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Cultura

José Vasconcelos, CVI años de su visita a Juchitán 

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XCV años de la presentación de su proyecto para la Fundación de la SEP. Por Juchitán llegué otra vez, aprovechando la ocasión, para instalar un club que cumplió entre los buenos. Aquello era meter discordia en los feudos mismos del Caudillo. Una mujer adinerada, comadre de Porfirio Díaz, era la cacique reconocida en aquella especie de matriarcado indígena. Anteriormente nadie se le enfrentaba. Me conquisté, sin embargo, a un tinterillo resuelto que asumió la representación maderista y más tarde fue diputado. Y, por supuesto, según acontece en la juventud, el propósito práctico, el negocio profesional y la acción política son otros tantos pretextos para gozar las oportunidades y las sorpresas del ambiente. Pocos se aventuraban por aquellas regiones mal afamadas por el vómito negro y el paludismo, incómodas hasta lo increíble, así se fuese bien provisto de dinero. Con todo, una vez acomodado a las circunstancias, descubría el viajero raros encantos, aparte de sensualidades violentas y exóticas. 

En el entronque de Santa Lucrecia había un único hotelillo de chinos, al que se llegaba de noche. Lo común era encontrarlo lleno. —No hay cuarto solo — decía el camarero.  

—Está bien — respondía la fatiga del solicitante—; deme una cama. —No hay más que media cama. Indignado salí pensando que sería fácil recostarme a la intemperie. No contaba con el «pinolillo», el jején y las serpientes, las garrapatas, los mosquitos. Pronto regresé temeroso de que ya ni la media cama estuviese disponible. El chino, indiferente, me dio lo que acababa de rehusarle. Un sujeto grueso, barbudo, envuelto en una sábana limpia, roncaba en un lado de una cama no muy ancha. Sin quitarme la ropa interior, me envolví también en otra sábana y me acosté con precaución.  

El desconocido se volvió de espaldas; le di también la espalda y me empeñé en dormir. Al día siguiente la cuenta era alta. En los carros del ferrocarril los viajeros quejosos denunciaban que la demora en instalar un buen hotel era debida al precio excesivo que por simple arriendo exigían los administradores de las tierras del contorno, tituladas a favor de la esposa del Presidente Díaz… 

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Periódicamente veíamos los cambios ocupados con hileras de vagones de mercaderías del Asia que por allí tomaban el rumbo de Europa, antes de la apertura del Canal de Panamá. De una aldea de pescadores, Salina Cruz había saltado a la categoría de gran puerto mundial. Todo se había improvisado en cuanto a urbanización, pero las obras de ingeniería del puerto eran espléndidas. 

Un rompeolas en muralla y grúas como catedrales, calles nuevas de casas de madera recién pintadas, albergaban una multitud de todas las latitudes del planeta. 

En los restaurantes y cantinas, en mesillas al borde de la acera, se bebía a toda hora cerveza de Monterrey o de Alemania. Brisas marinas del atardecer disipaban el calor del día. Entre los bebedores había quien se ufanaba de completar la docena de bocks; nunca faltaba quien invitase la ronda. El derroche del dinero provocaba locas apetencias sensuales. Había de todo para comer; desde las uvas de Málaga y las manzanas de California hasta los más exquisitos frutos del trópico: mangos y chicozapotes, piñas y mameyes. A los guisos criollos de lechón en salsa y pavo en mole se añadían las latas de Burdeos, atunes y espárragos, los pimientos de España.  

La ruleta, el contrabando, el comercio, improvisaban fortunas que en seguida corrían deshechas en champaña; todo el que algo tenía lo gastaba sin preocupación, seguro de que el día siguiente sería mejor. ¿Pues no estaba en sus comienzos la prosperidad de aquella ruta donde convergía el tráfico del mundo? Las conversaciones de aquellos piratas en fiesta versaban sobre el monto y manera de las ganancias. Los nuevos ricos se dedicaban a la especulación; los pequeños propietarios de la víspera habían visto centuplicado el valor de sus tierras vendiéndolas o arrendándolas al extranjero, y todo el mundo se divertía sudando. 

Ninguna apetencia de la carne quedaba insatisfecha. Concesionarios chinos explotaban la pareja siamesa del vicio: el amor y el azar. Ruletas y juegos dudosos chupaban el oro de los incautos y en salas de baile anexas podía escoger la lujuria, desde la rubia canadiense hasta la negra antillana con todas las gradaciones de la piel, la edad y el gusto. Y entre la clientela ingleses y mexicanos, yanquis y españoles, italianos y japoneses, alemanes, chilenos, canacos, de todo vaciaban los trasatlánticos y veleros y todo lo acarreaba el ferrocarril para llenar otras calas desde el Pacífico hasta el Golfo de México. 

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Por aquel año de 1909, al lado de tal anticipación de Panamá, Tehuantepec conservaba su carácter autóctono, más bien criollo. A un lado, sobre la vía del ferrocarril de Chiapas, Juchitán se conservaba colonial, con exótico atractivo que no tiene par en todo el planeta. 

Uno de los agentes de nuestro Banco para los negocios de tierras de la región era juchiteco nativo, pero de origen europeo. El nombre de su familia, muy influyente en la localidad, denunciaba la procedencia francesa. Tanto él como sus primas tenían la piel tostada y los ojos azules. A las mujeres la cruza indígena les dejaba el porte de estatuas en acción un poco lánguida. No hay entre los mestizos de América tipos esculturalmente más hermosos y sensuales. El juchiteco descendiente de franceses hablaba español, inglés y zapoteca. Su amistad me abrió puertas comúnmente cerradas al forastero, así sea mexicano, que para el caso era igual casi a un yanqui, pues las mujeres solían hablar únicamente el idioma de la región. Se celebraban unas fiestas llamadas Velas, especie de carnaval de aguardientes y danzas en vísperas de alguna fiesta religiosa. Ataviadas con telas rojas y amarillas, con tocas blancas, estrechas de hombros y de cintura, amplias de caderas, duros y punteados los senos y negros ojos, aquellas mujeres tienen algo de la India sensual, pero sin la religiosidad. Su baile, la zandunga, es hoy popular, pero había que oírlas en aquellas orquestas acompañadas de clarines marciales, bajo el tejado de palma en la noche estrellada y ardiente. 

Espectáculo deslumbrante es también el del mercado en las horas tempranas; por ejemplo, en el pueblo de Tepelpan, inmediato a Juchitán. Oro encendido es el arenal en que se asientan casas en rosa o verde claro; pilastras con tejaván abrigan los puestos de frutas y de legumbres Mujeres morenas, desnudos los brazos redondos, adornadas de collares de monedas de oro y blusas azules o anaranjadas, bromean y trafican con voces de cristal y miradas de llama. Sopla brisa sobre el campo desierto y amarillo. De una casa con techo de paja salen dos mujeres, ondulando las caderas, desnudo el ombligo, tenso el corpiño por la erección de los pezones y erguida la cabeza que sostiene el gran cesto redondo de mercaderías. Van a la plaza. Caminan sobre la arena dorada con pies limpios, ligeros y desnudos. En sus desnudas pantorrillas hay la consistencia de la palma real. Y en sus labios la frescura opalina del agua de coco tierno… 

*Fragmento del libro Ulises Criollo de José Vasconcelos. Capitulo Istmo.
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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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