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Ra riluxe ne ruzulú bacaanda’: conversando con César López

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Cesar Lopez La ventosa

Un acontecimiento entristeció las almas de los pueblos zapotecas del Istmo. El 15 de agosto de 2007, el último de los grandes cantautores juchitecos dejó este mundo para acompañar al Portalira zapoteca, al Trovador del recuerdo, y a tantos otros compositores de nuestra bella región.

Campesino, albañil y músico, César López fue un hombre polifacético que dejó un legado invaluable a nuestra cultura: sus canciones. Aunque su obra se presenta magnífica a todo público, en vida fue escaso el reconocimiento que recibió de los círculos intelectuales; siendo, en cambio, inmenso el cariño y admiración que le concedieron los hombres y mujeres humildes, por cantarle al campo, al amor y a la vida cotidiana.

Tuve la fortuna de conocerlo. Lo vi tomar la guitarra y entonar sus temas para los amigos y parientes. Supe de su trato amable y franco, pero sobre todo, escuché sus reflexiones llenas de sabiduría; de esa que no dan las escuelas, sino las tradiciones ancestrales y la experiencia, que son las más grandes maestras. Allá en La Ventosa, su pueblo natal, grabé sus palabras hace más de diez años para que dejara constancia y nos diera su versión. La admiración que ya sentía desde niño, se acrecentó cuando platiqué con él en aquella ocasión bajo el viento de su pueblo.

Ahora que Ta César no está y que, sin embargo, perviven quienes lo difaman, me parece apropiado llevarles sus reflexiones. En ellas leerán al hombre sencillo e inteligente que fue. No obstante, sé bien que ni las más grandes ofensas, ni los mejores elogios cambiarán una realidad: sus canciones se escucharán por siempre en nuestras ciudades y pueblos, mientras los hombres y mujeres realicen sus tareas cotidianas; las cantará el paisano ausente cuando rememore a su estirpe, y las entonarán los nuevos intérpretes al recoger el fruto del árbol llamado César. Quien lo dude, sintonice las radiodifusoras del Istmo, o vaya a San Blas Atempa, Xadani, Guixhi ro’, u otro pueblo binnizá y espere un rato a que comience a cantar por medio del altavoz. Ahí constatarán que este hombre vivirá por siempre en la mente y corazones de quienes le escuchamos con gusto:

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Entrevista realizada en el mes de noviembre de 2005, publicada originalmente en la revista Istmo Autónomo N° 8, hoy Revista Guidxizá (Nación Zapoteca):

Como un modesto reconocimiento a la trayectoria del compositor binnizá, César López, nos permitimos visitar su hogar en la población de La Ventosa, Juchitán, Nación Zapoteca, para escuchar de viva voz el relato de parte de su vida, sus orígenes, y la fuente de su reconocida inspiración.

Más de tres horas de plática sostuvimos con el autor de Bacaanda’, bajo una brisa suave que arrulla las casas de su pueblo, de la cual transcribimos un fragmento.

Gubidxa Guerrero: Antes que nada, agradecemos la gentileza de brindarnos su hogar para esta entrevista. Ahora bien, ¿cuándo nace César López y de dónde es originario?

César López: Nací el 3 de abril de 1946 en el pueblo de La Ventosa, Juchitán. Mi segundo apellido es Orozco. Mi madre, Isabel Orozco, Na Chabé, era originaria de la Primera Sección de Juchitán y mi padre de La Ventosa.

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Gubidxa Guerrero: ¿A qué edad escribió sus primeras canciones?

César López: A los 16 y 17 ya me inspiraba yo. Aquella vez, revisando, encontré papeles viejísimos de cuando era yo joven. Aún andan por ahí unas hojitas. Hasta mi letra tenía otra forma.

Gubidxa Guerrero: Usted compone en zapoteco, español…

César López: Y si supiera inglés, en inglés también escribiría, [risas]. Porque la inspiración es una cosa que uno ya trae.

Gubidxa Guerrero: ¿Y qué lengua prefiere para sus canciones?

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César López: Por supuesto que mi lengua, la materna, la zapoteca.

Gubidxa Guerrero: ¿Cuántos discos ha grabado?

César López: Unos trece o catorce, no sé exactamente. Todas, composiciones propias, a excepción de un disco con mariachi.

Gubidxa Guerrero: ¿Cuál es su mayor satisfacción?

César López: Tengo dos principalmente: la primera, poder escribir algo; la segunda y mayor, que alguien cante lo que escribo.

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Gubidxa Guerrero: De las melodías que ha compuesto ¿tiene una preferida?

César López: Yo digo de mis canciones lo que decía Na Chabé: “Todos son mis hijos y a todos los quiero igual”. Porque al igual que una madre, yo parí mis letras. Claro que no serán iguales todas, pero el sentimiento hacia ellas es el mismo. Desde el momento que uno concibe una melodía no descansa hasta sacarla de sí, hasta terminar esa canción.

