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Dos casas: fragmento.

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‘’Si yo supiera quién inventó el zapoteco lo colgaría del árbol más alto de Juchitán. Escúchenme, es la última vez que se los digo: ¡No quiero que lo vuelvan a hablar! Es un dialecto. No sirve para nada. Apréndanse el español y podrán caminar por el mundo sin renquear’’.

 

El hermano de mi abuela paterna nos lo dijo y todos mis tíos asintieron. El tío Andrés estuvo de visita ese año de 1983, vino para llevarse a otro sobrino más a Matías Romero, la ciudad ferrocarrilera, pueblo de habla española que ofrecía trabajos estables en el gobierno, con sueldos fijos y constantes, ya fuera como maestro, como intendente, como oficinista. Una ciudad aventajada y floreciente nacida de las costillas de los Petapa, tierra de indios. El tío Andrés era un hombre de nervios, chistoso: usaba zapatos de charol, pantalones con valencianas y un sombrero cuyo promocional recitaba: ‘‘de Sonora a Yucatán usan sombreros Tardan’’. Gracias al tío Andrés se le puso una mordaza al zapoteco en casa. Cuando no estaba papá, ni sus hermanos y sus tíos lo usábamos a media voz y oíamos una estación de radio clandestina llamada XEAP Radio Ayuntamiento Popular. Allí aprendí un diálogo, un poema-canción que dice:

—Palomita blanca paraape’ nga cheu’

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—Chicaa ti rii nisa, guidxaahui’ ni gueu’

—Guná’ moliniu, guna batidor bidubi dxuladi gudó Lipe Guiu

—Gudide’ ra steru gudide’ ra zia’ raque nexhe’ ti be’ñe’ bilá ñome naa.

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—¿Palomita blanca, dime exactamente a qué lugar vas?
—Voy por un cántaro de agua, para batir un chocolate que beberás.
— ¿Y dónde está el molinillo, dónde está el batidor si todo el chocolate se lo ha comido Felipe Guiu?
—Atravesé un estero, atravesé su hondura donde un lagarto estuvo a punto de tragarme.

El zapoteco lo usé con toda libertad detrás de la casa y en los callejones con los vecinos. También cuando visitaba a mi abuela materna que vivía al sur, detrás del río. Ella no hablaba español y además, no tenía parientes que estuvieran sublimados por este idioma.
Cuando me acercaba a su cocina para pedirle un ‘pocillo’ de café, me respondía:
Rari’ gaxti’ posiu, xiga nga nuu ne rari’ qué rinidu diidxastia, cadi dxu’di’ laanu, guni’ diidxazá ti nganga laanu.

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‘aquí no hay pocillos sólo jícaras y aquí no se habla el español sólo el zapoteco, no somos extranjeros, somos nuestro idioma, háblalo’.

Estas políticas lingüísticas confrontadas me oscilaron, cual badajo, entre hablar y no hablar el diidxazá, el idioma de las nubes. En este suspenso me volví bilingüe y literalmente me partí en dos. La impronta de aquellos días me señala hasta la fecha qué idioma usar con mis parientes. Con los Vásquez uso el español y con los Castillejos el zapoteco…

A mi generación, que ahora ya son madres y padres de familia, les tocó transitar del monolingüismo de nuestras abuelas al bilingüismo rudimentario de nuestros padres que salieron a trabajar como obreros y peones no sólo a Matías Romero, sino a toda la parte petrolera de las costas veracruzanas, la ciudad de Oaxaca y de México…YooDachi Cultura3

Según los datos del INEGI, en el 2010, la ciudad de Juchitán tenía 42762 hablantes del zapoteco. Pese a estos datos confortantes, los juchitecos aún seguimos viviendo en medio de dos políticas lingüísticas, vivimos en la paradoja, entre aceptar lo que nos han enseñado, que el zapoteco es un idioma limitado geográficamente, que entorpece la educación porque enreda la lengua, como si el zapoteco tuviese una soga, cual trampa, con la que derriba las palabras castellanas de nuestras lenguas y nos hace hablar tan chistoso:
—Tío, allá vi a un niño tamaño de mí.

—¡Qué! ¿Qué dijiste?

—Perdón, era tamaño de yo.

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O aceptar que el zapoteco es una parte de nuestra identidad, la que se presume ante el extranjero, la que hay veces nos mete en un camino lodoso cuando nos preguntan:
— ¿Y tus sobrinos, y tus hijos hablan el zapoteco?

—No.

—¿Y eso?

— Bueno, ya lo aprenderán cuando crezcan.
¿Será cierto esto? o es la frase que nos saca del camino lodoso.
Lo que presencio ahora es que el zapoteco está dejando de ser una lengua materna para pasar ya no a un segundo plano, sino a formar parte de la memoria de hablantes pasivos.
Mientras tanto me quedó con una frase de Yves Rouquette, misma que parafraseo:
Todo lo bilingües que ustedes quieran,
pero de lengua materna diidxazá.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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