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Cultura

A velear de nuevo

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A la memoria de Toño Chunta, que murió 
a los ochenta y tres años y cantaba los más añejos tangos
de que se tenga memoria, pero nunca supo hablar el español.

Juchitán, Oaxaca.- Nuevamente los juchitecos se disponen a navegar por las procelosas aguas de mayo. Se avitualla la embarcación, se remiendan las lonas, se revisan las junturas, el coloquio entre las y los oficiales se aviva, se abrillantan los dorados metales, se hinchan los pulmones para resoplar durante treinta días. ¡Hay fiesta en Juchitán! ¡A toda vela, señoras y señores!

Como desde hace luengos años, los mayordomos, socias y socios, las mantenedoras de la tradición, las guzana, revitalizan su entusiasmo, el fervor por los preparativos para sumarse a esa añeja celebración que son las velas. Pasó ya la Vela de los alfareros, llamada San Pedro cantarito, o vela mecha, como se le suele decir, por ser la que enciende el jolgorio. Pasó también la Vela Santa Cruz de los pescadores, con todo y su epílogo de balazos entre judiciales y vecinos de la bizarra séptima sección, ahí donde dicen que perdió el diablo.
Asimismo tuvo ya su cima la Vela Guelabe’ñe’, la del Lagarto, que según reza la jocunda habla popular es la festividad de quienes trabajan en el palacio municipal, aunque en realidad se trata del ofrecimiento a ese animal totémico que antaño –hace apenas treinta años- presidía la nocturna reunión y su correspondiente “lavada de ollas”, al final de lo cual era regresado al estero en donde había sido capturado. En la noche principal el saurio mostraba orgulloso sus fauces, mientras se mecía en su jaula, colgada al centro de la pista.
Vienen ya las velas Igú, Santa Cruz Quinto y Jazmín, que son el prolegómeno a esa semana en que revienta el furor de la juchitecada, la última semana de mayo, explosión de júbilo, reventazón de espíritu en alto, alegría de vivir, humedecimiento a esa antigua raíz del árbol zapoteca para darle más fuerza, para que su fronda reverdezca.
Volando, entre el calor espeso que este año alcanza los cuarenta grados en promedio, se aproxima ya el día veintiuno, domingo por más señas, día en que al filo de las tres de la mañana comenzarán a tronar los cohetes para llamar al pueblo y sumarse a la calenda por media ciudad, portando farolas y ramas de carrizo verde, a los gritos de ¡Viva San Vicente Ferrer! ¡Viva la Vela Calvario! ¡Viva San Isidro Labrador! ¡Vivan los mayordomos de la Vela San Vicente Gola! Y los aludidos sonreirán ufanos al frente de la multitud que avanza olvidándose hoy de los tropeles políticos, oyendo la dulce melodía de la flauta de carrizo, el eco de los rústicos tamborcillos y la particular armonía que surge del caparazón de la tortuga al ser percutido con astas de venado.
Luego vendrá el convite de frutas -la regada que le dicen-, la tarde posterior a cada Vela, con sus decenas de carretas enjaezadas y tiradas por bueyes que pasean su mansedumbre por las calles, con flores de papel en la limada cornamenta; con los carros alegóricos, pletóricos de niñas y muchachas enjoyadas con el oro y el bordado de sus trajes.
Ah, señor, qué tardes, qué de gente atrapando la juguetería que vuela por los aires, lanzada desde los carros o desde la mano de los jinetes que acompañan al capitán de cabalgata, o apretujándose para ser capturados por la red de los Guuzegola, los pescadores que atrapan a los espectadores para así sumarlos a la fiesta.
Y luego en la noche, en la Vela Angélica Pipi o San Isidro, ver a las espléndidas mujeres mostrando el traje que esa noche estrenan, comparando su bordado con el de las socias de la mesa vecina, o diciendo por lo bajo: “¿ya te fijaste? ¡Trae el mismo del año pasado!”. Mientras tanto, el maestro Carlos Robles y sus quince músicos llenan el ambiente con la majestuosidad nostálgica de los sones istmeños; el clarinete, el sax, los platillos, el redoblante, juntan todos su entusiasmo para dejarnos escuchar las notas de La Petrona o La Petenera, y ya alrededor de las dos de la madrugada el Lucero de la Mañana, que anuncia la entrega de la mayordomía a quienes encabezarán los esfuerzos para el próximo año.
Para cuando llegue el último domingo del mes que hablamos ya se habrá efectuado el Festival del Río, habrán corrido mares de fermentados líquidos, los niños se habrán subido a los juegos mecánicos, comido dulces o jugado a las canicas para que les toque en premio una alcancía de burdo yeso.
Por la noche de ese día veremos la quema de los fuegos artificiales, sin música de Haendel, y con esas explosiones multicolores se irá apagando también la llama de las Velas. Pero para eso nos falta todavía un mes. ¡Hay fiesta en Juchitán, señoras y señores!.
Texto publicado hacia 1999

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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