Gubidxa Guerrero: En una ocasión escuché a un músico interpretar melodías de Taquiu Nigui, Ta Rey Baxa, y de usted, entre otras tantas. El joven cantante mencionó que hubieron grandes compositores hoy fallecidos, pero que había un compositor excelente, vivo, para él uno de los mejores, y a quien, desgraciadamente, no se le había dado el reconocimiento merecido: César López. ¿Qué piensa de los muchos cantautores con apoyo financiero, campañas publicitarias, pero sin la aceptación popular?

César López: Que el talento es lo que vale y habla por uno mismo. Y que es la gente, finalmente, la que decide a quien escuchar y qué canciones repetir en su vida diaria.

Gubidxa Guerrero: ¿Dentro de los tantos compositores juchitecos, cuál es su predilecto?

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César López: Desde niño que escuchaba a Eustaquio Jiménez Girón se volvió mi preferido. Es para mí el auténtico trovador zapoteco. Muchos de los compositores actuales copian líneas enteras de otros autores y forman una nueva canción, en vez de buscar nuevas palabras, nuevos versos; no son originales. El auténtico nace, como Taquiu Nigui. El auténtico es puro, como el oro. Si Dios da un don para escribir muchas canciones, aunque para la gente sean muchas, para el artista no lo son. Lo que se carga a gusto no pesa, como el oro justamente, que mientras más pesado, mayor es el gusto, porque es una materia preciosa, con un valor propio.

Gubidxa Guerrero: Cambiando un poco de tema, sabemos que la Cultura en el Istmo pasó a ser manejada por cierto grupo político, por alguna élite. ¿Hasta qué punto se sintió usted discriminado en los años que el conflicto entre el PRI y la COCEI estaba en su punto crítico?

César López: Me da tristeza saber que existan personas que piensen que el arte tiene color o que es exclusivo de un partido político; es una de las flaquezas que mostraron algunas personas durante varios años, y eso afectó un poco. El hecho de que yo simpatizara con el PRI, que no estaba en el poder local, fue muy importante. Quienes me discriminaron, según son personas inteligentes, pero con ello sólo demostraron mediocridad. Para mí, en cambio, no importa qué siglas tenga el partido en el poder, no me importa que sea PRD o PRI; si está aportando algo cultural a mi pueblo, a mi raza, a mi etnia, es una cosa importantísima, porque ahí no deben existir envidias. Si alguien sabe más que yo, si presenta algo mejor que lo que hago, me enorgullece el alma, y digo: “Dios mío, gracias, es mi paisano, es de mi raza, y es una gloria para mí también”. Porque mi mayor orgullo es ser zapoteca.

Un día que vino el Gobernador en la explanada, allá en Juchitán, le dijo a uno de los organizadores: “Usted como coordinador se lleva a César a la Guelaguetza”, “Sí, sí, cómo no”, respondió, y fueron sus familiares solamente. Ese es sólo un ejemplo. Una vez escuché por radio: “No hay hombre más desgraciado que el envidioso, ni más afortunado que el envidiado”. Qué cosa tan hermosa, ¡qué verdad! No se puede tapar el sol con un dedo, la verdad siempre sale a relucir.Cesar Lopez La ventosa

 

Gubidxa Guerrero: ¿Lo que dicen de Bacaanda’ puede ser otro ejemplo de esas envidias?

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César López: Exactamente, porque esa, que es una canción de mis inicios, se la atribuyen a veces a otro compositor. Con Saa Guendaxheela’ no pueden hacerlo porque menciono cosas relacionadas a mi pasado y mi familia. Tengo un primo que hasta llora cuando cometen esas injusticias. “Déjalos, le digo, dice Dios de que la verdad te hará libre”; libre de pensamiento, porque el que usurpe o trate de hurtar algo a alguien nada más por gusto, tiene una frustración. Anoche precisamente, cuando me habló Susana Harp, me dijo que desea hacer las cosas transparentes conmigo, sin abuso, conforme marca la ley en cuanto a las regalías. “Justo es lo que quería comentarle”, le dije; “anteriormente usted grabó dos canciones mías, grabó Bacaanda’ y Petrona de Nezaguete, ¿quién percibió, o quién está percibiendo algo de esas regalías?”. “Señor César, disculpe, estoy confundidísima, porque Macario Matus y otras personas me dijeron que no eran de César López, que eran de Juan Xtubi”. Le respondí, “Pero es una injusticia tratar de hacer de una mentira verdad, o de una verdad mentira ¿Por qué debía decirle algo si sé que no plagiaron nada mío?”. Sería como decir a una persona “éste es mi hijo”, aun sabiendo que no es cierto. ¿Cómo es posible que tu sueño trate yo de robar, si es tuyo? La vida es un sueño, porque es un dormir y despertar dentro del inconsciente. Puedes dejar tu verdad, pero si mientes, vas a dejar tu mentira. Estaba yo pensando de que han descubierto mentiras que han encerrado miles de años. En este caso vemos la envidia de gente que no conoce la inspiración, que no sabe cómo se inspira un hombre, sino que difama diciendo “él no es, éste es” Personas que hablan así están vacías, porque el sabio tiene qué escudriñar, tiene qué estudiar, tiene qué buscar la verdad para saber. El que dice la verdad la dice con franqueza, la dice con sinceridad, no tiene en mente soberbia ni vanidad.

