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Cultura

Memorias de Ixhuatán: ta Chinto Mole, el último hacedor de camas de penca, luuna’.

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Naa la’ya Jacinto Fuentes Castillo, gule’ ti 16 de agosto, iza 1922, rari’, Guidxiyaza. Rabicabe naa Chintu Mole, dede bixhozebida zaca rienecabe laadu, ca Mole.

Mi nombre es Jacinto Fuentes Castillo, nací un 16 de agosto de 1922 en Ixhuatán. Me dicen Chintu Mole, desde mi abuelo, así nos conocen, como Los Mole.
A mí nadie me enseñó a fabricar el luuna’, la cama de penca, quizá porque antes todos los campesinos lo hacían; pero hubo un señor que era mi vecino, su oficio era hacerlo, lo conocíamos como ta Vitór, en su patio vi una cantidad de pencas tiradas al sol para secarse.

Una cama de penca, legal, formal, lleva cien tiras, es muy grande, es como para una familia. Ahora el luuna’ lo hago con 60 0 70 varas; aunque mi cama es muy pequeña, lleva como 50 pencas, pero porque a mí los años me hicieron chiquitiu, hasta mi petate se hizo chiquitiu, sólo uso la mitad y una almohada hecha con algodón de pochota. Mi cuerpo ya se acostumbró a la cama de penca, cuando por un descuido me quedo a dormir en la hamaca, amanezco con el cuerpo cortado, lo que es la costumbre, el cuerpo también tiene memoria: desde que nací he dormido en el luuna’.

¿Qué cómo lo fabrico? Pues corto las pencas del yaga ziña, antes yo las cortaba en un palmar que está cerca de acá, pero con esas huertas de mango ya no hay. Iba por las pencas, al día sacaba doscientas, pero no las traía, las dejaba allí por montón, ya cuando completaba mil pencas pagaba un carretón que lo fuera a recoger. Ahora ya no, le pago a un muchacho $500 que me lo trae del Morro.
Primero, miro las pencas, tienen que medir 2 metros, para dejarlas en 1,80. Se tienen que secar, tender en el patio. Luego, las limpio, las raspo, les quito la parte filosa, las dejo lisas, lisas.
Un día hago varias camas de penca, pero eso sí, ya tengo todo a la mano, ya tengo listas las pencas, ya tengo preparado mis cueros, ya los corté por tiritas, ya los puse a remojar, para que cuando haga mis amarres quedé firme y fuerte. Sí, sí, a mi me cobran $200 por el cuero, pero yo lo tengo que preparar.

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Ahora ya no tengo muchas fuerzas para hacer tantas camas de penca, yo le entregaba a la gente de Juchitán, de Chiapas, de Oaxaca, de México. ¿Cuánto crees que me lo pagaban? $150 o $200.
Yo fui campesino, hijo y nieto de campesinos. Ixhuatán fue número uno en maíz, aquí se hacían varias cosechas al año. Allí en ese patio teníamos una troje grande, se llenaba de mazorca. Venia la gente de Juchitán, de Unión, de Niltepec, de Zanatepec, de muchos pueblos, ellos llenaban las redes no nosotros, le quitaban la cola a la mazorca para que cupiera más, dede xhuuga’, hasta el pico, es decir, hasta el tope, la gente de aquí decía, que llenen, que se lleven. Ahora pues ya no hay eso, los campesinos están muertos, ya no tienen donde trabajar, pura huerta de mango. Ya no se siembra sandía, ya no se siembra melón, calabaza. La ganadería también se acabó, de aquí salían las bandejas de queso, requesón, tambos de mantequilla de todo tipo, leche, por carro venían por el ganado, se llevaban hasta 30 diario ¡una barbaridad! ¡mucha vida! Como estábamos rodeados de monte, en cualquier punto el campesino agarraba iguanas, armadillos, conejos, venados. Aquí llegaban las guacamayas, behua, decimos en zapoteco, también esas que dicen gúdxu’ “cotorras”. ¡De pesca ni se diga! íbamos a Aguachil, caminando, entre el lodo, atravesando los potreros, regresábamos cargados de pescados, a veces en tiempo de frío llegábamos a la playa en carreta, a recoger los pescados que salían del mar.
Naa rinie’ diidxazá. Yo habló zapoteco. Un día un tío me llevó a La Ventosa, entonces allí se hacía mucha cal, tenían hornos de cal, mi tío lo cocía por piedra, bien cocido, me llevó para ayudarlo, pero yo era muy rápido, mis trabajos los hacía rápido. Pues esa gente me veía, sólo me veía, de repente uno de ellos dijo: paraa gabia gucuaacabe dxuca pue “dónde diablos agarraron a ese extranjero”. Cuando lo oí les dije: bicheca’, xi cayacatu, naa laaca rinie’ diidxazá, laaca xiiñi’ tecu naa “hermanos, qué les pasa, yo también hablo zapoteco, soy hijo de juchiteco”. Se rieron y me abrazaron.
De la gente de mi generación, de mis amigos, ya ninguno queda. Antes me gustaba hacer mi cumpleaños, los invitaba, llegaban, había una hilera de amigos que se sentaban en unas bancas grandes, vieras las risas y los chistes que decíamos en zapoteco, hasta el polvo se carcajeaba, dede ne yudé riasa ruxidxi sa.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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