Cultura
Una de gallos
(Primer Viernes de Cuaresma en Xadani)
Por las trompetas parlantes se anunció desde una semana antes: “Gran Derbi de pelea de gallo en Santa María Xadani, no falten, emocionantes peleas de gallo para toda la familia, habrá venta de refrescos y cervezas”. A la publicidad se agregaba una larga relación de partidos a encontrarse en el palenque xadaneño. Willia lanzó el convite: “vecino, el próximo sábado va a haber derbi, se va a poner bueno”. Pesqué la invitación al vuelo.
El caso es que tal competencia avícola se haría a honras del Primer Viernes de Cuaresma, la fiesta de este pueblo golpeado tremendamente por el terremoto de septiembre pasado. Golpazo tal, que obligó a la Sociedad organizadora de los festejos a suspender dicha celebración. No habrá fiestas, dijeron, no podemos andar de jolgorio cuando hay tanta gente lastimada, tanta casa perdida. Así que los mayordomos acordaron ofrecer solamente una misa y un pequeño convivio para el domingo dieciocho de febrero.
No hubo tirada de frutas ni baile de capitán, de capitana ni de reina; eso sí, los muxes –uno de los dos grupos aquí organizados, pues el otro de plano se sumó a la austeridad municipal- los muxes –digo- informaron que harían su acostumbrada vela. Ya la autoridad del pueblo había anunciado en bando que se suspendían las fiestas y la venta de cervezas, aunque fue justamente una funcionaria de palacio quien abriera el camino pachanguero al organizar una gran fiesta familiar, hará cosa de mes y medio.
Pero ya en los días de la presunta fiesta xadaneña, el ayuntamiento organizó una noche disco y un baile popular gratuito, solo cobraron el reservado de mesa y –claro- las cervezas de rigor. Los juegos mecánicos pasaron la semana con más pena que gloria, aunque el domingo el panorama mejoró sensiblemente.
Ah, el derbi, sí, los gallos. Allá en el Salón Guendadxiña, que es como decir chicozapote, pero en lengua za, allá se dejaron llegar los galleros de la región istmeña. Poco antes de las seis de la tarde comenzó a circular la cerveza, inició también el alebrestadero de las aves, el nerviosismo de propietarios, la bulla, la chanza, los rumores.
Que si la vela de los muxes quedó en simple baile, pues tan solo seis de las socias llevaron puesto (aunque no faltó quien ponderara la animación de la dicha fiesta). Que si la autoridad municipal ya recibió un millón cien mil pesos de la cervecería Cuauhtémoc, para que los productos de esta empresa sean los únicos que puedan venderse en el pueblo a lo largo de este año (Y en qué lo ocuparán o a qué bolsas irá a parar el dinero, lanzó la infundada suspicacia alguien).
Que si la Corona alcanzó a colocar su estand para vender sus amargos líquidos en el festejo del domingo y ni modo que los del palacio los vayan a sacar de ahí, con tanta gente que hay. Que si a tal señor la policía le decomisó una buena cantidad de cartones de caguamas de cerveza Corona, hace una semana, pero qué creen, la propia policía anda consumiendo las caguamas incluso en horas de trabajo, como este escribidor pudo ver una tarde, allá por la segunda sección xadaneña.
(A resultas de ese decomiso, el afectado se vio envuelto en un lío: se dice que amenazó al comandante en turno con un arma, los compañeros de tal oficial desarmaron al hombre y le propinaron una golpiza, con la participación del propio comandante. Luego, éste último personaje demandó ante el juez municipal al afectado por el decomiso de cervezas y exigió el pago de diez mil pesos por el daño recibido. Cosas veredes.)
Y hagan sus apuestas, señores, grita el juez del palenque a media pista. Habla de los partidos contendientes en ésta que es ya la décima pelea, de veinte que conforman la primera de cuatro rondas. El vecino Willia nos informa que su gallo peleará en la refriega número diecinueve, así que a remojar la garganta y mirar cómo se emociona la gente con este ajetreo, cómo apuestan: voy cien al rojo, doscientos al giro, ahí va lo mío.
Uno observa todo este ritual con ojos de asombro: la diligencia al amarrar la filosísima navaja en la pata del gallo, el cuidado, la caricia inicial al ave. Luego, los envites para enardecer al animal, ponerlo a punto y esté listo para librar su combate, una pelea que inicia con la danza en el aire, con la pata armada buscando al contrario, para herirlo, para matarlo, que en eso se resume el largo entrenamiento de semanas, las vitaminas, los jeringazos.
Luego los grito del público enardecido, ya con media estocada etílica entre pecho y espalda, azuzando a su favorito: ya es tuyo, dale, acábalo, échatelo. Ahora hay un alto en la refriega, los soltadores acarician a su gallo, le rocían el rostro (¿tienen rostro estas aves?) con agua. Tápale la cara, le gritan al gallero que ostensiblemente va adelante en la pelea. El juez termina su cuenta de quince segundos y ordena la continuación: suelten, hay pelea señores. Hasta que uno de los dos cuelga el pico sin remedio.
Cien al colorado, doscientos al colorado, dicen por allá. Aquí junto, una señora guapa grita ¡voy cien al giro! Y le pescan la oferta. Eso es giro, dale giro, dice emocionada. Un joven, con evidentes muestras de haber sido golpeado por las frías latas de dos equis, le reprocha: Tía, el gallo que venimos a ver es el otro. Y la mujer recompone el rumbo para apoyar: ¡que pierda el giro, que pierda el giro! Y sí, perdió sus cien pesos.
Luego de haber llegado con la primera pelea, hacia las siete de la tarde, nos informan que estos derbis suelen terminar al medio día siguiente, así que miramos al reloj marcando las doce de la noche y decidimos que para nosotros la fiesta ha concluido. Ya vendrá el dos mil diecinueve con mejores días, con las casas ya reconstruidas, con los rostros animados, con el alma mejorada. Entre tanto, a seguir sorteando por las calles el escombro de las casas derribadas. A seguir mirando el madero de las antiguas viviendas acumulado por doquier o aserrándose para usarse en el fogón. A saber que el mayordomo actual insiste en organizar él mismo la fiesta para el próximo año.
A escuchar lo que dice una vecina: Y vieran a Quito, el presidente, gritando enojado, azotando su cachucha en el escritorio, diciendo, “aquí ninguna cerveza más va a entrar que la dos equis o sol, porque ellos me dieron dinero para mi campaña electoral; y si a alguien se le ocurre meter cerveza Corona a su fiesta, yo personalmente iré a su casa a quitárselo”. Entonces se le acercó una persona y lo calmó.
Xadani, Xadani.
Santa María, Xadani. Febrero de 2018
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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