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Cultura

¿Por qué Juchitán tiene dos ‘San Vicente’?

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INVITACION

Algunos curiosos que entran al Templo de San Vicente Ferrer, en Juchitán, se preguntan por qué razón este recinto alberga a dos santos con igual nombre, cuando lo usual es que cada pueblo conserve y venere a un solo Patrono. Uno es Gola (‘grande’), y el otro Huiini’ (‘chico’). Cada cual con su propia festividad y con nicho respectivo.

Para responder esta duda, es necesario repasar lo acontecido hace más de un siglo; pues este tema, que podría parecer ajeno a las circunstancias de nuestra historia, guarda íntima relación con el pasado de los pueblos del Istmo, y con uno de sus movimientos armados más importantes: la rebelión que encabezara Albino Jiménez, mejor conocido como Binu Gada.

En septiembre de 1870 el héroe de la resistencia zapoteca contra la intervención francesa se levantó en armas. En ese entonces gobernaba el Estado de Oaxaca Félix Díaz, apodado El Chato, quien era además hermano de Don Porfirio.

No pretendo detallar las razones de la rebelión de Binu Gada. Baste con decir que se enmarcaba en la larga tradición de lucha por defender los recursos naturales y la autonomía política de los pueblos zapotecas del Istmo, en contra de las imposiciones del Gobierno del Estado. Como en todo conflicto armado, una chispa encendió la mecha: cuentan que un pequeño altercado entre Albino Jiménez y el Jefe Político de Juchitán, apodado Dxu’ yuudxu (‘forastero podrido’), provocó la nueva guerra, apenas cuatro años después de la batalla del 5 de septiembre en Juchitán, en que los habitantes del Istmo derrotaron a las tropas imperialistas que servían a Maximiliano de Habsburgo.

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La respuesta oficial fue contundente. El Chato Díaz envió un contingente armado para combatir y vencer a los pronunciados, el cual regresó después de una estrepitosa derrota. Ante tales circunstancias, el Gobernador en persona acudió al teatro de operaciones. Llegó con un numeroso grupo de soldados, y tomó a sangre y fuego la población de Juchitán en los días finales de diciembre de 1870. El pueblo fue incendiado. No tuvo piedad con los viejos ni con los niños; persiguió a los rebeldes hasta los pueblos huaves adonde se habían refugiado. Además, capturó y fusiló a varios héroes que habían combatido valientemente a los soldados franceses; entre ellos al Coronel Máximo Pineda. Asimismo ejecutó al líder de los samblaseños, quien fuera su primer presidente municipal, Mateo Jiménez. Se dice que las escenas de horror fueron más terribles que en todas las guerras anteriores…

Para terminar de humillar a los tecos, Félix Díaz decidió golpearlos en su fe, y en el símbolo mismo de su identidad comunal: el Santo Patrono. Cuentan los ancianos que el Gobernador del Estado entró a caballo al templo de San Vicente Ferrer y mandó bajar al Santo de su nicho. Lo amarró a la bestia y lo arrastró por las principales calles de la población, mientras la tropa y los supervivientes miraban asombrados la escena. Los indomables zapotecas por fin habían sido vencidos y avasallados; aunque su principal líder lograra escapar y agruparse en forma de guerrilla en los montes y bosques de la planicie costera.

Juchitán se quedó sin San Vicente Ferrer, pues El Chato Díaz se lo llevó. Comentan que le cortó los pies porque no cabía en la caja. Sin embargo, un año después, la vida y los binnizá harían pagar caro la impertinencia del Gobernador de Oaxaca.

En noviembre de 1871, el General Porfirio Díaz lanzó el Plan de la Noria, para derrocar al Presidente de la República. El hermano del jefe insurrecto, se pronunció en su apoyo desde el Gobierno del Estado de Oaxaca; y ante esta nueva coyuntura, Albino Jiménez y sus hombres leales se levantaron en armas contra la autoridad estatal. De Chiapas recibieron apoyo, y el 8 de diciembre Binu Gada recuperó Juchitán, que seguía en manos gobiernistas desde las batallas del año anterior. El día 10, enfrentó a los soldados de la Guardia Nacional en Ixtaltepec, derrotándolos completamente. Pocas horas después, ocupó la ciudad de Tehuantepec.

