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Cultura

DON PAULINO

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Don Paulino tiene fama de buen platicador, es un abuelo setentón de cuerpo menudo, carácter tranquilo y agradable, y de andar precipitado. Cuando camina, adelanta de tal manera el pecho y la cabeza, que parece que en cualquier momento caerá de bruces. En su tiempo justo y de obligaciones, tuvo ocho hijos, trabajó de pescador y labrador, hoy se dedica a leer todo lo que le llega a la mano, generalmente revistas y periódicos, y a visitar a sus hijos y nietos. En el trayecto a las visitas que realiza, no falta quien lo llame a platicar, desde las casas o banquetas de calle lo saludan y le dicen: “Don Paulino, dónde es que vas, ven a platicar conmigo un rato”. Y el buen hombre, se detiene, se quita el sombrero, saluda y contesta: “buena hermosa”, o, “buen amigo”, “voy camino a… pero con gusto platicamos, sucedió hace buen tiempo…” Y se arranca don Paulino a platicar sus lindas historias, que deja a sus oyentes con ganas de seguir escuchando.

Así fue que un grupo de mujeres, que esperaban, tina en mano, la llegada de sus esposos pescadores del mar, para ayudarlos a cargar los productos que consiguieran, lo llamó una mañana que iba pasando.

–Mis amores -les dijo-, ¿no han regresado? -refiriéndose a sus esposos, que salen noche tras noche a pescar en grupo al mar muerto de Juchitán, y que regresan durante la mañana a repartir el producto conseguido en un sitio convenido, donde sus mujeres los espera, prestas a recoger la pesca y llevarla al mercado.

–No -le contestaron-, ven a alegrarnos la mañana, mientras esperamos que regresen nuestros huevones maridos.

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–Bueno -respondió sonriendo don Paulino-, nosotros seremos huevones, pero ustedes quién sabe que serán, a lo mejor esta historia les ayude a averiguarlo: Sucedió que un hombre, aburrido de encontrar su huerto arruinado, fue a indagar, escopeta en mano, qué animal le estropeaba su hortaliza. Descubrió que era un conejo, sobre quien, con toda la rabia del mundo, descargó su arma. Cuando quiso recogerlo, no encontró nada, más que un rastro de sangre, lo siguió pero nunca pudo dar con el animal. Aburrido, se fue a su casa. Al siguiente día del suceso, una señora que vivía en un rancho cercano, fue a traer agua al pozo, allí entre los matorrales escuchó a alguien quejarse:

–Ay, ay, ay -gemía lastimeramente aquel sujeto.

–Quién eres -llamó la señora, déjate ver y dime qué te pasa.

Del matorral salió el conejito clamando:

–Ay, mamá, estoy herido, traigo un tiro de hombre que me mata, ayúdame, que me muero.

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–Déjame ver -respondió la señora-, a ver. Pero si esto es sólo un rozón –reconvino. Tiro de hombre es el que traigo y no me quejo.

–A ver, a ver -insistió el conejito.

Y la señora levantó su enagua y le mostró su sexo. El conejito se acercó para ver mejor y afirmó tapando con sus patitas la nariz:

–Ay, esta sí que es una herida de muerte, ¿verdad?, y mira que ya apesta.

Las señoras soltaron al unísono la carcajada y exclamaron un largo: ¡je jey!

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–Don Paulino -dijo alguien del grupo-, ese cuento está muy lépero, somos mujeres de marido y no desvergonzadas, cuéntanos otro más liviano.

–Amigas hermosas -voceó don Paulino-, ustedes comenzaron hablando de nuestra parte pudenda y yo nada más les seguí el paso. Pero les cuento que anoche soñé con dios. Fíjense que ayer en la mañana fui con el sobador para que me diera un masaje de cuerpo entero, últimamente me he sentido entumecido y torpe; tan a gusto sentí después de la sobada, que me quedé dormido durante toda la tarde, ya en el crepúsculo, mi mujer me despertó para la cena, ésta fue tan abundante, que me aletargó más y me volví a dormir. En el sueño recuerdo que compré un litro de mezcal en el mercado, iba camino a mi casa y todo mundo me llamaba para pedirme que compartiera con ellos mi botella, yo me negaba y les decía: no es para hoy, no es para hoy, es para mi cumpleaños, que será muy pronto y quedan invitados. Así les fui mintiendo durante mi trayecto a casa, mi intención era llegar y llamar a alguien especial para tomar la botella con él. ¿Pero quién sería esa persona especial, si mis parientes más amados ya están muertos? No lo sabía, hasta que pasé frente a la iglesia del Calvario, allí me acordé del Altísimo, que dicen que es nuestro padre, pero que nadie conoce. ¡Dios!, dije, tomaré esta botella con Dios para conocerlo, tanto que hablan de él y no lo conozco, lo buscaré, dije, y me fui al cielo. Llegando al cielo, me salió al paso un hombre barbudo y gordo, que traía en la cintura un engarce de llaves plateadas, que me habló suavemente:

–A qué vienes aquí, hijo, si nadie te ha llamado, regresa de donde vienes, que ya llegará tu tiempo.

–¡No! -respondí con firmeza, mostrándole la botella-, vengo a ver a mi padre y no me iré sin verlo.

Mi respuesta fue tan convincente, que una voz melodiosa y bien afinada encantó el espacio:

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–Déjalo, pasar, Pedro, yo lo atiendo.

Me recibió una persona de mi estatura, delicada y atenta como nadie, revestido de túnica de seda, color rosado, de rostro impreciso: ¿mujer u hombre?, pensé, y no me atreví a preguntar.

–Siéntate, Paulino -me rogó, señalándome un butaque bajo dos palmeras frente al mar donde nos encontrábamos-, tu mezcal se ve que es bueno.

–Sí -le respondí apresuradamente-, no es del que venden a 10 pesos el litro, por eso quise tomarlo contigo.

–Sírveme, pues, que ya quiero probarlo, hubieras traído camarones secos y huevos de tortuga, para bien acompañarlo.

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–Ah -le respondí-, de haber sabido que te gusta la buena botana, hubiera venido a verte cuando era completo, cuando iba al mar a pescar, no hay como un sábalo al horno o un caldo de bagre con camarones y jaibas.

–Te regreso a esa edad, Paulino, si ese es tu deseo.

–No, padre, te agradezco la bondad de tu corazón, pero mi edad me ha costado sangre y no la cambio por nada.

Así comencé a relatar al mismísimo Dios mi historia, pero cuando íbamos apenas en la parte de mi casamiento y nacimiento de mis hijos, la botella se quedó vacía.

–Yo quiero seguir tomando contigo -le dije al Eterno, pero aquí en el cielo no sé dónde puedo conseguir otra botella.

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–Mal hacen en no vender aquí esta excelsa bebida -me sinceró, con ganas de seguir tomando-, tendrás que bajar a la tierra para conseguirnos otra.

–Iré, gran Salvador, pero tendrás que ayudarme.

–Te convertiré en un águila para que vayas y regreses pronto -dispuso.

–Ni lo quiera Dios, Señor -opiné sin pensar-, no es conveniente para mí, allá en la tierra odiamos a muerte a las águilas porque se comen nuestras gallinas.

–Entonces te convertiré en una paloma.

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–Menos -le respondí-, en Juchitán existe tanta necesidad que si alguien me avista me puede desnucar de una pedrada y mañana en la mañana estará desayunándome.

–Entonces bajarás como araña -consintió Dios con la boca seca y ansioso de seguir tomando.

Y me bajé sujeto de los hilos de seda que iba produciendo, pero como la distancia del cielo a la tierra es larga, antes de tocar el suelo, y como consecuencia del mezcal tomado, sentí que ya no tenía saliva para generar más fibras de araña, y me dejé caer sin remedio. Como para amortiguar un poco el impacto de mi cuerpo con el piso, extendí los brazos con tal fuerza que escuché un quejido y un borbotón de palabras groseras que me insultaban. Era mi mujer, acostada junto a mí, con la nariz rota:

–Qué te pasa, hijo del demonio, porqué me golpeaste.

–No maldigas, madrecita -le rogué-, no blasfemes, que vengo de estar con Dios.

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Las mujeres, sentadas, se retorcían de la risa, levantando sus piernas, y se abanicaban con la falda de su enagua sin motivo alguno de clima. Don Paulino, se acomodó el sombrero, hizo una reverencia y salió rumbo a otra plática.

–Gracias, don Paulino, gracias.

–Adiós, don Paulino, adiós.

–Gracias, gracias

 

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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