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Cultura

La increíble historia de Taa Ndré Nietu (Ixhuateco que previó lo necesario antes de su partida)

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Cuando lo conocimos, él ya tendría los setenta y tres años de edad; nunca le preguntamos de sus familiares, ni cuándo y porqué dejó Ixhuatán para venir y quedarse en Juchitán.

De los oficios rústicos que desempeñaba para sobrevivir, dijo que los heredó de su padre. Si alguien lo ocupaba para un trabajo de carpintería, él se ofrecía para acudir a la compra del material, porque así aprovechaba para platicar con Don Artemio Vázquez, dueño de la maderería “La chiquita”, con quien tuvo una larga y amena amistad.

La albañilería fue otro de sus oficios; sobre todo, lo relacionado al mantenimiento de las casas con tejavana. Su avanzada edad y su gusto diario por el mezcal; lo obligaba a desempeñar sus labores con lentitud y algunas veces con resultados inesperados.

Aun así, los vecinos de la quinta y sexta secciones le dispensaban tales resultados y, más aun, cuando terminaba su jornada, le ofrecían alimentos, los que por lo general comía mientras tomaba sus copas de mezcal.

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Allá por 1986, en un día del mes de mayo, lo llamaron para reparar las goteras debido a unas tejas fracturadas de una casita en la calle Dr. Roque Robles; con la llegada de las primeras lluvias del mes de junio, las gotas de agua fueron tantas que hubo de necesidad de cubrir el techo con enormes lonas viejas que la señora Alicia García, dueña de la casita conservaba para esos casos.

Naa Alicia Meecu, como los vecinos la conocían, sabía donde localizar a Taa Ndré Nietu para reclamarle el mal trabajo que hizo; en efecto, una tarde lo esperó en la esquina de las calles de Dr. Roque Robles y Colón, cuando lo vio venir, dejó que se acercara y se recargara al poste de luz, como era su costumbre; él al ver a Naa Alicia, le dijo…buenas tardes Alicia Meecu, aquí está Andrés Nieto,..carpintero, albañil y anexas para servir a todos los vecinos,..e inmediatamente soltaba su risita y decía ..nay..nay..nay…je..je..je..

La señora Alicia García, no aguantó la risa ante lo que veía y escuchaba, y todavía sonriente le dijo, …taa Ndrée, ..está goteando la casita que reparaste, no sirvió tu trabajo,…el anciano con los efectos de las copas de mezcal, escuchaba atento cerrando y abriendo los ojos, como era su costumbre cuando Naa Alicia terminó su reclamo, Andrés Nieto, contestó entre risa,.. lógico Naa Alicia Meecu, está goteando porque está lloviendo fuerte, pero cuando deje de llover no veras ni una sola gota dentro de la casa,..Naa Alicia no dijo nada, mejor se rio y optó por irse a su casita.

La mayoría de las veces que ocupaban al anciano, no era propiamente por la necesidad de los trabajos, si no, más bien por la oportunidad de ayudarlo económicamente para su sobrevivencia, todos sabían que vivía solo y que en Juchitán no tenía familia alguna.

No se sabe con precisión la fecha, cuando Andrés Nieto, se presentó con mi madre Naa Florentina Gómez Marín, para decirle que si le autorizaba construir una pequeña cabaña en la entrada del patio de la casa, en aquel entonces todavía no existía el Foro Ecológico Juchiteco. La petición fue autorizada, Andrés Nieto, consiguió y recicló materiales, tales como madera, láminas, horcones y otras cosas para construir lo que sería su última residencia terrenal. La choza construida, tenía espacio para un catre y una hamaca; tendría tal vez año y medio de vivir en su pequeña choza, en la que muchos veces compartió algunas copas de mezcal con su amigo entrañable, el señor Fernando Linares taa Nandu Líru, quien vivía a unos cuantos metros del lugar, cuando inició un trabajo que sorprendió a muchos, pues resulta que empezó a recolectar viejas pilas, a las que desarmaba y les sacaba los carbones para guardarlos en un pequeño bote con agua

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Días después trajo cuatro tablones de madera, obsequiada, según versiones de del señor Fernando Linares, por Don Artemio Vázquez, dueño de la maderería la “Chiquita”, con este material construyó un ataúd, que le llevó más de veinte días para terminarlo; para no causar asombro o malos pensamientos entre la gente que pasaba por la pequeña cabaña, las labores de construcción del ataúd, la realizó adentro del lugar; una vez terminada la actividad de carpintería, empezó con el trabajo de pintura, para la cual ocupó el contenido del bote en el que guardaba los carbones de las pilas. El ataúd se construyó con los tablones de pino, tal y como los trajo de la maderería, es decir, no hubo necesidad de pulir la madera, así como estaba, le dio como dicen hasta tres manos de pintura negra, hasta que, desde su apreciación el mueble estaba terminado para su uso.

El ataúd fabricado por Andrés Nieto, fue objeto de comentarios y risas entre Taa Ndrée Nietu y Taa Nandu Líru, las tardes mientras compartían las copas de mezcal matatleco, que era la marca preferida por los dos amigos. La misteriosa decisión de fabricar el ataúd, después pintarlo, tenerlo en su casita, y después entregarle a Naa Florentina Gómez Marín, una libreta de ahorro bancario, con la explicación de que una parte se tenía que destinar para su sepelio, otra para el novenario y otra para los cuarenta días, con la aclaración de que la beneficiaria era una sobrina que residía en Ixhuatán, y la que tendría que retirar el dinero para lo que se fuera necesitando, sorprendió a muchos, y algunos pensaron que era producto del inicio de la demencia senil o por los efectos del consumo de tanto mezcal.

Una mañana del segundo domingo del mes de septiembre de 1989, durante la excavación de la base para las cimentaciones de una casa de un familiar, en el terreno cercano a la ubicación de su residencia, Andrés Nieto amaneció con las molestias de la resaca, aún bajo esta condición llegó a ofrecer su tequio, tomó una pala y empezó a desalojar la tierra que otros iban escarbando.

Como a la media hora de estar compartiendo el trabajo colectivo voluntario, repentinamente se desmayó; de inmediato fue auxiliado y llevado a su catre, se le aplicó un suero y lo dejaron descansando. Una vez terminados los trabajos para la cimentación, fueron a ver como estaba Taa Ndré Nietu, cuando acercaron a su catre, se dieron cuenta que ya no presentaba signos vitales; Taa Andrés Nieto, ya se había marchado del mundo terrenal, sin decir que le dolía algo, se fue en un sueño infinito.

Lo sepultaron en el ataúd construido por él, se lo llevaron en una camioneta Dodge color amarilla propiedad de su También amigo Mario Jiménez, Taa Mariu Sabalote; su sepelio, su novenario y las acciones para sus cuarenta días fueron como él dispuso. Tres meses estuvo su ataúd recargado en un horcón de su pequeña cabaña, esta es la increíble pero cierta historia de Taa Ndré Nietu, el Ixhuateco que se quedó en Juchitán.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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