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Memorias del Barrio Guendalisaa III: Jeremías Matus, ‘Ta Mias’, Xhuana o Casamentero

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ta jeremias

En tiempos de nuestros abuelos la puerta al resto del país no era por el rumbo norte, que es donde actualmente atraviesa la carretera Panamericana, sino por el oriente de Juchitán. La estación de ferrocarril comunicaba a nuestro pueblo con el resto del mundo, debido a que era a bordo de locomotoras como se movía el comercio y la gente.

Hace varios años la vieja estación fue convertida en una biblioteca pública, y los trenes ya no trasladan pasajeros. Al menos, en teoría; porque en realidad continúan pasando decenas de personas “sin papeles” trepados en sus techos. Varios vagones, unidos entre sí, transitan todavía por Guidxiguié’ procedentes del Soconusco, en el Estado de Chiapas, cruzando por Unión Hidalgo. Siguen dirigiéndose a Dani Guesa (‘cerro de obsidiana’ o ‘cerro de pedernal’), también conocido como Ciudad Ixtepec, y de ahí continúan a Coatzacoalcos.

En la vieja estación de tren, ubicada en Avenida Ignacio Aldama de la Segunda Sección, trabajó Jeremías Matus García como maletero, hace aproximadamente setenta años.

Ta Mias, como es conocido por buena parte de la ciudad, nació el 2 de octubre de 1934. Hijo de Pedro Matus Martínez y Felipa García Sánchez quedó huérfano de madre a los ocho años de edad, por lo que vivió una niñez con ciertas privaciones.

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Aunque no tuvo oportunidad de ir a la escuela, pudo aprender a leer y escribir con ayuda de la famosa Cartilla de San Miguel, con la que cientos de niños de nuestro pueblo conocieron las primeras letras, gracias a instructoras pacientes surgidas de la misma comunidad, que llenaban el vacío dejado por el incipiente sistema educativo mexicano.

A los veinte años contrajo nupcias con Germana Santiago Pineda, vecina de la Sexta Sección de Juchitán, por el rumbo del Panteón Viejo. En aquella época, la población era más unida y los problemas se afrontaban en común. Cuenta Ta Jeremías que “Juchitán no era lo que hoy es; ni sus tierras ni su gente ni su idioma. Anteriormente se sembraba y se cosechaba en las propias parcelas para la comida del día a día. Las personas eran más amables y existía un verdadero sentido de unión vecinal. También se escuchaba más la lengua zapoteca, inclusive entre los pequeños”.

ta jeremias

Debido a su matrimonio estable, en el que procrearon nueve hijos, algunos vecinos comenzaron a buscarlo para solicitar su consejo. Él trataba de orientar a las nuevas parejas con la finalidad de que resolvieran sus conflictos y encontraran solución a los problemas apremiantes.

Se apoyó en las sabias palabras de algunos ancianos y buscó documentarse en textos, como la Biblia, así como en la tradición ancestral zapoteca, para desempeñar mejor su función.

Cierta vez, una vecina suya le solicitó ayuda para pedir la mano de la novia de su hijo. Después de meditarlo mucho, decidió aceptar y fue así como comenzó con su labor de casamentero o Xhuana.

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Ta Mias explica que Xhuana, entre los zapotecas de Juchitán, es una persona que aconseja a la comunidad, sobre todo a las parejas sobre la vida matrimonial. Las parejas tradicionales son las que buscan solucionar los problemas dialogando y pidiendo consejo, buscando la armonía, tratando de revivir el amor, la confianza, comprensión, dignidad y respeto.

Además, el Xhuana ayuda a las parejas a unir sus vidas, dando un sermón o libaana, como él lo llama en idioma zapoteco, haciendo que cada persona que asista a la ceremonia sienta esa conexión entre la palabra y la responsabilidad del matrimonio.

El ritual suele ser sencillo, pero significativo. Se hace en presencia de familiares y amigos. Anteriormente, comenta Ta Mias, no había tanto consumo de alcohol. En lugar de ello, se bebían aguas naturales, como la horchata; en lugar de sillas de tijera, con el nombre de alguna marca cervecera escrito en ellas, se utilizaban largas bancas de madera; y en lugar de lonas de plástico, se colocaban frescas enramadas que los mismos vecinos ayudaban a construir algunos días antes de la ceremonia. No se veían tantas madrinas ni tanto dispendio. Las mujeres, que eran las principales organizadoras, lucían sus hermosos trajes y lucían bellas sin ningún maquillaje.

El Xhuana, podría decirse, es quien casa a los novios a la usanza tradicional. Conversa con los vecinos, orienta al nuevo matrimonio y les desea larga y feliz vida. Los instrumentos que utiliza para realizar este sacramento suelen ser un jicalpestle, una Biblia, el responso (cooperación, limosna, dinero), una vela adornada con flores, un par de mancuernas, incienso y cerillos, además de un par de cojines. El jicalpestle carga el libro sagrado con que se hace la oración, para que en su matrimonio nunca falte la humildad ante el ser superior a todos; el responso simboliza bonanza económica, para que los recién casados puedan mantener a la familia y que cada uno sepa administrarse adecuadamente; las velas significan la luz que guiará a la familia para estar siempre juntos; las mancuernas representan la unión del matrimonio, para que, cual yunta, sepan caminar de la mano en la vida; el incienso es para llenar de energía el hogar; los cojines se utilizan cuando se arrodillan para dares la bendición.

Los sermones se realizan dependiendo los antecedentes del matrimonio, porque no es lo mismo que la novia haya sido ‘pedida’ que ‘robada’. Cada modalidad cuenta con sus consejos respectivos.

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Después del sermón, se reparte chocolate a los familiares, quienes aceptan pero no deben tomarlo, para que sean los invitados quienes beban. De este modo, se enseña a la pareja a compartir con los vecinos. La duración del ritual es de aproximadamente una hora.

Ta Jeremías afirma que el matrimonio no sólo debe ser fiesta, sino que debemos verlo como un compromiso con la divinidad, la pareja y la comunidad. Es unión, comprensión y respeto. Ser Xhuana, dice, es una labor social que realiza gustosamente sin distinguir persona, edad, barrio, sección o colonia, pues asiste a cualquier lugar que le pidan colaborar.

Realiza ritos de ‘cabo de año’, ‘fiesta de santos’, ‘bendición de casas’, ‘bodas’ y ‘quince años’, además de visitar a los enfermos que se confiesan, gente que se encuentra en cárceles y hospitales de toda la población. Todos los sacramentos los dice en lengua zapoteca.

En este tiempo se conoce a pocas personas que puedan cumplir con la tradición del pueblo, además de tener la habilidad de desenvolverse adecuadamente ante la gente. Ta Mias tiene la ‘gracia’ y la experiencia. Por ello, el 27 de agosto de 1976 el Obispo de la Diócesis de Tehuantepec, Arturo Lona Reyes, lo nombró ministro extraordinario en la sagrada comunión, así como ministro pastoral de enfermo.

Ta Jeremías es un hombre de larga trayectoria. Él mismo es ejemplo de lo que busca inculcar en las jóvenes parejas, pues lleva más de sesenta años casado. No tiene ninguna enfermedad y sigue siendo un hombre fuerte, lleno de vitalidad para realizar el sacramento en donde lo inviten a participar. Procura ayudar al prójimo y eso le ha dado tanta vida para seguir al lado de su esposa, hijos, nietos y bisnietos.

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Sea este texto, basado en la investigación de Yéssica Castillo Luis, alumna de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), campus Ixtepec, un pequeño tributo a Ta Jeremías Matus, Xhuana.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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