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Cultura

La Tabernera

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Desde los años cuarenta a los ochenta, en las fiestas, bailes, velas y bodas de Juchitán existían mujeres hermosas que improvisaban sus puestos en las calles y en la entrada de las enramadas y los recintos con una lona (una carpa), en los cuales vendían cervezas frías a los señores que llegaban a la reunión.

A las muchachas que atendían estos puestos se les llamaba taberneras y eran unas mujeres que tenían cualidades específicas: la mayoría era de cara redonda y cuerpo robusto, generoso y amplio, con una sonrisa pícara y dientes de oro, personalidad obligada para cautivar o atraer a los hombres a sus puestos y hacer que consumieran la mercancía que ofrecían. Esa práctica de vender cerveza floreció durante muchos años, como consecuencia que los anfitriones y padrinos no preparaban comida ni bebidas suficientes para sus invitados y entonces, cuando llegaban las parejas a las bodas, los hombres dejaban a sus esposas junto con las demás en un sector que podía ser del lado del novio o de la novia. Mientras tanto los señores junto con otros se congregaban alrededor de las mesas de la tabernera de su predilección para consumir cervezas y botanas, al mismo tiempo para hacer comentarios de la fiesta referida.
La tabernera y sus menajes eran transportados en carretas tiradas por bueyes y debajo de su puesto o carpa, levantado por el carretero, ella atendía los clientes, ayudada algunas veces por su madre o una hermana.
El carretero la dejaba instalada y volvía alrededor de las seis de la tarde, cuando se había terminado la boda, mientras que en las velas la dejaba alrededor de las ocho de la noche y regresaba hasta la madrugada.
Todo este escenario fue posible en el pasado, cuando la gente del pueblo aún no se había contaminado ni había sido absorbida por la vorágine del sistema consumista. Como en las bodas se consumía agua de frutas de la estación (sandía, guanábana, tamarindo, jamaica) y mezcal, eran escasas las personas que tomaban cerveza, circunstancias a las cuales se debió el desarrollo de las inquietantes actividades de la tabernera de aquella época.
La tabernera fue una figura en torno de la cual se reunían los hombres del pueblo durante más de cuarenta años; era el centro de atención y de información; alrededor de ella se llevaban al cabo la conversación , la charla y el rejuego, cuando aún no existían las cantinas ni las ostentosas y ruidosas discotecas modernas. Fueron famosas Rosa Pina, Rosa Teru, Benita Shuni, Benita Gudxu, Tona Pérez y otras entre las principales.
Después del son denominado Mediuxhiga (medio real que se depositaba, para los novios, en una jícara), los invitados se comenzaban a retirar principalmente las mujeres, en tanto que los señores se quedaban en los puestos de las taberneras y, una vez excedidos de alcohol se peleaban entre sí interviniendo así los sobrinos para separarlos pese a lo cual, cuando uno caía lesionado por un ladrillazo o una pedrada en la cabeza, terminaba la fiesta con un saldo de varios heridos, situación por la cual se volvió costumbre y tradición que hubiera lesionados al final del fandango.
Cuentan que un día se casó un señor rico de la alta sociedad juchiteca, quien estaba preocupado porque tal vez nadie se pelearía al final de su boda; entonces para dar realce acostumbrado contrató personas de bajos recursos de los barrios periféricos, para que se emborracharan y se pelearan al final, solo que como los protagonistas no estaban muy tomados y algunos estaban en su juicio no les permitieron pelearse y los separaron, pero en ese momento salió intempestivamente el novio de la enramada y les reclamó: ¡No los separen, los señores están contratados y pagados para pelearse!.
Todas estas costumbres desgraciadamente desaparecieron cuando llegaron el radio, la televisión y grandes monopolios cerveceros y refresqueros que con muchas facilidades proporcionaron enormes cantidades de cerveza a los padrinos, mayordomos y anfitriones de todo tipo de fiestas, a cambio de la compra de sus bebidas etílicas prestan toldos, sillas, mesas y hieleras para las fiestas. También desaparecieron las marimbas y las bandas regionales.
Toda esa música costumbrista ha sido sustituida por los amplificadores de sonido que hacen un ruido infernal que no dejan que los invitados jóvenes y adultos enamoren a las mujeres, tampoco permite que aquellos que no bailan hagan los comentarios tradicionales que hacen de las parejas que invaden las pistas de baile.
Hoy en día cada invitado contribuye con su cartón de cerveza o botella de licor y se queda con su novia o esposa, a resultas de lo cual los hombres se dedican solo a beber mientras las mujeres se ponen a bailar entre ellas mismas, hasta que termina la fiesta y se llevan cargando en el dorso a sus esposos borrachos, todos ensordecidos por el maldito ruido. ¡Que tristeza y que nostalgia: ya nadie se pelea en las bodas de mi pueblo!
*Tomado del libro “Reminiscencias de la Tierra Nativa”/Autor: Aurelio Gallegos/Edición de la Fundación Todos por el Istmo A.C./Septiembre 2003

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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