Cultura
Paraje Pepe y Lolita…La historia
Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.- Sobre el paraje Pepe y Lolita se ha tejido incuantificable número de leyendas, este enigmático lugar convertido hoy en un punto crítico para cualquier viajero; a pesar de ser una línea recta y no contar con peligros aparentes que pudieran provocar un accidente, es misterioso y extraño que en ese tramo sobrevengan recurrentemente hechos sangrientos.
De sus orígenes:
Cuenta la historia que ese terreno antiguamente se llamaba “Rancho Grande”, cuyo propietario original fue don Amado Sánchez (Ta Madu Pachu), oriundo de la población de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca; de la Octava Sección (chegui’gu),
Don Amado vivió durante muchos años en ese lugar (Rancho Grande), extraordinario bailarín de los sones regionales, amante de la cultura zapoteca, campesino de toda la vida; que en su rancho se dedicaba a la cría del ganado vacuno, bovino y porcino.
Cuando se estableció en este lugar, siempre colocaba un letrero con el nombre de “Rancho Grande”, en ese tiempo se llevaba a cabo la construcción de la carretera Internacional /transistmica o Cristóbal Colón, que pasaba muy cerca de su colindancia, y los trabajadores de la entonces Secretaría de Obras Públicas, retiraban los letreros que él ponía, por no reunir las medidas específicas de un señalamiento vial.
Ta Madu Pachu siempre celebraba su cumpleaños con una banda de viento, cochinito al horno, barbacoa y la típica botana juchiteca.
En una ocasión su hija María, que era muy simpática y amiguera llevó al aniversario de su padre, al recién llegado a la región, Cutberto Ruiz Dahaza, para presentárselo; en esa fiesta también compartían con don Amado la señora Lola, esposa del doctor Macedonio Benítez Fuentes, de esa convivencia surgió una gran amistad que perduró toda la vida.
El doctor Macedonio Benítez Fuentes ya era amigo de la familia y de forma recurrente visitaba “Rancho Grande” para pasar ratos de placer y descanso de su ardua actividad médica.
Su amistad fue tan grande que don Amado le permitió que construyera en su terreno, una pequeña habitación donde pasar sus asuetos, el galeno su esposa y sus hijos Pepe y Lolita.
Con el paso de los años la gente veía a esta familia en este lugar y supusieron que eran propietarios de esa tierra, lo que don Amado nunca desmintió o diera importancia, el comentario popular fue adjudicando al paraje como Pepe y Lolita, aunque nunca el doctor Macedonio Benítez fuese propietario del lugar.
Ya en edad adulta Lolita Fuentes se casó con un deportista al parecer; jugador de futbol americano nieto de don Enrique ( ta Quique Chiva) hijo del Ing. Javier de los Santos.
Pepe Fuentes que era el hermano menor de Lolita no se casó, aunque existen versiones que esto se debió a su orientación sexual.
De ambos vástagos del doctor Macedonio Benítez Fuentes derivó el nombre del paraje Pepe y Lolita.
La Primeria Gran Tragedia
Corría el día 26 mayo 1946, concluían las fiestas patronales de Juchitán.
Cecilio Sánchez escasamente llegaba a los diecisiete años, joven campirano dedicado en cuerpo y alma a la agricultura, tenía una particularidad muy especial en la crianza del ganado, su don le permitía la multiplicación rápida del animal vacuno.
Alegre, responsable y trabajador, junto con otros amigos entre los que destacaban Luciano Gómez (Luciano Dxeme) habían formado un club ecuestre llamado “Ay Jalisco no te Rajes”.
Este grupo en sus ratos libres se dedicaba a conocer y descubrir los secretos equinos, montaban con gran excelencia y desde luego enamoraban a las jóvenes juchitecas con su gallardía y la musicalidad de su guitarra a través de sus serenatas.
El 25 de mayo Luciano Gómez organizó un baile velorio (baile velorio: fiesta que se organizaba en ese entonces por la noche) en su casa donde Cecilio estaba invitado.
Ese día causó extrañeza a su padre, que por la tarde llegara de sus quehaceres desmontara y desensillara a su caballo e inmediatamente se acostara a descansar en su hamaca sin la intención de ir al velorio.
Su padre don Amado le pregunto, si acudiría al baile, lo que negó y prefirió descansar.
El 26 de mayo de 1946, que en ese entonces cayó en sábado, y concluían las fiestas titulares, por la noche se llevaría a cabo la Vela Chegui’gu, don Amado Sánchez despertó temprano junto con su hijo, y después de arriar al ganado que había reposado en su domicilio enfilaron con dirección a “Rancho Grande” (Pepe y Lolita).
En ese entonces la carretera había llegado hasta lo que es hoy el crucero de la ciudad, y se encontraba en construcción el puente de fierro que atraviesa el río Los Perros y que une a la ciudad.
Llegando a la altura del paraje “Rancho Grande” (Pepe y Lolita) repentinamente don Amado vio que con dirección al poniente volaba una avioneta a muy baja altura, por lo que instintivamente le gritó a su hijo;
– Cecilio; mira esa avioneta, agáchate y tírate al suelo, rueda por la pendiente de la carretera.
Amado inmediatamente se tiró al suelo y rodó sobre la pendiente de la carretera.
Cecilio pudo observar el vuelo aéreo y con la sorpresa quedo petrificado.
Para sorpresa de don Amado la avioneta bajo aún más su vuelo con dirección a su hijo, volaba tan bajo que degolló a Cecilio, haciendo volar su cabeza a unos metros de distancia, mientras aterrizaba más adelante.
Ta Madu Pachu con gran dolor observó la muerte de su hijo y corrió a su lado levantando su cabeza que yacía a metros del cuerpo. El tiempo se detuvo y las manecillas del reloj se encontraban señalando a las diez de la mañana del trágico 26 de mayo de 1946.
El domingo 27 una multitud acompaño al féretro de Cecilio a su última morada.
La prensa nacional consignó este hecho insólito como algo nunca visto en la historia de la aviación mundial.
El nieto de Ta Madu Pachu, Armando Jiménez refiere que, en la hemeroteca nacional de la Ciudad de México se encuentra el Diario Excélsior, en su edición de jueves de Excélsior; el rotativo consignó: “Un caso insólito en el mundo de la aviación, la imprudencia de un piloto ocasionó la muerte de Cecilio Sánchez, en Juchitán Oaxaca, la Secretaria de la Defensa Nacional intervendrá para castigar al piloto, quien no debió de llevar a cabo este aterrizaje en ese lugar”.
Ta Madu Pachu nunca pudo superar este duelo que llevó toda su vida, en la época de Xandú mientras vivía, siempre su altar tenia ofrendas para Cecilio y al centro de la mesa de sus santos la fotografía de su hijo.
Una de sus hijas recordó que antes de la muerte de Cecilio su casa estaba llena de palomas, cuando ocurrió esta tragedia las palomas volaron en parvadas y no regresaron más, por eso siempre creyó de los malos augurios de las palomas.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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