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Cultura

Andrés Henestrosa: un artista adolescente

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Eran los tiempos de Macario Matus en la Casa de la Cultura de Juchitán De Zaragoza (lo de heroica no lo asimilo aún).  De sorpresa, Andrés apareció por la puerta principal de la Casa de la Cultura, radiante como el sol de mediodía.  Lo saludé con efusividad, recordando los tiempos de Motolinía junto al Metro Allende, allá por los años 70, y lo tomé del brazo para  acompañarlo al cubículo de Makarenco Matus, acrudado en su aposento. 

Permanecí en silencio mientras aquellos tigres platicaban de todo y de nada. De pronto don Andrés me dice de su necesidad de hacer un recorrido por las instalaciones de la Casa. Yo le sugerí visitar la sala de exposiciones de la parte norte, ya que ahí se presentaba la colección de pintura que Francisco Toledo había donado a la institución, con obras de autores nacionales y extranjeros, muy valiosas.

La primera pintura que vimos fue El artista adolescente, de Manuel  Rodríguez Lozano, en donde un muchacho imberbe todavía se encuentra sentado en una silla rústica con espaldas altas, en una actitud de somnolencia y con un libro en la mano que apoyaba en su regazo. Don Andrés me preguntó si algo sabría sobre el pintor, y yo le contesté afirmativamente, comentándole que había sido marido de una persona que en un tiempo fue cercana a él,  refiriéndome a Antonieta Rivas mercado. Mi comentario le hizo sonreír, y pienso que debido a eso fue que se inició nuestra confidencia, ya que me sugirió que me fijara detenidamente en la pintura y le dijera qué peculiaridad encontraba en ella. La verdad que no fue brillante mi observación, salvo que el título evocaba a una obra capital de la literatura moderna, la novela Ulises, de James Joyce.

Observa el rostro, me dice don Andrés. En ese momento comprendí lo que el autor de Los hombres que dispersó la danza me sugería tan sutilmente. 

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Y sí. Ahí estaba la nariz del Andrés adolescente, los labios y los mismos ojos del hombre viejo que estaba a mi lado y que sonreía con satisfacción de que yo ingresara en su secreto. Don Andrés me comentó que él había posado para esa pintura, siendo él casi niño. Pero observa la frente, me dijo suavemente, retomando la plática: la frente es de Honorato, mi hermano, que también posó para Manuel. De los dos es esa cara, y el título me es sugerente y certero al paso del tiempo, porque eso es lo que soy.

Andrés Henestrosa cumplió hace poco sus primeros cien años de una vida envidiablemente fecunda.  Sigue siendo el mismo adolescente que Manuel Rodríguez Lozano retrató con premonición un día ya lejano, cuando todavía no se sospechaba que nuestro vate se dedicaría a las letras, y así como la gitana le vaticinó larga vida, el pintor. A su manera, le plasmó la vocación futura.

Interrumpimos el recorrido porque la emoción pudo más en Andrés. 

Recogimos nuestros pasos y regresamos a la Dirección donde nos esperaba el más grande taganero que ha dado Juchitán de las flores, el ya no practicante Macario Matus. En ese momento me di cuenta que unas gotas rojas manchaban la guayabera del maestro, e instintivamente saqué mi pañuelo para ofrecérselo a don Andrés, que bajaba la cabeza y se sujetaba la nariz. Ha de ser el calor, me dijo, y se despidió de Macario. Me ofrecí para acompañarlo. 

Aceptó ese gesto, y al llegar al Parque Revolución (como también le Llaman al Parque Heliodoro Charis Castro), me dijo que era suficiente, que me agradecía el gesto y que ya se sentía bien. Caminó con su paso menudo y rápido y desapareció por la puerta de la casa de su suegro Ta Herón Ríos.

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En nuestra ciudad capital, Ariel Mendoza Baños está exponiendo unas fotografías de Andrés en la biblioteca que lleva su nombre. Da gusto verlo posar al lado de sus mujeres, de luto casi todas, y con esa sonrisa pícara del que se sabe querido.

 Estas palabras son para recordar al Andrés escritor, el que nos ha dado páginas inolvidables; y por qué no, a la persona que nos dio lecciones, también, de lo que no se debe hacer.   

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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