Cultura
La Laguna Encantada
Cerca de espinal existe un terreno que se conoce con el nombre de zopiloapan, perteneciente a algunas familias de este pueblo y de Ixtaltepec, dentro de su perímetro había desde los tiempos más remotos muchas estancias y haciendas de ganado bovino caballar mular y cabrío que alcanzaron una prosperidad admirable hasta el primer tercio del siglo pasado. La fama de sus caballos por la destreza de sus movimientos y la velocidad de sus carreras se extendió por toda la región la braveza de sus toros exhibidos en las fiestas titulares del rumbo atraía a los pueblos vecinos jubilosamente.
Además de bravos, erán inmejorables para bueyes por lo que también los preferían parecía que la naturaleza había hecho un derroche un verdadero derroche de sus tesoros. En aquellos lugares donde todo abundaba un toro grande valía mucho en aquella época.
Atraviesa el terreno un arroyo cuyo caudal ha disminuido notablemente lleva el mismo nombre que el terreno y su nacedero, es una bella Laguna llamada Laguna Encantada. La denominan así porque veían en sus aguas cosas de encanto y precisamente al encanto atribuyen las prosperidades de Aquel lugar. Dicen que con frecuencia ve y hace flotar sobre la superficie de la laguna, jicalpextles, jícaras de vivos colores, pletóricos de fragantes rosas, al mismo tiempo que salía del agua una preciosa gallina de oro acompañada de hermosos pollitos, del mismo metal. En ese instante una multitud de aves se acercaban, los pájaros gorjeaban alegremente alrededor de la laguna durante el corto tiempo de la aparición.
Si alguien se aproximaba, los objetos y los pollitos desaparecían instantáneamente absorbidos por una succión de la laguna Encantada. A medianoche se oyó un formidable bramido de un toro Barroso, Toro encantado. En ese momento, todo el ganado se reunió en Llano Grande y después se dirigía a sus corrales para ser ordenado al amanecer. El Toro encantado tenía una enorme cornamenta y causaba, también se oía con frecuencia el alegre relincho de un potro de siete colores, inmediatamente que se escuchaba el relincho, se reunía a él todo el ganado caballar de los terrenos inmediatos, muchas veces los diestros vaqueros trataron de cogerlo pero todo fue inútil, pues el animal corría y saltaba a más no poder y si lo perseguían se arrojaba a la laguna desapareciendo por completo.
Había estricta prohibición de ir a La Laguna y el arroyo los viernes a las 12 del día. Cierta vez dos muchachas del rancho más inmediato la laguna, que se había quedado solas porque sus padres se van todos los días a Llano Grande, donde se construye un ranchito, se fueron al arroyo sin recordar la prohibición. Lo hicieron un día de viernes a las 12:00, pero cuál sería su sorpresa cuando vieron en el agua a un hombre blanco y barbado que tenía sobre él, una rama que colgaba hacia el arroyo una sábana negra, llenas de espanto regresaron corriendo las muchachas y cuando volvieron la cara hacia atrás vieron que venía siguiéndolas, un sacerdote el pánico de ellas fue tanto que no se detuvieron siquiera para cerrar la puerta de la casa. Se fueron a toda carrera al rancho vecino y ahí refirieron al dueño lo que les había acontecido, el señor dijo que habían hecho mal en ir al Arroyo ese día que era viernes y así que consideró que ya pudieron haber vuelto del trabajo los familiares de las jóvenes. Las acompañó hasta la puerta de casa.
Vieron entonces que nada en lo absoluto faltaba en la casa, pero se notó que el desconocido había entrado, pues algunas cosas habían cambiado de lugar. Los familiares de ellas vieron con profunda pena aquella relación y acongojados, se arrodillaron para elevar sus oraciones al cielo, para que los librara del mal. A las 12 de la noche en la fecha de los acontecimientos, se oyó en toda la comarca un fuerte rugido que jamás se había sentido, más tarde se supo que fue producido por el desencantamiento de la laguna, formándose un gigante que de un golpe abrió una gran oquedad en un cerro cercano, ahí se encerró y ahí se haya atormentado continuamente y condenado a prisión por 1000 años por las hadas que Morán en las oscuras montañas de mazahua.
La oquedad se conoce hoy con el nombre de Cueva de Aguascalientes, las lágrimas derramadas por los grandes ojos del gigante, se han filtrado en la montaña y han formado una pequeña corriente de agua termal, lo que se llama Aguascalientes; son bastante conocidas sus propiedades medicinales y en primavera de cada año son visitadas por las personas que padecen de reumatismo y enfermedades de la piel.
Los Rancheros que cada 31 de diciembre a las 12 de la noche se oye un espantoso alarido del gigante pidiendo perdón a las hadas de mazahui. Desde que ocurrió el fenómeno ya no aparecieron los colores floridos de la laguna y la gallina de oro con sus pollitos. Ya no se oyó la algarabía, jamás se volvió a oír el tremendo bramido del Toro Barroso, ni se vieron sus enormes cornamentas, el caballo de siete colores ya no volvió a relinchar, pero lo más grave del caso es que desde aquel desgraciado suceso, la prosperidad de aquella región privilegiada fue disminuyendo con rapidez y todo fue tomando aspecto de agotamiento, muchos de sus frondosos árboles se secan: mameyes, zapotes, guayabas, madres de agua.
Ya no pululan entre sus ramajes, los faroleros guacamayos ni los gigantes monos de larga Cola y de bigotes blondos, el ganado se volvió cimarrón y sólo a tiro de fusil lo cogían, el arroyo que antes no se secaba, únicamente tiene agua en la temporada de lluvia. Cuentan que en el rancho más cercano de la laguna, donde vivían los jóvenes que ocasionaron el desencantamiento, había un mozo misterioso que manejaba el ganado, cual si fuese rebaño de ovejas y generalmente campeaba de noche y se llamaba Juan Pedro.
Hacía 50 años que se había presentado en la que el rancho diciendo que era de Ciudad Real, no tenía más que un tosco violín de madera fina, era de cuerpo bajo de color cetrino, ojos pequeños y apacibles y de pocas palabras. Todas las noches después de su frugal cena, sacaba un tosco violín y tocaba suavemente canturreando décimas, o sones de cantar, como él decía. Otras veces iba de visita a la casa vecina donde le regalaban cigarros olorosos, qué tanto le agradaban, decía que ya tenía 150 años de edad. Después de los acontecimientos relatados Juan Pedro se tornó más silencioso que antes, ya no tocó su tosco instrumento y una tarde lluviosa se fue hacia el Oriente para no regresar nunca.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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