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Cultura

Fundación de El Coyul

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Perteneciente al municipio de San Pedro Huamelula, El Coyul, es un pueblo que se encuentra ubicado entre Salina Cruz y Santa María Huatulco. Es una población que actualmente cuenta con alrededor de 4000 habitantes con los servicios básicos de salud y educación, pero tuvieron que pasar diversos procesos para que se consolidara. Para los hijos de los primeros habitantes, el pueblo ha cambiado “se ha vuelto otro, hasta su gente ya no es la misma”. Se sorprenden que las cosas no sean como antes, que las personas tal vez por el paso del tiempo sean diferentes y que el mismo pueblo ha adoptado “otras costumbres que no tenía”.

El pueblo se fundó hace 90 años, cuando las primeras personas llegaron a poblar el lugar, al llegar vieron que todo estaba repleto de monte, “no tenía principio ni fin”, habían muchos animales como conejos, venados, iguanas, pavorreales, leones, armadillos, culebras, tigres, mapaches, lagartos, onzaleones y otros más. Mi abuelo me cuenta que los animales abundaban por montones y que incluso jugaba con ellos, “algunos eran inofensivos”. También había muchos árboles de una fruta que se llama coyol, un peculiar fruto amarillo de consistencia pegajosa y del cual se retoma el nombre para el pueblo. Se le puso “Coyul” en honor a esas plantas que acaparaban el lugar y que poco a poco fueron desapareciendo.
A estas personas contar con esa riqueza en fauna les ayudó mucho para su subsistencia, ya que se alimentaban de animales, la caza era su principal actividad pero también del río obtenían chacales.
En un principio la población era muy pequeña, había cerca de 10 casas que estaban hechas de techo de palma, paredes de madera o adobe y estaban muy alejadas entre sí.
Uno de los primeros pobladores y fundadores de “El Coyul” fue el sr. Nicolás Ramírez (+) quien junto con su esposa Cirila Robles (+) fueron muy importantes para que el pueblo se consolidara y más aún porque tuvieron descendencia y sus hijos llevaron a cabo el proyecto de convertir al lugar en un pueblo sin darse cuenta. Las principales actividades económicas que se daban en ese entonces eran la pesca, la ganadería, la agricultura y la venta de alimentos. Las personas iban a vender sus productos a Salina Cruz, llevaban gallinas, huevos de gallina y de tortuga, pescado, entre otros. Anteriormente no contaban con ningún servicio público como agua, luz, ni transporte. Las personas tenían que ir al río para bañarse, lavar la ropa y acarrear agua a sus casas; usaban lámparas que funcionaban con gasolina para alumbrarse por las noches; y los viajes a Salina Cruz los hacían caminando, en burros o caballos repletos de productos para vender, en esos viajes se tardaban 2 días en llegar.
En el pueblo todo era de todos, a nadie se le prohibía cultivar la tierra siempre y cuando se hiciera cargo de ella. No existían los comprobantes o algo que avalara que las tierras le pertenecían determinada persona, no se preocupaban por eso, “estaban como ilegales en un lugar que no les pertenecía”. Sin embargo después surgirían los problemas de propiedad que actualmente enfrentan los hijos y nietos de los primeros pobladores.
La vida del pueblo seguía un ritmo tranquilo, había mucha convivencia entre los pobladores, ayuda mutua y respeto. Las primeras personas que llegaron al lugar empezaron a tener hijos y así el pueblo fue creciendo poco a poco. Pero no fue hasta el año de 1960 que “El Coyul” empieza a tomar forma y en ese entonces se crea un tipo centro de salud atendida por las mismas personas del pueblo para auxiliarse cuando estuvieran enfermos. El centro de salud era de palma y no contaba con el equipo médico profesional para atender enfermedades o problemas graves, sólo se ayudaba a las personas con pequeños malestares para lo cual se usaban plantas medicinales; y cuando las señoras iban a tener a sus bebés, las parteras eran quienes las atendían.
En 1970 se reconoce como pueblo y se le da el nombre de “Coyul”. En esta década también se empieza con la construcción de la carretera que conectaría al Istmo con la costa. Con el proyecto de la carretera el pueblo tuvo trabajo por un tiempo, ya que se requirió de mano de obra. Fue con esto cuando se vio el cambio del pueblo pues lo que antes era monte ahora era una carretera y además empezaron a llegar personas de otros lugares a vivir en el pueblo.
Mi abuelo recuerda muchas veces cómo era la vida en el pueblo hace 70 años y se sorprende de tantas cosas que ve hoy en día. A veces se le hace increíble que el pueblo haya crecido tanto.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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