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Cultura

Juan Tunco

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El pueblo pacífico de Santa María del Mar sufrió, un tiempo la maldad, según cuenta la leyenda, de un hombre de San Mateo llamado Juan Tunco quién persiguió, acosó y maltrató a la gente al grado de tenerlos atemorizados y sin saber qué hacer; pero un buen día los ancianos se les ocurrió enviar a un joven hasta Ixtepec donde estaban los militares.


“¿Pero cómo haremos para burlar el paso de San Mateo?” se preguntaban. En efecto Santa María está rodeada por el mar y el único camino para llegar a Ixtepec era yendo hacia el oeste y pasar precisamente por San Mateo; uno de los sabios ancianos resolvió el dilema: “Tú, le dijo el joven, vas a dejar este documento a Ixtepec” y se lo escondieron en la costura de la valenciana del pantalón. El valiente joven inicio su caminata y cuando lo detuvieron en San Mateo no le encontraron nada más que totopos, lo interrogaron y dijo que iba de salida a su tierra original porque de donde huía sólo estaban peleando y matando. Sereno recogió sus cosas, se puso su blanca camisa, echó su morral al hombro y se fue, pudo pasar ese joven y llegó a Ixtepec a dar noticia de cómo eran maltratados.
A la vuelta le dijeron los militares que regresara por San Dionisio, es decir, por la vía marítima, así lo hizo y finalmente volvió a ver a su pueblo.
De esta forma pudo venir un batallón de soldados que llegaron a San Mateo buscando el malvado Juan a quien por faltarle el brazo derecho llamaban “tunco”, llegaron hasta su propia casa y preguntaron a Juana su esposa, pero no lo encontraron; llegaron a Santa María y el batallón se dividió en su búsqueda hasta Huilotepec, pero no lo encontraron. Entonces los militares pensaron matar al presidente municipal de San Mateo pues quizá lo encubría, pero no pudieron hacerlo porque el presidente tenía su bastón de mando, signo de respeto y de autoridad.
Como a las tres de la tarde ya iban los militares de regreso cuando, por el camino a Salina Cruz, “toparon” a tres perdonas que caminaban ligero, era Juan Tunco (la esposa de Juan) y dos hombres más, uno de ellos vestía camisa de manga larga y llevaba un canasto.
“¡Alto!, ordenaron los militares, ¿qué es lo que llevas en ese canasto?” nerviosos tuvieron que pararse y dudosos mostrar el contenido: ¡estaba casi lleno de cartuchos!
Entonces un militar se dio cuenta que el hombre que vestía camisa manga larga no bajaba el canasto de su hombro derecho y además no se le miraba la mano.
“Que tal amigo choca la mano, dijo el militar”
Y el hombre sudaba frio y no daba la mano al militar para saludarlo.
“Que tal amigo, te digo que choques la mano” y nuevamente el militar le extendía su mano para saludar.
Entonces el hombre le dio la mano izquierda para saludarlo.
“Amigo ¿Por qué me saludas así?, dame tu mano derecha.”
Ya estaba muy claro, el hombre no podía saludarlo porque no tenía ni siquiera el brazo, ¡era el mismo Juan Tunco! Así que “les echaron mecate en sus pies y sus manos” y los colgaron a los tres.
Los militares custodiaron una temporada a Santa María y el pueblo quedó en paz.
Toribio, un anciano de 81 años que contó la leyenda fue uno de los encargados que cuidó a Santa María, en su credencial aparece su matrícula, su nombre y cuantos cartuchos recibió. Toribio se queja amargamente que a veces a los jóvenes no les interesa la vida de los viejos y es gracias a ellos que Santa María vive.
*Tomado del libro “La Riqueza Cultural de los Mareños”, un recorrido a través de sus leyendas y fotografía/Autor: Gerardo R. Alfaro Cruz/Editorial Bacaanda/2008.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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