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Todos Santos*

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Tiene también un colorido folklórico este acontecimiento en la familia zapoteca. Sus creencias son tradicionales. Para ellos el alma de cada finado viene de año en año a visitar el hogar donde moró en vida y por esto se afanan en adornar elegantemente sus altares poniéndoles múltiples ofrendas.


Estas se colocan en dos formas: en la primera, se hacen graderías sobre el altar y se adornan los escalones y la distancia que hay de un escalón a otro, con finas tiras de seda negra en las que sobreponen papel de china imitando tiras bordadas que cuelgan de frente, siempre que se trate de un adulto; pero sí el alma que se espera es de una criatura, de una señorita o de un hombre soltero, entonces las tiras son de brocado fino, que llevan también adornos de papel de china de colores. Todo se ilumina con cirios de cera virgen o de parafina y las graderías se cubren del típico marquesote, de tamales de gallina, de piloncillos en forma de muerto, de angelitos alados, de racimos de flores de coco que son muy olorosas, de tortas de manteca, de bizcotelas y de frutas, encerrándose todo como dentro de un santuario. La puerta exterior y las paredes estàm abiertas del mismo modo. Las adornan con pencas de platano y ramas de caña de azúcar salpicadas con unas especiales estrellas peculiaridad de los indios zapotecos, quienes la hacen con hojas de unas palmas raras que cercen en las montañas de la Sierra Madre del Sur. Estas estrellas se llaman en zapoteco: Vichììsaa dànni (estrellas de cerro).
Para la otra forma de colocación de las ofrendas, se clavan o amarran junto a las patas de la mesa del altar ordinario del santo de la casa, cuatro postes altos que deben llegar hasta el techo. En ellos se cuelgan unos armazones cuadrilongos, construidos con varillas atravesadas en cuadrículas. Estos cuadrilongos se llaman en zapoteco, viguieeh (flores en el aire). En ellos se cuelgan las ofrendas, sin olvidar el manjar de la predilección del muerto. Si fue amante de las copas, le cuelgan también unas botellas de vino, de mezcal o de cerveza. Se tiene cuidado de incluir un vaso de agua fresca porque esto es muy apetecible al viajero que llega de larga distancia. Durante las manifestaciones ofrendarías no falta en los altares el aromático incienso, que es típico de todo hogar zapoteco, ya en estado luctuoso o festivo.
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La recepción de las almas que han de venir en Todos Santos, se prepara con mucha unción. Durante los nueve días anteriores a las festividades se reúnen en la casa a rezar por el alma del finado; las vecinas vienen a corear, porque los rezos se cantan. Estas vecinas son invitadas por los deudos y cuando termina el rezo les sirve chocolate con pan, por días alternados.
El 31 de octubre desde la mañana y durante toda la jornada se presentan los parientes, amigos y vecinos a adornar voluntariamente el altar. Son bien atendidos por los deudos. Se les da chocolate con pan al llegar y, de cuando en cuando, mezcal y cervezas. El almuerzo consiste en tamales de gallina que las vecinas han preparado el dìa anterior para ayudar a los deudos. Por intervalos se les obsequia cigarros de buen tabaco revuelto con pètalos de ixtacxochitl. Estos cigarros se tuercen allí mismo a mano (Ixtacxochitl azteca, llamado guieehshuubba en zapoteco y jazmín del Istmo en castellano, por que pocos saben su nombre verdadero. No es como el jazmìn, sino más bien como una rosa blanca, muy olorosa, que deja percibir su aroma desde lejos, especialmente por las noches. Tal vez mejor le conviniera el nombre de Rosa del Istmo. Al secarse, los pétalos adquieren el color del tabaco y por eso se mezclan con él para hacer los cigarros que se tuercen a mano y resultan muy perfumados, advirtiéndose su olor en el cuarto donde se fuman). Al terminar el ornato del altar, se queman cohetes.
En el mismo día, las parientes, amigas y vecinas, visitan el altar llevando flores y velas y el consabido óbolo de veinticinco centavos por lo menos. Se les corresponde con pan, una tablilla de chocolate, un largo de marquesote y un tamal.
En la noche del 31 de octubre se espera a las almas que han de venir, celebrándose su velorio con música si fallecieron en el año anterior, por lo menos hasta cuarenta días antes de Todos Santos. Los que fallecieron dentro de esos cuarenta días, no son esperados sino hasta el año siguiente, porque creen que no han cumplido el tiempo necesario para lograr el permiso de bajar a la tierra.
Esas almas llegan en la noche del primero de noviembre. A las de los adultos no les hacen velorio con música sino que las reciben con solemnes rezos.
Después de dos años de acaecida la muerte ya no las esperan con ricas ofrendas, sino que en forma sencilla, porque creen que ya purgaron sus pecados y ganaron la gloria y quien está en la gloria no tiene porque venir a la tierra.
En las noches del 31 de octubre y el 1º de noviembre se encuentran por doquiera constantes grupos de transeúntes que concurren a los velorios para depositar el tradicional óbolo y recibir de los deudos el agradecimiento, acompañado de la copita de mezcal y el cigarro regional. Los acomodados obsequian cerveza y vino, sin que falte la mesa con tamales y café para la cena.
En estos velorios se escuchan los cuentos ingenuos de ls viejitos más creyentes que en sus cándidas narraciones dicen por ejemplo “A tal hora se viò al finado de rodillas, alabando a Dios en la puerta de la casa, y, después de hacer allí algunos acatamientos ente este altar, moler la ofrenda.””Como la finada le hizo a su prometido el ofrecimiento de que al llegar aquí, esta noche, arrojaría una fruta en señal de estar presente, vamos a observar si cae alguna fruta de las que le están ofrendando para saber la hora de su llegada”. Y si por casualidad sucede que una fruta mal amarrada por descuido se desprende y rueda por el suelo, esto es suficiente para para que al indio se le arraigue la creencia de que el alma de la finada ha llegado. De todos modos, en ellos esta creencia es halagadora y cuando presienten peligro en la vida de alguien, le dicen con absoluta devoción: “Cuídate bien, porque si no, ni en Todos Santos verás”. La creencia se va transmitiendo de padres a hijos, por lo cual, la fe que tienen de que volverán a ver a sus gentes en Todos Santos después de que mueran les endulza su ánimo en la postrera hora de la vida.
Nunca gastan tantas velas blancas y de cera virgen, tan bellamente decoradas, como en las festividades, para alumbrar con ellas sus ofrendas. En esa noche parecen meteoros que alumbran la tierra en combinación con las luces de colores que llueven de los cohetones que explotan en el aire para descender lentamente, bordando de fantasía el espacio.
Según el calendario, el dìa 2 de noviembre es el día de los difuntos, pero en Juchitán son pocos los que lo celebran, porque lo adelantan en los anteriores.
El día 3 se reúnen los deudos en la iglesia, a las ocho de la noche, para encaminar a las almas a su eterna morada del cielo. Allí cantan emocionantes alabados que son dirigidos por el padrecito del lugar.
En los cuatro primeros días de noviembre, los deudos acostumbran a llevar flores a las tumbas de sus difuntos. Sentados o arrodilladlos sobre las tumbas, sostienen soliloquios misteriosos con los finados, entre suspiros o lloriqueos, lloros, formales o gritos lastimeros.

*Tomado del Libro: Tradiciones y Leyendas del Istmo de Tehuantepec/Autor: Gilberto Orozco/Revista Musical Mexicana 1946

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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