Conecta con nosotros

Cultura

Másimu, el requinto del trío Xavizende

Publicado hace

el

Detrás suyo, adosados a una pared cuyo color vio pasar mejores tiempos, penden cuatro fotos, tres de ellas antiguas, donde se ve la sonrisa galana que le ha caracterizado siempre; en una se puede apreciar a un buen mozo en pose de artista, con la guitarra al pecho, como acariciándola, como no queriendo dejar que agarre vuelo sola.

En otra, un tanto reciente, ya se ve al personaje que muchos alcanzamos a escuchar en los terrenos floridos de un céntrico bar juchiteco, trovando junto a Mariu Cheenu’ y Jimmy, el que destaza ganado a golpe de hacha y cuchillo, allá por Cheguigo.
Encasquetado el sombrero de palma, puesta la guayabera blanca, con la colorida uña de plástico en el pulgar derecho y la mirada en calma, Máximo Santiago Sánchez (Másimu en nuestra lengua) parece decirnos desde esa su casi beatífica sonrisa que le pongamos atención, que las cuerdas por él pulsadas están a punto de bailar bajo el conjuro de sus dedos.
Setenta y cinco años después de haber tocado su primera guitarra, en casa del peluquero Vítor Chi’ta’, Másimu se regodea todavía con una habilidad que recuerda aquellos cercanos tiempos del bar Jardín, de la cueva de Ta Nide, del bar Taurino. Y qué me cuentas de La choza, dice. ¿Y de La campeona? Llevado por este interés suyo, le pregunto cuánto tiempo lleva sin salir a tocar en las cantinas con su amigo Jimmy (Mariu dejó este mundo de reformas hace algunos años). Sus ojos dejan salir una lánguida luz y responde: uuu, ya tiene como un año, no, más, un año y tres meses.
“Ya no puedo, estoy enfermo. Apenas hace unos días me llevaron al sanatorio san Judas, me sacaron seis mil pesos, pero no me hicieron nada. Me siguió doliendo el cuerpo, continuaron mis problemas, luego mi ojo que casi no puedo abrir” (y uno mira, entonces, los lentes oscuros que le cubren medio rostro). “Algunos amigos me ayudaron para pagar lo del doctor, que primero pedía siete mil, pero luego le bajó”.
“Ya después, con el apoyo del Dif me atendieron en el Centro de salud, ahí fue que me pusieron esto”, habla mientras voltea para señalar una sonda que desagua lentamente los humores de la vejiga.
En voz baja, su hija María de Lourdes cuenta primero que su padre ha perdido un poco de su capacidad auditiva, enseguida agrega que el ojo derecho lo tiene casi cerrado, a resultas de una infección que está siendo atendida con unas gotas para el caso. Disminuye el volumen de sus palabras, se acerca a la visita para compartir datos de la enfermedad más fuerte que aqueja al legendario requinto del Xavizende. Él no lo sabe, manifiesta antes de seguir su tarea en el lavadero.
Sentado al borde de su hamaca, viste un calzón deportivo y una playera que restira para mostrar un logotipo de campaña electoral. Seis de éstas me regalaron, expresa ufano.
Le pido permiso para que Emmanuel le tome unas fotos y grabe algo en la videofilmadora. Asiente y sonríe. “Hace poco vino una muchacha guapa, platicamos y me tomó unas fotos, luego vino y me dejó eso”, cuenta y apunta hacia un recorte de periódico enmarcado. Aprovecho para preguntarle que si la magia de su guitarra atrajo las caricias de algunas mujeres. Una amplísima sonrisa le ilumina el rostro moreno antes de responder con una alargada letra: uuu.
María de Lourdes le alcanza una guayabera blanca y un sombrero al cual mira insatisfecho. Éste no, el otro, éste está feo, le reclama a la hija. Hacen el cambio y toma su guitarra. Se coloca la uña de plástico y comienza a rasguear. Es otra su mirada, otra la postura de su cuerpo, que ahora se endereza al comenzar una suerte de calentamiento de los dedos. Ya están un poco engarrotados, dice mientras los mueve. Agarra vuelo y sigue.
Mientras por el callejón de la Séptima pasa el ruido de un mototaxi y por la calle cercana los coches dejan el sonido de su carrera, Másimu entorna los ojos.
¿Y el Fandango? le suelto a media pisada. Újule, eso si está difícil, contesta. Pero no se amilana, toma su viejo capotraste, lo ajusta e inicia los acordes de una pieza cuyo arreglo surgió después de la apuesta que hiciera con el torero juchiteco Cuatru’, allá por las fiestas de san Pedro en Tapanatepec, hacia mil novecientos sesenta y cinco. Un Fandango teco que le ha hecho ganar más aplausos que dinero, pero que él ejecuta no sin dificultades.
Termina la melodía. Sus ojos continúan iluminados. Sabrá dios cuántos rincones, cuántas cantinas, ciudades, visita en su recuerdo. Cómo es que te llamas, me pregunta. Le respondo. Ah, sí, claro, fuimos algunas veces a tu casa con los muchachos ¿verdad?, agrega.
Le miro y la memoria mía viaja también a los centros culturales de relajantes aguas en que nos encontramos con los viejos amigos. Nos levantamos para despedirnos, agradecemos su cortesía, su generoso corazón de juchiteco bien nacido. Devuelve la mirada y sus dedos se mueven para regalar algunas notas del Moliendo café.
El mediodía nos espera en el callejón.
Jorge Magariño

Click para comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

Publicado hace

el

Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

Anuncio

Continuar leyendo

Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

Publicado hace

el

Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

Anuncio

El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

Continuar leyendo

Tendencia