Cultura
Andanzas, sandungas y amoríos
Viví en la capital y conocí desde luego a todos los literatos, los jóvenes Novo, Villaurrutia, Owen, y a la cabeza, Vasconcelos. Era deslumbrante. A los pintores Montenegro, Atl, Fermín Revueltas, que era muy joven; a Fernando Leal, Coria, y a ese monstruo de la pintura, Goitia.
Llegué de mi tierra hambriento de saber. Fui a ver a Vasconcelos, a pedirle ayuda, era un 15 de febrero de 1923. Me fui a la Normal, ahí me dieron cama, lavado de ropa; yo no tenía más que una muda, la lavaba y la tendía a secar en el corredor, pero yo decía: esto no será siempre así, algún día tiene que cambiar.
Me dieron libros, salía cargado de libros, no entendía yo nada, pero leía y la Divina Comedia me deslumbró. Comía yo en las cantinas, a las dos y media todo aquel que estuviera tomando una copa, tenía derecho a una fuente de botana, y yo por eso me colaba ahí.
Recuerdo un 25 de abril de 1925, había estado con un amigo mío y caminábamos cerca de donde está el teatro Blanquita, era domingo, teníamos tres días casi sin comer. Compramos tortilla, pescado y tepache, qué sabroso me supo ese tepache. La vida es dura, pero llega también la alegría. Gastar alegremente la pobreza, esa era mi riqueza.
Había entonces salones de baile en la colonia Obrera, entre las cuatro y cinco de la tarde, con un tostón se podía bailar con las muchachas.
Algunas tenían por ahí cerca su cuartito. Nunca ha faltado al hombre, al desamparado, al huérfano, una mujer. He sido afortunado porque siempre la mujer más femenina, que tiene algo de mamá, me ofrecía un pedacito de su cama. Y así afortunadamente fui amparado, reconfortado en diversas y numerosas camas.
En la vida yo no he cometido el error de confundir la moral con la vida.
Ustedes son mujeres, nosotros hombres, pero lo mismo que quiero yo, quieres tú. Lo que pasa es que la Iglesia, las llamadas buenas costumbres han complicado el trato entre hombre y mujer.
En la capital había mujeres que no trabajaban. Yo tuve un bonito empleo: leerles a las señoras porque ellas se quedaban en la casa y el marido trabajaba. Les iba a dar clases de literatura. Leía yo, por ejemplo, a una sueca Premio Nobel de Literatura, Selma Lagerlöf. Después de dos, tres horas de estar solos, emocionados con la lectura, era inevitable, nos besábamos y terminábamos amándonos en sus mullidas camas. Era instintivo, inevitable. Después retomábamos la lectura. Siempre he creído en el poder redentor de la letra.
(Publicado en el PERIÓDICO ENLACE / 26 DE NOV 2015)
-Texto aparecido en el libro más reciente del centenario Andrés, tomado sin permiso, como debe ser.
Su obra publicada comprende los relatos Los hombres que dispersó la danza, 1929; Retrato de mi madre, 1940; Los cuatro Abuelos (Carta a Griselda Álvarez), 1960; Sobre el mi (Carta a Alejandro Finisterre), 1936; Una confidencia a media voz (Carta a Estela Shapiro), 1973; y Carta a Cibeles, 1982. Estas cuatro cartas autobiográficas han sido reunidas en un volumen titulado El remoto y cercano ayer. En 1972, bajo el título de Obra Completa, apareció todo cuanto hasta entonces había publicado en paquetes u opúsculos. Tiene en su haber, además, De Ixhuatán, mi tierra, a Jerusalén, tierra del Señor, 1976; El maíz, riqueza del pobre, 1981; la biografía Don Emilio (biografía de Emilio Lanzagorta Unamuno), 1980; y los ensayos Los hispanismos en el idioma zapoteco, discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, 1965; De México y España, colección de artículos, ensayos y cartas, 1974; y Espuma y flor de corridos mexicanos, 1977. Elaboró en colaboración con Ermilo Abreu Gómez, Jesús Zavala y Clemente López Trujillo la antología Cuatro siglos de literatura mexicana, 1946.
El maestro Henestrosa ha sido merecedor de las siguientes distinciones: Medalla Elías Sourasky (1973); Presea Ciudad de México (1990); Medalla Ponciano Arriaga, por méritos legislativos (1991); Medalla Ignacio Manuel Altamirano, de la sep (1992); Medalla René Cassin, de la Tribuna Israelita (1992); Medalla al mérito Benito Juárez, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (1993); Medalla Belisario Domínguez, del Senado de la República (1993); Premio Nacional de Lingüística y Literatura (1994) y Medalla Oro, de Bellas Artes (2002). En su honor han sido instauradas la Medalla Andrés Henestrosa, de Escritores Oaxaqueños A.C. (1992), y la Medalla de la Comisión del Deporte Andrés Henestrosa.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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