Benigno Cartas, jefe de un contingente armado de tehuantepecanos y samblaseños que también se rebeló contra el Gobierno de Oaxaca, capturó a Félix Díaz en enero de 1872 cerca de Pochutla, mientras éste huía con intención de embarcarse fuera de la Entidad. Cartas, sabedor del terrible daño que el Gobernador había ocasionado a los juchitecos, lo entregó con ellos. Apenas un año después del incendio de Juchitán, y del fusilamiento de varios líderes zapotecas por órdenes de El Chato Díaz, éste caía prisionero en las manos de las personas que más lo odiaban.

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La versión que describe la muerte de Félix Díaz coincide en casi todos sus detalles: el Gobernador fue atado a un caballo y arrastrado por el campamento, tal como él hiciera con el Santo Patrón de Juchitán. Con la ropa desgarrada y la piel sangrante, los soldados descalzaron a El Chato, y con un filoso machete le cortaron las plantas de los pies, dejándolo sin piel (recordemos que él trozó los pies de San Vicente, al no caber en la caja donde lo transportó). Acto seguido lo obligaron a caminar en la arena caliente (otros refieren que sobre carbón al rojo vivo). Las palabras que Félix Díaz escuchaba de los juchitecos eran una repetición constante de “acuérdate de San Vicente”. Finalmente al Gobernador de Oaxaca le cortaron los genitales y se los introdujeron en la boca, con lo que la humillación que él propinó estaba saldada. Los zapotecas istmeños cobraban caro la mutilación y desaparición del Santo.

La rebelión de La Noria fracasó. Porfirio Díaz fue derrotado y terminó huyendo del país; su hermano fue ejecutado. Los juchitecos solicitaron reiteradamente la devolución del Santo a Benito Juárez, Presidente de México, lo que no dio resultados. Entonces le pidieron que de los bienes confiscados a Félix Díaz, se pagara el importe para la adquisición de uno nuevo, a lo que aquél también se negó. Juárez acabó sus días en julio de ese mismo año (1872).

Después de un tiempo, el pueblo de Juchitán recibió solemnemente al San Vicente que ocuparía el lugar del que se llevó El Chato. Como era más chico en tamaño, y reciente en tiempo, le pusieron San Vicente Huiini’ (‘chico’). Décadas después, cuando el pueblo logró recuperar al Santo perdido (el 10 de octubre de 1964), Juchitán pasó a tener dos esculturas representativas: San Vicente Gola (‘grande´), y San Vicente Huiini’.

Y esta es la historia que se teje al rededor del hecho de que Juchitán tenga dos santos…

Anexo de Enrique Guajiro López
Estimado Gubidxa:

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Aún conservo un volante fechado el 1º de octubre de 1964 en el que se invita a los habitantes de Juchitán al “grandioso recibimiento que haremos a nuestro Patrón SAN VICENTE FERRER” el día 10 de octubre de 1964. Ahí también se lee: “SAN VICENTE, El Viejo Patrón de Juchitán fué Encontrado. San Vicente Regresa Mutilado pero Triunfante a su Pueblo después de 94 años”.

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Yo viví muy de cerca esta historia, pues mi padre Victoriano López Toledo (Juchitán, 1900-1998) junto con la Señora Alicia Jiménez de Colmenares, convenció a la señora de San Blas Atempa, que custodiaba a San Vicente, de devolverlo a su pueblo. Una noche, mi padre y Na Roselia (hermana de la señora Alicia) en un automóvil de alquiler, trasladaron al Santo a Juchitán en donde lo mantuvieron en secreto unos días, en lo que se preparó la multitudinaria recepción.

Tuve la oportunidad de ver a San Vicente Ferrer recién rescatado en casa de Na Roselia (en donde lo mantuvieron escondido). Vi que no tenía piernas, su cuerpo estaba montado sobre un tripié de madera y vi su rostro reflejado en los ojos llorosos de Na Alicia cuando me dijo: ?Bésalo hijo, es nuestro padre amado.

Enrique Guajiro López

PD: Para los interesados en el tema, les comento que el Dr. Víctor Raúl Martínez Vásquez publicó en 1997 El retorno de San Vicente Ferrer a Juchitán de las Flores, folleto que incluye algunos documentos y entrevista con las personas que tuvieron relación con esta historia y el retorno de San Vicente a Juchitán.

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*Publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos ?Año II, N° 75, Jue 02/Ene/2014?, suplemento cultural del Comité Melendre

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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