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Cultura

Curación zapoteca

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Mal de ojo

Para cada enfermedad hay especialistas, curanderos, curanderas y matronas entre las cuales algunos, aún muy famosos para las enfermedades de las criaturas como la llamada “ojo”, que resulta según ellos, cuando la criatura no ha sido acariciada por el extraño que de ella se enamorara. Entonces se pone triste el niño y entra en un estado semejante al de una crisálida, porque se encierra en un periodo de desgano y sopor.

La curan con livianos masajes de manos; luego con un huevo de gallina refrescado en agua y al terminar la operación quiebran el huevo en la misma agua y cubren a la enfermita con hojas frescas de tamarindo remojadas en anisado, la arropan con unas sábanas durante una hora y con esto sana regularmente en una, dos o, cuando más tres curaciones.

El “mal de ojo”, ojos que en ocasiones enferman por haber sufrido una vergüenza, palabra que en zapoteco se dice stui y enfermedad que se llama también guchatchi (iguana), lo curan con sortilegios o embrujos en este forma: en un plato con agua fresca de epazote ponen en cruz dos pedazos de carrizo partidos, dos cuchillos limpios y un chile picante, verde y grande, sin destripar. Alternativamente colocan sobre el ojo enfermo los cuchillos y carrizos, simulando de cuando en cuando movimientos de corte, como si estuvieran cortando algo que hay en el ojo y por eso mismo la operación se llama guendaruchugu (cortar).

Es curiosa la curación de la “perrilla” que también se hace con sortilegios, pero el caso es que se logra curar. Momentos antes de levantarse de la cama y sin enjuagarse aún, el paciente se da un masaje en el ojo afectado con su propia saliva, pasando el brazo operador por detrás de la cabeza; es decir, si la perrilla afecta el ojo derecho, se trabaja con la mano izquierda y se hace viceversa si el ojo afectado es el izquierdo. Con tres curaciones mañaneras, adiós perrilla.

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Mal de ojo

El procedimiento más usual es el siguiente: a cuatro metros de distancia del ojo del enfermo, el curandero se para delante, apedreando al, perro, mientras el paciente se protege la cara, poniendo sobre la perrilla una pichancha de jícara de morro, que es una especie de coladera y es cuestión de tirar con tino, metiendo las piedrecillas dentro de la pichancha de morro y haciendo blanco. La curación se repite de mañana y tarde y con tres días está muerto el perro a fuerza de pedradas. La curación no falla.

Para curar el paludismo empiezan por quitar el amargor de la boca con un poderoso vomito estomacal de té de manzanilla con sal. Al aparecer síntomas febriles se toman una buena taza de té de palo de mulato (en zapoteco yaalguittu). Este es un árbol de corteza áspera, gruesa y jugosa, rica en sustancia amarga, tal vez quina. Cuando esta medicina falla, entonces toman té de copachil, que también es una substancia amarga que debe de contener quina.

El paludismo inflama el hígado (en zapoteco viáaxhi) y esta inflamación se cura con plasmas tibias de hojas de nopal, limpias d espina y chamuscadas. Estas e ponen en el lugar afectado. Para el mismo fin usan el parche de cerato. Los dolores de cabeza propios de paludismo se alivian con remojos calientes de pies, ingiriéndose, enseguida, una taza de té de hojas de naranjo y arropándose para sudar. Al convalecer le dan baños tibios, pero en el agua cuecen en abundancia tiernas hojas de madrecacao, guieehniza.

También curan el espanto, que es la impresión aguada que queda después de algún susto. Se confunde con la tuberculosis en cuya curación sí fracasan. Pero, sí se trata de espanto, el afectado de él se siente calenturiento, entristecido y sin ganas de comer. La curación es admirable, porque le refieren al enfermo, con precisión, cómo aconteció el espanto que produjo la enfermedad y éste se da cuenta de que lo que se dice es cierto y queda satisfecho, contribuyendo esto a su restablecimiento. El curandero, al tomarle el pulso, encuentra liego, por medio del tacto, la verdad de lo sucedido con tal clarividencia, que pare que tuviera la clave más complicada que el tiritanga del telégrafo. Con este procedimiento nunca fracasa la curación.

En cuanto a partos en la actualidad, las matronas están ya muy adelantadas. Usan alcohol como antiséptico y cáustico del cordón umbilical bien vendado, del recién nacido: limón para los ojos del niño y permanganato para la madre, si la matrona no dispone de alcohol, cortan el cordón umbilical, con tijeras que queman con una vela encendida y zahumándolo.

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•Fragmento tomado del libro: Tradiciones y Leyendas del Istmo de Tehuantepec/Autor: Gilberto Orozco/Revista Musical Mexicana 1946

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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