Cultura
Zapotecos, la sociedad «matriarcal» mexicana que inspiró los vestidos de Frida Kahlo
En «Autorretrato con Tehuana», como en muchas otras ocasiones, Frida Kahlo luce un vestido zapoteca.
Es uno de los cuadros más conocidos de Frida Kahlo: la artista aparece con un vestido de flores y lazos rosas que le cubre todo el cuerpo.
En medio del tocado blanco aparece su cara y en la frente la imagen tatuada de Diego Rivera, con quien la artista estuvo casada hasta su muerte, el 13 de julio de 1954.
El cuadro se llama «Autorretrato como tehuana» y muestra uno de los trajes de gala de las mujeres zapotecas.
Frida Kahlo se inspiró en ellas para su obra pero sobre todo, como modelo para los vestidos con que se representó y que la convirtieron en una de las artistas más icónicas de México.
Es también una muestra de la relación de Kahlo con su cuerpo, que está presente en casi toda su obra.
«Su atuendo es ella» escribió la historiadora Lourdes Andrade en la revista especializada Artes de México.
«No sólo la cubre y la oculta, no sólo la muestra y atrae admiración sobre ella; su vestido le otorga una identidad», continúa Andrade.
«Y en esa crónica de sus propios sufrimientos que es su pintura, su vestimenta es un elemento narrativo muy importante. Por su atuendo folclórico, Frida se identifica con lo popular y lo indígena», agrega.
«Mujeres indómitas»
En esta definición las mujeres zapotecas fueron básicas. Hay razones para ello afirman especialistas.
Más que en cualquier parte de México, en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, donde vive la mayor parte del pueblo zapoteco, las mujeres tienen un papel fundamental en la sociedad.
Varias encabezaron algunos de los movimientos más importantes en la historia de la región, y actualmente es común que ellas aporten la mayor parte del ingreso familiar.
Antropólogos e historiadores dicen que en el Istmo -ubicado en el sur del país- prevalece el matriarcado.
Escuche el «primero y más probable» archivo con la voz de la pintora Frida Kahlo
Más que ese modelo social, algunos creen que hay una inusual participación de las mujeres, como no existe en los pueblos indígenas de México.
«Han sido figuras protagónicas en la vida cultural y social del pueblo zapoteco en el Istmo», le dice a BBC Mundo el historiador Víctor Cata.
«Esa naturaleza indómita de la mujeres ha fascinado a artistas, pintores, narradores y los ha llevado a mostrar la región como un matriarcado».
Pero en realidad, «las mujeres tienen una parte importante y contribuyen al desarrollo de esta sociedad indígena».
«Mujeres viajeras»
El rol protagónico de las zapotecas es antiguo. Víctor Cata dice que existen registros de mujeres que en el siglo XVI viajaban por el sureste mexicano hasta el territorio que hoy es Guatemala.
Se les conocía como «las viajeras» y se dedicaban fundamentalmente al comercio.
Derechos de autor de la imagen PA Media
En 1660 hubo una rebelión indígena en el Istmo de Tehuantepec donde 4 mujeres, Lucía María, Francisca Cecilia, Magdalena María y Gracia María, conocida como»La Crespa», tuvieron un papel fundamental.
Las guerras civiles del siglo XIX provocaron que muchos hombres zapotecas fueran reclutados por los distintos ejércitos.
Así, en la mayoría de los pueblos y ciudades del Istmo abundaban las viudas y mujeres solas, obligadas a sostener a sus familias explica Leticia Reina, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En los primeros años del siglo XX se construyó un ferrocarril hacia la ciudad de Tehuantepec, lo que generó una intensa actividad y necesidad de servicios que se cubrieron con mujeres zapotecas.
Pero los acontecimientos del pasado son una cara de la sociedad actual en la región. La otra, dice Víctor Cata, son las mujeres viajeras.
Derechos de autor de la imagen Getty Images
«El comercio les obliga a enfrentarse con otro idioma, a otras culturas, a volverlas independientes» explica.
