Cultura
Amor otoñal y nostalgia por un romance inesperado.
La historia de un amor profundo en una especie de fantasía provinciana.
Los años que envolvieron su existencia y la voluntaria adopción de la soledad, lo convencieron y aceptó que el amor en primavera es para los corazones que laten fuertemente en plenitud de la juventud; nunca se imaginó que después de los cincuenta años encontraría por segunda ocasión, un amor que hiciera vibrar intensamente su ser, que provocara en él la sensación de una ilusión y, que por lo mismo, finalmente lo regresara al pasado para experimentar otra vez el dolor de la nostalgia y a la soledad de siempre.
Han pasado más de quince años, desde que Carlos Nateras se distanció de la primera y única compañera que, por mutuo convencimiento acordaron vivir como marido y mujer en un departamentito de la colonia Narvarte en la ciudad de México. Desde aquel entonces, aceptó como compañera a la soledad, con la que solía compartir casi diariamente con un café capuchino bien caliente, que preparaba en unos cuantos minutos, gracias a los nuevos aparatos creados por las avanzadas y nuevas tecnologías; la adicción a las lecturas de libros de diversos autores nacionales y extranjeros, y a la música clásica, combinada algunas veces con melodías de intérpretes, tales como: Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Joaquín Sabinas, Jorge Cafrune, Alfredo Zitarroza, Oscar Chávez, Facundo Cabral, el Grupo de los Folkloristas y uno que otro cantante de música romántica, mitigaban sus angustias y sus momentos de soledad nocturnas.
Su carácter pasivo y un tanto introvertido dificultaba de sobremanera la posibilidad de cortejar y conquistar mujer alguna, y tal vez por eso es que, direccionaba energías y atenciones a sus labores de reportero profesional, lo que le permitía, ser distinguido entre sus compañeros como un trabajador sobresaliente en sus quehaceres.
Al paso de los años, Carlos Nateras llegó a la conclusión de que, las esperanzas para un nuevo amor estaban perdidas.Trabajaba en un diario de circulación nacional; al término de las jornadas laborales, en compañía de algunos amigos y colegas, crearon la costumbre de compartir momentos de bohemia nocturna, en un bar ubicado en la zona rosa conocido como “El Perro Andaluz”. Esa noche del treinta de Abril, después de algunas copas, Carlos se miró en el espejo colocado frente a la mesa en la que con frecuencia reservaban, y se encontró con un caballero de abundantes hilos de plata en sus cienes,…..¡¡carajo !!..exclamó, hoy estoy cumpliendo cincuenta años de vida. Sus amigos lo vieron en silencio y lo dejaron con su monólogo, hasta que se decidió dialogar y confesar lo que antes no se atrevía decir; les dijo, que se resignó a la soltería y a estar en los brazos de la soledad, porque en su mente se desvanecían las ilusiones de un nuevo amor, desde que su compañera se alejó argumentando falta de compatibilidad, pero que, en realidad la causa de la separación fue el desamor. Les confesó sobre su concepción filosófica en los terrenos del amor, les dijo que todo en la existencia terrenal es relativo y que solamente el tiempo es absoluto, por ende, el amor absoluto no existe, y que el tiempo se encarga de cubrir con polvos suaves del olvido los sentimientos que le dan forma y alimentan eso que le llaman amor.
Los días en que sus compañeros de trabajo lo veían un tanto agotado y deprimido, con frecuencia le recomendaban tomarse unas vacaciones; hasta que por fin se decidió, el siete de mayo, después de pensarlo y aceptando que su cuerpo ya le exigía un descanso, solicitó a su jefe inmediato sus vacaciones postergadas; mismas que fueron concedidas de inmediato.
