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Cultura

Retiro al naufragio

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(1) Dos mujeres perecieron en el naufragio. Una robusta, la otra no tanto; ninguna de ellas sabía nadar. Viajaban catorce personas en una lancha cuyo cupo máximo era para ocho, en eso insistió Bitín –el dueño de la pequeña embarcación pesquera- cuando el pastor evangelista Rafael apareció con el grupo allá por los rumbos de Pasu Lina, cerca de Xadani. 

 

-Mi lancha no podrá con todo ese peso. Sentenció con firmeza el pescador, que había sido contratado para llevar a ocho hombres a una semana de oraciones que se realizaría en un rancho, cerca de la isla Cerro Cristo, frente a Playa Vicente.

-Claro que se puede, ya hice antes un viaje con el mismo número en el bote de Empanada. Afirmó el pastor (luego de la tragedia la gente le preguntó al susodicho Empanada acerca de ese dato. Respondió que era falso, que sí, que había llevado a Rafael, pero con siete más).

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-Además, me dijiste que eran solo hombres y ahora me traes también a cuatro mujeres y esos bultos. Luego para qué quieres cargar con esos cuatro garrafones de agua, si allá en ese rancho tienen un pozo de agua dulce.

-No importa, no pasará nada. Van las varonas por que han insistido en estar en este regocijo con el Señor, y con Su bendición viajaremos en paz. Señaló rotundo el hombre, quien apenas un par de años antes había sido separado temporalmente de su responsabilidad al frente del templo, pues se descubrió que una de las feligreses –soltera- llevaba un visible embarazo, producto de sus encuentros con el pastor casado. Fue un pecado provocado por satanás, dijeron al unísono autoridades de su organización religiosa. Después de un tiempo fue perdonado y regresado a conducir a su grey, en un enorme edificio todavía en proceso de construcción.

De las mujeres que se sumaron al viaje, una tenía cincuenta y ocho años; otra, cuarenta y ocho; la tercera, treinta y cinco; y la última era una joven de tiernos diecisiete años.

A querer o no, Bitín encendió la Evinrude, observó cómo los varones subían el bastimento y el líquido, para después mirar con un cierto temor el acceso de los doce pasajeros a la barca. Su copiloto y él se persignaron antes de comenzar la travesía.

Una de las que murieron discutió con su marido días antes del retiro espiritual convocado por Rafael. En una ocasión anterior el hombre se opuso a un viaje similar, en su memoria aún quedaban rescoldos de aquel hecho inducido por el maligno. Y su decisión fue tajante: No irás a ningún lado. Pero ahora, la mujer, llevada por su fe encaró al marido: Voy a ir, y ni tú ni nadie me va a detener (una joven xadaneña, que no vino a las recién terminadas fiestas del Primer Viernes de Cuaresma por su trabajo en Monterrey, anotó en el feisbuc: El Señor ya la quería tener en su reino).

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Esa mañana soplaba un viento que levantaba olas de regular tamaño. A medio viaje, el copiloto comenzó a utilizar un balde para achicar el agua cuyo nivel al interior del bote produjo ya una cierta preocupación entre todos. No obstante, los empeños del aire le ganaban a los esfuerzos del ayudante, quien al ver la situación optó por tirar al mar los recipientes. Pero una ola de mayor tamaño acabó con la esperanza.

La embarcación se inundó de pronto, los gritos de las mujeres se apoderaron del ambiente mientras el bote se hundía poco a poco. Cada uno buscaba un asidero para salvarse, pero era inútil. Los hombres movían piernas y brazos para mantenerse a flote, las mujeres intentaban hacer lo propio. Dos varonas no pudieron hacerlo, no conocían rudimento alguno de la natación. A un lado de ellos, Rafael trataba de salvarse en medio de buches de agua salada.

Por fortuna, una lancha de pescadores pasó por ahí. Bitín llenó de aire los pulmones para gritar pidiendo ayuda. Escucharon su voz y se acercaron; sin embargo, al ver el número de náufragos se limitaron a navegar en círculo, hasta que las peticiones de auxilio les sacudieron el corazón y empezaron el rescate. Al pastor le jalaron de los pelos para subirlo. Cuando quisieron mover a las dos últimas personas ya era inútil. Bocabajo, con los pulmones inundados, las mujeres habían dejado esta vida.

2

Los habitantes de Xadani tienen por costumbre anunciar por el altoparlante los decesos y la petición de compañía para el velorio correspondiente, entre muchas otras cosas. Esa tarde, se informó acerca de las dos fallecidas en el mar. Bitín, asustado, pensaba que los familiares irían a reclamarle, suponía que podrían achacarle culpa alguna de lo sucedido. No ocurrió así. Fue Rafael quien lo buscó para decirle, exigirle, que debía pagar el costo de los ataúdes y los honorarios del mariachi que acompañaría al sepelio. Ninguna, ninguno de los integrantes de ese grupo religioso pensó siquiera que el pastor tuviera algo que ver con los hechos. Al contrario, no permitieron la labor de  los agentes del Ministerio Público, según cuentan testigos. Algunos se limitaron a decir que así son los designios del Señor. 

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Allá por el Norte del pueblo, en la primera sección que le llaman, Bitín llora por la pérdida de su motor Evinrude, señala que acaso pueda rescatar el bote. Y quién me paga la máquina; aparte, ni siquiera me dieron anticipo del viaje, dice. Una vecina se solidariza, asegunda: es cierto, perdió sus dos brazos, sus herramientas imprescindibles, el patrimonio en que ha invertido el producto de quién sabe cuántos años de trabajo. 

Rafael, entre tanto, se prepara para oficiar las oraciones de otro día.

Santa María Xadani, cuaresma del 2015.

 

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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