firmantes.

Tal es, pues, el famoso tratado. Era pésimo, pero esa es la condición de la alianza con el fuerte. Y dadas las particulares condiciones internas de los Estados Unidos, en víperas de dividirse en una sangrienta guerra civil, el gobierno de Juárez obtuvo del tratado dos millones de pesos y la captura de la escuadrilla de Miramón sin dar nada a cambio, aunque eso no justifica su firma, que marca el punto más bajo de la vida pública de Benito Juárez y de sus compañeros.

Ahora bien: ese tratado, del todo semejante a otros que países de América Latina y Medio Oriente firmaron en esas épocas con las grandes potencias, marcaba el tipo de relación del débil con el fuerte. Las intrigas de Lerdo, que pretendía jugar con las profundas diferencias que separaban a los políticos estadunidenses, la prudencia de Ocampo, que redactó con extremo cuidado cada artículo y negó a McLane las dos exigencias fundamentales que traía éste en sus instrucciones, a saber, la cesión de la soberanía sobre el Istmo de Tehuantepec (como lo obtuvieron posteriormente en Panamá); y la cesión de la bahía Magdalena para la construcción de una base naval (como lo obtuvieron después en Guantánamo), en fin, la astucia empleada por nuestro gobierno no es justificación tampoco, sino una muestra más de debilidad, similar a la astucia empleada por Santa Anna durante la terrible guerra contra ese mismo enemigo, al eludir con falsas promesas el bloqueo de Veracruz y al solicitar armisticios para negociar cuando el ejército estaba a punto de colapsarse.

Con el Tratado McLane-Ocampo acaba el tiempo de la astucia y empieza el de la soberanía: nunca más los gobiernos liberales entraron en ese tipo de negociaciones, nunca más transigieron de esa manera ante las grandes potencias y, sobre todo, nunca hablaron de este tema, nunca lo defendieron.
Con información de: Relatosehistorias.mx

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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