El primer día de su descanso, mientras saboreaba un café caliente que ameritaba el clima frío del momento, recordó los comentarios que algunas veces escuchó de sus colegas cada que regresaban de sus merecidas vacaciones; no se acordó de la persona, pero si de lo que comentó acerca de las alegres, impresionantes, divertidas y compartidas fiestas en una ciudad del estado de Oaxaca; a manera de precisar el nombre del lugar, de su celular marcó un número y se comunicó con alguien de la oficina para saber el nombre del lugar; en un pequeño cuaderno de notas, escribió un nombre y dio las gracias por la respuesta, leyó y repitió dos veces el nombre de Juchitán.
En lo que atendió algunos asuntos particulares y preparar su viaje, pasaron algunos días. El trece de Mayo, fecha marcada en su boleto de ida, viajó a su destino, llegando el día catorce en la madrugada a Juchitán; antes de abandonar la terminal de autobuses, consideró necesario adquirir el boleto de regreso para el seis de Junio. A la salida del edificio, distinguió algunas letras luminosas anunciando un hotel, por lo moderno de su fachada aspectos de aparente orden y limpieza; entró y se registró como Carlos Nateras, procedente del Distrito Federal.
En su pequeño cuaderno de notas, había escrito a manera de plan, en cuanto a recorridos, visitas y comidas típicas del lugar. En su primer día de recorrido, visitó la Casa de la Cultura, el Foro Ecológico Juchiteco y su iguanario, tomó cantidades enormes de fotografías, de puestos de vendimias diversas en el mercado, le sorprendieron las iguanas moradoras de los grandes guanacastles del parque central. Por la mañana saboreó las delicias de las carnes de conejo, armadillo e iguana; al medio día se deleitó con unos pescados al horno y unas huevas de lisa al mojo de ajo en un restaurante conocido como la “Tequita”; por la noche, probó por vez primera, el rico búpu y minutos después las famosas garnachas.
En la mañana del dieciséis de Mayo, volvió nuevamente al parque central, se sentó en una de las bancas, haciendo compañía a uno de los tantos ancianos que frecuentan el lugar. Dominado por la curiosidad, el anciano campesino, inició la plática cuestionando al visitante acerca de su nombre, ocupación y procedencia; una vez ofrecidas las respuestas, a Carlos Nateras, le pareció agradable las pláticas del anciano, quien ya en confianza, dijo llamarse Catarino Vázquez, éste al enterarse del tiempo de permanencia en Juchitán de su interlocutor, y dada la gentileza, nobleza y hospitalidad que caracteriza a los campesinos juchitecos, consideró oportuno hacerle una invitación a Carlos Nateras, para que asista a la Vela Higú, la que se celebraría la noche del veinte del mes. Aceptada la invitación y enterado de los requisitos para ingresar a la tradicional fiesta, el visitante, tuvo que adquirir su pantalón negro y su guayabera blanca.
La Orquesta de Roy Luis, sandunga, cuando el periodista se presentó con su riguroso cartón de cervezas, preguntó acerca de la ubicación del puesto de la familia del campesino Catarino Vázquez, no tuvo problemas Para llegar y entregar su cartón, al ser recibido, se le asignó una silla, casualmente al lado de una hermosa dama, ataviada con un bonito y atractivo traje regional, con una flor amarilla en la frontal derecha de su negra y sedosa cabellera, era una dama de piel morena clara, con ojos claros, que al sonreír mostraba sus dientes de blanco marfil; su edad oscilaba entre los 28 años. Al saludarse, sus miradas quedaron fijas por un instante, y sus corazones palpitaron fuertes como presagiando algo inesperado y hermoso. A pesar de su timidez, el fuereño, saludó a la bonita dama, dijo su nombre, y ella su vez le dijo llamarse Paula Vázquez. Sus miradas se cruzaban constantemente, como queriendo decirse algo, pero nadie se animaba a romper el hielo; hasta que el profundo romanticismo de la melodía Siboney, interpretada magistralmente por la orquesta “Roy Luis” estimuló como un veloz rayo el corazón de Carlos Nateras desapareciendo milagrosamente su estado de timidez, ni él mismo supo cómo, pero se levantó con rapidez y sacó a bailar a la hermosa juchiteca. Después de Siboney, con las manos sudando por el nerviosismo del momento y la natural y mutua atracción, ya con mayor confianza, disfrutaron la canción Ranchu Gubiña.