«Las mujeres viajeras no necesitaban estar casadas, viajaban solas, vendían camarones, huevos de tortuga, totopos (trozos fritos de tortilla de maíz) y a cambio traían productos de Guatemala o de Belice y los revendían acá».
A esta independencia se sumó otra, la económica. «El comercio les dio dinero y eso les dio autoridad, poder de decisión para dirigir una casa».
Eso les permitió no depender de nadie ni permitir que fueran explotadas, añade la historiadora Leticia Reina.
El paraíso de Diego Rivera
Esta fue la sociedad que encontró Frida Kahlo en los años 30 cuando junto a Diego Rivera llegó al Istmo de Tehuantepec.
Los pueblos indígenas eran parte fundamental en los murales de Rivera, y también un asunto de interés para Kahlo.
Image caption Diego Rivera y Frida Kahlo visitaron el Itsmo de Tehuantepec en los años 30 del siglo pasado
La pareja reivindicaba las costumbres y culturas originarias en una época en que las comunidades rurales y sobre todo indígenas eran virtualmente ignoradas.
Frida Kahlo, con su intención de insertarse «en lo mexicano» encontró en los vestidos indígenas, y especialmente los zapotecas, una manera de asumirse «como intelectual, como simpatizante con los pueblos oprimidos y de identificarse con su tradición» escribió Lourdes Andrade.
En ese camino llegó a la región zapoteca, que para Diego Rivera fue una versión terrenal del paraíso.
Y para Frida el encuentro con una sociedad con la que se sintió identificada. En esos años la cultura patriarcal estaba aún más arraigada que ahora, coinciden especialistas.
Eso era particularmente fuerte en las comunidades indígenas, pero no en el pueblo zapoteco, donde las relaciones entre hombres y mujeres parecían menos desiguales.
La artista «sintió fascinación por estas mujeres fuertes, empoderadas y atípicas para su tiempo» recuerda el historiador Cata.
El polémico matriarcado
Con algunas variantes, la esencia de la sociedad zapoteca del Istmo que encontró Frida Kahlo es muy parecida a la de hoy.
En los mercados de Juchitán, por ejemplo, la mayoría de los vendedores son mujeres, y son ellas quienes organizan algunos de los eventos tradicionales de la ciudad.
También mantienen una activa participación política, recuerdan académicos como Margarita Dalton, directora en Oaxaca del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas).
A diferencia de otras comunidades del país, especialmente en regiones indígenas, en los festejos es común que las mujeres bailen entre ellas, sin necesidad de los hombres.
Una costumbre que, según historiadores locales, alimenta la idea de que existe un matriarcado.
Margarita Dalton dice que no. La presencia de muchas mujeres en actividades que en otros lugares del país son ocupadas por los hombres es parte de la vida cotidiana de la región.
Muchos varones se dedican a la pesca o la agricultura, por ejemplo, con jornadas que empiezan y terminan muy temprano.
El resto del día el trabajo lo hacen las mujeres. Y en el caso de las fiestas los hombres acostumbran reunirse entre ellos, mientras las mujeres bailan.
Derechos de autor de la imagen Getty Images
Image caption La repartición del trabajo les ha dado protagonismo a las zapotecas.
Sin embargo, son pocas las mujeres que tienen cargos públicos, según datos de la Secretaría de las Mujeres de Oaxaca.
Pero al mismo tiempo muchas de las decisiones de las comunidades del Istmo se toman con el consenso de las mujeres, lo que no sucede en otras comunidades indígenas.
Una peculiar forma de organización social que Frida Kahlo reflejó con sus vestidos, muchos de ellos confeccionados por ella misma.
Más que una costumbre, un rasgo de identidad. En eso coincide Hilda Trujillo, directora del Museo Frida Kahlo.
«Frida utiliza la vestimenta mexicana para crear su propio personaje, para crear su unicidad» escribió al presentar la exposición La exposición de una identidad a través del vestir: Frida Kahlo.
«Tanto lo logró, que llamaba la atención por doquier», concluye.
**Información: BBC News Mundo, México
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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