Cultura
Las Velas: Carnaval Aborígen
Se da el nombre de Vela a una festividad religiosa de origen muy antiguo que se lleva a cabo por un grupo de personas con el objeto de festejar sus actividades, sus productos, sus santos, sus nombres. Entre las actividades se cuentan la pesca, la ladrillería, la herrería.
Entre los frutos se celebran Velas cuando maduran las ciruelas-viaxhi-, el higo silvestre- dúhga- Los apellidos Pineda, López, que son los más abundantes se festejan por todas aquellas personas que lo llevan.
Finalmente se hacen grandes Velas en honor de San Vicente, patrón de Juchitán, de San Jacinto, de San Juan, de San Isidro Labrador, que preside la mitad del quehacer de los istmeños- la otra mitad es la pesca.
La sociedad que se encarga de celebrar una Vela está compuesta de mayordomo, gushana y diputados. El mayordomo, dignidad principal, encabeza a todo el grupo; las gushána son los socios mujeres hay entre estas unas llamadas gushanagóla, es decir, socias de mayor edad que presiden las actividades de las otras; los llamados diputados son simplemente socios.
Las Velas que he mencionado se celebran cada año: en mayo, que por allá ocurre el verano, las dedicadas a los santos y a los manjares y a los frutos. En Septiembre se hacen Velas dedicadas a los apellidos, pero estas son un poco fiestas profanas.
Algunas Velas, aquellas estrictamente religiosas, y que tienen más antigüedad, cuentan en su ceremonial con desfiles de carretas alegóricas. Son estos desfiles de una belleza incomparable.
Las ruedas de las carretas se pintan de blanco y azul, de las astas de los bueyes, se cuelgan corona de flores, y se les amancueran con con collares de papel; árboles de plátano, cestas de flores, frutos y legumbres llenan el interior de las carretas que parecen jardines que caminan. Detrás de las carretas un grupo de señoritas -las xuncu- vestidas con el traje de la región incluyendo el huipil de cabeza, que sólo en ellas tiene esplendor, queman cohetes y riegan frutas desde que parten de la casa del mayordomo hasta llegar a la iglesia, sobre las gentes que salen a presenciar el desfile.
En la casa del mayordomo mientras una banda de música toca se bañan las velas que a la mañana siguiente se encenderán en la iglesia a la hora en que se haga la misa; y el desfile es como el anuncio de este acto. Este mismo día que ya es muy próximo al del baile que en toda Vela remata, las gushána, ataviada con sus mejores prendas de vestir, pues parece que sólo para vestirse y hacer fiesta trabajan en Juchitán, recorren las calles y casas de sus amistades repartiendo pan y chocolate, que llevan en unas jícaras grandes sobre la cabeza y que se llaman xicalpextles y están pintados con flores y pájaros.
Las personas que toman de esta pan y chocolate, el día de la Vela corresponden a este obsequio con una cuota de cincuenta centavos a cinco pesos. Un último reparto viene después; ahora los que reparten las gushána es leche cocida con unas tiras de marquezote llamadas biscotelas. Se acercan a las casas de comercio o a los grupos de hombres quienes no podrán negar su cuota y no sólo, sino que cada uno procurara ser el más espléndido; este óbolo puede ser cubierto en ese mismo momento o el día del baile.
La víspera se prepara el salón, que es una enramada cubierta el techo y el costado de palmas olorosas; suele ponerse al techo cielo razo-llamado allá telón. Al amanecer el día del baile todos los socios- las gueshána y diputados- adornan la enramada, con grandes lunas colocadas de trecho en trecho en el salón, cadenas de papel multicolor tendidas de un extremo a otro de la enramada, recuerdan las lianas en el monte; por la noche, al iniciarse el baile, se encienden focos de colores. Las danzas se inician apenas la noche entra por completo.
Una cuadra antes de la casa del mayordomo, la banda de música empiezan a tocar una pieza, y la primera que tocan una vez que han llegado al salón, es una música regional, llamada Son-yhá:-yhá, sencillo- algo así como la Zandunga, el Suspiro, pero como su nombre lo indica más sencillo, sin arrebatos, casi una melodía religiosa.
A esta hora cada socio espera en su casa, rodeado de sus invitados, a que la banda vaya por ellos. Uno de los momentos mas alegres de una Vela es este en que los socios precedidos de música,, atraviesan las calles rumbo a la casa del mayordomo.
Durante el baile cada socio atiende a sus invitados obsequiandoles con cerveza, vino, confetti. A las primeras horas del día siguiente se entrega la mayordomía al socio que se encargue de llevarla a cabo del año próximo. Bien entrado el nuevo día, la música, así como fué a traerlos, regresa a los socios a sus casas.
El extraño que visite Juchitán y asista a alguna de estas Velas, llevará siempre en la memoria, metida por los ojos, una de las maneras de este pueblo, que en todo el Istmo de Tehuantepec, es el que mejor conserva sus costumbres y viendo la fuerza con que defienden su pasado nos da lugar a pensar que algunas generaciones gozarán todavía de estas fiestas que son como carnavales aborígenes.
Tomado fielmente de NESHA / AÑO 1 / NUM.2 / MÉXICO D.F. JULIO DE 1935
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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