Bailaron hasta a las cinco de la mañana, y platicaron ampliamente, él le dijo que estaba de visita y que venía del Distrito Federal y de ocupación periodista, también se sinceró con ella diciéndole que no tenía compromiso con dama alguna, aclarando su condición de libertad; ella a su vez le dijo, que había nacido y pasado su infancia en un pueblito llamado Santa María Xadani, y que había radicado algunos años en Guadalajara, Jalisco, de donde regresó para radicar en Juchitán, le comentó que el anciano campesino Catarino Vázquez, era su tío; que se dedicaba al comercio y en sus ratos libres, bordaba y tejía prendas para la hechura de trajes regionales. Cuando se interpretó el Lucero de la Mañana, melodía clásica con la que se anuncian la culminación de las velas, ya sus sentimientos habían avanzado considerablemente; discretamente, sus manos se tocaban suavemente, enviando mensajes a los corazones, se puede decir, que se experimentó el amor a primera vista y al primer encuentro. Al momento de despedirse, él le preguntó si podían verse al día siguiente, ella le contestó que sí, pero por la tarde para presenciar la regada de la pasión Higú.
Para cuando se citaron y se vieron en los demás días, ya cupido los tenía bien unidos con sus certeras flechas de amor, en una cristalina esfera de un romance que parecía nacida desde hace mucho tiempo. En las visitas a los balnearios de Magdalena Tlacotepec, y Laollaga, ella le dio a probar unas ricas y frescas pitayas, bromearon y se rieron por el color se impregnaban en sus labios al consumir la fruta primaveral; en otros días, sintieron la suavidad de la blanca arena de las Playas: Cangrejo, Brasil, Azul y Chipehua. Abrazados cual novios quinceañeros, contemplaron la inmensidad de los mares y sus imponentes olas en los crepúsculos vespertinos.
El amor los tenía envuelto en un profundo y feliz romance, cuando la fecha de regreso sorprendió por la mañana a Carlos Nateras; al medio día se vieron en el parque, entonces Carlos le dijo que, esa noche partiría de regreso al Distrito Federal, una lágrimas repentinas se asomaron por los ojos de Paula, con un leve sollozo, le dijo que lo amaba profundamente y que su ausencia le dolerá mucho. Él para calmarla le confesó que no se preocupara, que únicamente regresaba a ordenar algunas cosas en la capital, y que volvería por ella. Había algo delicado que Paula no se animaba a confesarle a Carlos, él se dio cuenta esa inquietud y la angustia, entonces le hablo suavemente al oído para animarla, al momento en que ella se decidió a expresar lo que tenía oculto, las lágrimas ya caían en grandes gotas. Ella le dijo que le había ocultado que estaba comprometida y que se casaría dentro de seis meses, en cuanto el prometido regresará de un viaje al extranjero; pero que tal compromiso se rompería si él se decidía a regresar por ella lo más pronto posible.
Carlos Nateras, no fijó la fecha para regresar por la hermosa Paula Vázquez, aunque sí le aseguró que regresaba pronto. Pasaron los días, a pesar del gran amor que sentían, él no pudo explicar el por qué no regresó por ella, en cambio la hermosa Paula, rompió su compromiso, no se casó; todavía con las esperanzas de volver a verlo, sus lágrimas caían en grandes cantidades sobre las rosas rojas bordadas en una tela color negro, solicitada por alguien para un traje regional, que por cierto nunca se entregó. Entre sollozos y lágrimas, Paula, juró no volver a enamorarse, ni visitar las playas y mucho menos volver a probar las frescas y dulces pitayas. Carlos Nateras, visitó con mayor frecuencia el bar de costumbre, entre copa y copa, leía y releía una de las máximas obras de Don Gabriel García Márquez, el libro ”El Amor en Tiempos del Cólera”, se compró un disco en el que escucha Siboney entre lágrimas..
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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