Gubidxa Guerrero: ¿Y usted tiene registradas algunas de sus canciones?

César López: Sinceramente ninguna. El ingeniero donde grababa había dicho “Señor César, de mi parte yo las registro”, porque me había hecho grabar un disco de canciones populares de México. Pero cuando he ido al D. F. dice: “Qué cree, ya lo tengo pero no encuentro los papeles”; y así me engañó. Pero si Dios y la gente saben cuáles son mis canciones, y las tengo registradas en mi corazón, ¿para qué más? Como lo que quisieron hacer con Bacaanda’. Ni siquiera Ta Juan Xtubi se la adjudicó, sino que otras personas se la atribuyeron a él, quizá por envidia hacia a mí o quizá por ignorancia. Pero hay cantantes de la Séptima Sección, más grandes que yo, que me conocieron desde la juventud y me dicen: “César, hermano, yo he peleado por ti, soy de aquí de Juchitán y sé de la primera a la última canción de Juan Xtubi. Entonces, peleo porque Bacaanda’ es de César López y originaria de La Ventosa”. Severiano, amigo mío, señor de mi edad, ¡familiar de Ta Juan Xtubi! defiende Bacaanda’ como letra mía: “A César lo conozco desde la juventud, Ta Juan es mi pariente y me sé sus canciones, pero Bacaanda’ es de César López”, dice él. Nomás por esa palabra “Xtubi” [solo] que lleva la letra; si hasta ahorita estoy solo, y tengo otras canciones donde menciono eso. Se fue mi madre, se casaron mis hijas, y me sigo considerando un hombre solo. Ese señor cuánto tiempo viviría, y en todo ese tiempo ¿creen que no hubiera dado a conocer esas canciones?, claro que las hubiera dado a conocer; si fueran de él.

Gubidxa Guerrero: Es usted muy reflexivo, pareciera que cada cosa pronunciada hubiera sido meditada previamente.

César López: Me gusta pensar, me gusta mucho soñar, vivir. Para escribir mis letras necesito estar atento al pensamiento, para que cuando la idea llegue, me encuentre preparado a recibirla. Soy campesino, albañil, obrero y músico. La vida cotidiana también me habla y trato de entenderla. Por cierto, en San Blas Atempa, me contaba un señor esta anécdota: “Antes –decía él– la tradición era Civil y Padre”, o sea, boda por el civil y por la iglesia. “Ahora, en San Blas, es Civil y César”, porque no hay boda a la que no vaya a cantar. A cualquier velorio o casamiento voy. Llego aquí a las 2 o 3 de la mañana. Eso le da gusto a la gente y así me he ganado su respeto; saben que me tendrán siempre que lo deseen, mientras pueda yo cantar, mientras siga vivo.

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Gubidxa Guerrero: Por último, y ya que toca el tema ¿Qué es para usted la vida, Ta César?

César López: Para mí, la vida es un sueño, por eso Bacaanda’. Desde que existo hasta el día de hoy no he dejado de soñar, de los sueños vienen mis canciones y en todas mis canciones sueño. He dicho a mis hijos y a mis parientes que si un día muriera de repente, escriban en mi tumba: Ra riluxe ne ruzulú bacaanda’, “Donde termina y empieza el sueño”. Esa es la vida: donde termina un sueño y empieza el otro, el eterno. RA RILUXE NE RUZULÚ BACAANDA’. Me gustaría que en la entrada de todos los panteones zapotecas se hiciera un arco donde se escribiera esa frase. Eso está en mi mente.

Gubidxa Guerrero: Sería bueno titular con ese nombre esta entrevista.

César López: Me parece muy bien, desde ahora hay que expresarlo.

Gubidxa Guerrero: Así será.

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PD: A su sepelio acudieron cientos de personas de diferentes pueblos. Fue muy emotivo ver cómo sus vecinos y quienes allí estuvimos, recorrían el ataúd por las calles de su pueblo mientras le cantaban sus canciones. César López partió como vivió: con música y con el cariño de quienes le admiramos.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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