Cultura
Circo Pascualillo*
Allá por los años cincuenta o sesenta del siglo XX, llegó a la ciudad de Juchitán el Circo Pascualillo. Cuyo dueño y gran parte de sus integrantes eran del estado de Chiapas y de la propia región del Istmo que Pascualillo reclutaba de los pueblos vecinos. Entre los cirqueros hubo tres que eran hermanos y oriundos de Juchitán dos varones y una hermana quien se casó con Pascualillo, el dueño del Circo.
Pascualillo, el payaso principal del espectáculo era un hombre de mucha gracia, versátil, pícaro, que entablaba conversación con el público y de ese dialogo improvisaba otros chistes, al estilo de Ricardo Bell y Mr. Orrin. En otras ocasiones se confundía entre el público, para la cual antes de la función se sentaba en las gradas como cualquier parroquiano para reclamar, gritar, chiflar y retar a los artistas del propio Circo, si algún número no les satisfacía, y exigía la devolución de las entradas.
El Circo Pascualillo era pequeño, por lo que muchas veces tenía que improvisar a los actores, a quienes reclutaba en cada pueblo por donde pasaba y se quedaba por periodos de un mes, pero además eran tan listos que contrataba la banda local de música, para anunciar las funciones del Circo en la población. Hay que agregar, para mayor disfrute y conocimiento del respetado lector, que contaba con varios animales entre ellos un elefante, un león, un caballo, un perro y varios changos, siendo su número estelar enfrentar un toro con un león, en una jaula.
Este Circo de Chiapas y del Istmo siempre tuvo más aficionados y fanáticos que el cine, porque a mucha gente le gustaba ver las cosas más reales que se daban en el Circo y no de las películas que para el público eran puras sombras proyectadas en la pantalla, irreales y muestra de la exageración de las acciones y ejecuciones artísticas. El Circo duró mientras vivió Pascualillo. Instalaba su espectáculo en la esquina de avenida Juárez y 5 de Mayo, en la tercera sección de Juchitán, en donde hubo un terreno baldío muy extenso que fue propiedad de la familia Ferra. Al morir Pascualillo el Circo se desintegró y dos de los hermanos que trabajaron con él regresaron a su pueblo, en donde actualmente viven dedicados a otras actividades y oficios.
Todos los niños de esa época, igualmente que los adultos y los viejos, disfrutaron mucho de este Circo, una de las pocas diversiones que llegaban cada seis meses al pueblo, un día Pascualillo, en su número que hacía con la presencia de un elefante, preguntó entre el público asistente que si había una persona que hiciera que el elefante diera un paso adelante; de inmediato entre los asistentes salió un parroquiano audaz, valiente, atrabancado y pícaro, quien dijo ¡yo!, aunque necesito que me consigan una vara d escoba. De inmediato se la dieron y entonces se acercó al elefante y ante la expectación y los ojos atónitos del público, le golpeó los testículos con la vara y el animal no solamente dio un paso, sino que trotó y se salió de la pista, acción que fue muy aplaudida por el público y mereció que Pascualillo le diera un premio en efectivo, ofrecido de modo previo, para el intrépido que se atreviera.
Pasó el tiempo. En la siguiente temporada volvió al pueblo el Circo Pascualillo con el mismo elefante y en la función correspondiente Pascualillo preguntó al público que si había un persona que hiciera que el elefante moviera la cabeza en señal de no: después de un rato, salió entre la multitud el mismo hombre del año anterior, (Pascualillo no se acordaba de él) y dijo ¡yo! Pero para ello requiero de una escalera para poder hablarle al oído al elefante. Otra vez, al instante le trajeron la escalera y se la colocaron en el lomo al elefante y entonces el parroquiano, ante la espectación del público se subió a la escalera, le habló al oído al elefante y le dijo – ¿quieres que te golpee con esta vara los testículos?-
El elefante movió la cabeza para indicar que no, el público en las gradas se deshizo en exclamaciones, ruidos, aplausos y chiflidos y el listísimo paisano volvió a ganar otra vez el premio en efectivo.
Lo que había sucedido es que, en tanto que le susurraba en la oreja al elefante, le pico adentro de ella con una vara, causando que el animal, molestó, sacudiera la cabeza para quitarse la molestia. En suma un movimiento reflejo.
Así eran los Circos de antes en los pueblos, tradición que ya se ha perdido porque ahora se han convertido en grandes espectáculos transnacionales con cantantes jóvenes de música moderna y ruidosa y ya no se siente el ambiente pueblerino lleno de algarabía y risas sanas de niños, adultos y ancianos.
*Tomado del libro: “Reminiscencias de la tierra nativa”/Autor: Aurelio Gallegos/Edición de la Fundación “Todos por el Istmo” A. C./ Publicado en el año 2003.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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