Cultura
Toma de Oaxaca por Morelos e incursión insurgente en el Istmo de Tehuantepec
En 1812, el movimiento de Independencia había alcanzado grandes extensiones del país. El 25 de noviembre, las fuerzas insurgentes del generalísimo Morelos ocupaban la ciudad de Oaxaca, haciéndose dueño de la renombrada ciudad del Valle, rica en el comercio de la grana.
Las autoridades eclesiásticas encabezadas por el obispo Antonio Bergoza y Jordán, el más duro opositor de los insurgentes, quien, en 1810, al referirse a Hidalgo, lo calificaba como “el protoapoderado de satanás y del infierno” al conocer la llegada de Morelos a los Valles Centrales, tuvo tiempo de abandonar la ciudad, haciéndose acompañar de doscientos hombres hasta Tehuantepec, donde lo dejó la tropa para volver a Oaxaca y presentarse a Morelos. Por lo que respecta a las fuerzas eclesiásticas levantada por el obispo, estas cayeron en manos de Matamoros en el convento del Carmen” .
La tercera campaña militar de Morelos iniciada en Cuautla, se cerraba con el mismo éxito sobre los españoles. Con la toma de Oaxaca se garantizaba a los insurgentes proseguir su marcha hacia el Istmo de Tehuantepec, amenazando de esta manera el extremo occidental de Guatemala.
Para el 16 de diciembre de ese año – según carta de Morelos a Rayón – el generalísimo tenia avanzado Villa Alta y Tehuantepec, dirigiendo a esta última, una extensa proclama, en cuyo encabezado se leía: “A los hijos de Tehuantepec”. En ella manifestaba la vital necesidad que había por acabar con el poder que detentaban los españoles, cerrándose la incendiaria proclama con la siguiente frase, escrita de puño y letra del caudillo: “Hijos de Tehuantepec, oíd estas razones que os envía vuestro defensor” firmaba José María Morelos.
Con el obispo Jordán marchó con destino a Tehuantepec el Intendente español, Dr., Antonio María Izquierdo, quien fungía como Presidente de la Junta de Seguridad de la ciudad de Oaxaca y, “que a decir de los insurgentes, por razón de europeo debería de ser secuestrado de sus bienes y por lo malo debería ser pasado por las armas” pues al saber de la llegada de Morelos al Valle, ordenó fuesen fusilados más de trescientos prisioneros existentes en las prisiones “y cuya orden, por su misma barbarie, no fue ejecutada” .
Tras la persecución de éstos, Morelos comisionó al padre Antonio García Cano, teniente coronel insurgente, para que con sus fuerzas marchara a Tehuantepec, “con orden de que si alcazaba al señor obispo lo mandara con las comodidades posibles, pues creían que por enfermo hubiera permanecido en dicho Tehuantepeque”. A su arribo fue enterado de que Jordán había tomado el camino a Guatemala, y que sólo se detuvo en Tonalá para enterrar su fortuna que no volvió a recuperar por habérselo extraído alguien que tuvo noticia oportuna del depósito. De allí pasó a Villahermosa, y de allá a Veracruz; con destino final en la ciudad de México, dándole a su huida el nombre de “Viaje Pastoral”.
En Tehuantepec destituyó Cano a las autoridades españolas de la provincia, dio a conocer el movimiento insurgente nacido en Guanajuato, de la abolición de la esclavitud y del pago tributo hecho por Hidalgo y de la toma de la Ciudad de Oaxaca por Morelos, fijando inmediatamente la proclama que este enviara a “los hijos de Tehuantepec”, exhortando a los tehuantepecanos a incorporarse a sus filas.Morelos2
Como respuesta, se enlistaron quinientos hombres a sus fuerzas, pues creyeron que con ellos reivindicarían sus derechos y propiedades que durante más de dos siglos, principalmente en el anterior y concretamente en la segunda mitad de aquel siglo, habían sido despojados de sus tierras, de sus salinas y, asimismo; porque seguían siendo explotados y vejados por las Alcaldes Mayores. Y como último de sus males, del reclutamiento forzoso mediante la leva.
Ante aquella coyuntura, engrosaron a las filas insurgentes, con el objeto de garantizar el éxito de la campaña del sur, y con él; la recuperación de sus derechos que los españoles les habían quitado. Y su participación no sería sino la continuación de la residencia indígena ante la dominación europea, pues los zapotecas ya habían aportado su contingente de sangre en las dos rebeliones sucedidas en Tehuantepec en los siglos XVII Y XVIII. Siendo de esta manera el teniente coronel Antonio García Cano, “el comandante de los insurgentes de Tehuantepeque”.
Instalado en Tehuantepec, se hizo cargo de la Administración Pública e impartió justicia, enviando periódicamente a Morelos desde aquella Villa, enormes cantidades de zurrones de grana, ricas alhajas y añil, y todo cuanto pudo obtener de aquella plaza zapoteca del Istmo. Para guardar le seguridad de la provincia, envío una pequeña fuerza para establecer en Niltepec, cerca de la raya de Tonalá, un puesto militar insurgente.
María Micaela Frontera, esposa del realista Antonio María Izquierdo, a su paso por Tehuantepec a principios de enero de 1813, informó:
“Al otro día llegué a Tehuantepec, presentándome al oficial Cano con mis pasaportes y cartas, quien me recivió como las recomendaciones le pedían, queriendo me detuviera en la villa, esperando a mi marido, pues sabia que estaba en Tuxtla (…), en el tiempo que estube con el, vi sobre su mesa un apunte de varias cosas, y entre ellas una partida de 130 a 115 tercios de Grana: me enseño un oficio de Morelos que prevenia que realizase todo con la mayor prontitud, y que no se internara mas que de 15 a 20 leguas, porque podia necesitarlo para mediados de este mes: en sus sala podria haver como 200 armas de fuego, sin las de la Guardia, y las que se estaban impartiendo, tres cañones y algunos cajones con municiones: se estaba acopiando porción de bastimento preguntandole á dicho oficial por la fuerza que habaia traido de Oaxaca, me respondió que 500 hombres, y que en la villa habia alistado y armado como otro 500 diciendome que estaba muy satisfecho de aver desempeñado las ordenes de Morelos, pues en tan corto tiempo le habia remitido un cargamento barbaro, de sal, sebo, añil, grana, y alhajas…” .
Como dato importante debemos hacer mención que los insurgentes que incursionaron en el Istmo adoptaron la misma imagen que Hidalgo enarbolara en 1810. Frontaura nos dice que antes de llegar a Tehuantepec en Tequisistlán: “…llegaron como doce hombres preguntando à los justicia por un capitán que le dijeron no había llegado pero que la cordillera había triado carta para el siendo dichos hombres montados y armados, con un estandarte de nuestra Señora de Guadalupe.”
TOMADO DEL LIBRO: «Tehuantepec Insurgente», de Mario Mecott Francisco. Carteles Editores, Oaxaca, 2002, pp 36-40
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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