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Cultura

Mange Toyos. Un sanguinario militar

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Para 1929, la llamada revolución mexicana ya había pasado, sin embargo; esporádicamente salían a atacar a las poblaciones los grupos rebeldes que andaban a salto de mata merodeando la región.

 

Quienes tuvieron la oportunidad de adherirse al plan de Agua Prieta, que encabezaron De la Huerta, Calles y Obregón, quienes derrotaron a Carranza en 1920, obtuvieron reconocimientos, ascensos militares y prebendas que les daba el poder, creando cacicazgos en la población, en su región e inclusive en su estado.
En el Istmo, Heliodoro Charis Castro, en Juchitán y Camilo Flores Olvera en Tehuantepec, se incorporaron al plan de los sonorenses.

Charis se incorporó con todas sus fuerzas al ejercito y tuvo exitosas campañas contra el movimiento cristero en Colima, Jalisco y Querétaro principalmente, alcanzando más tarde el grado de general de brigada. Con esta investidura ocupó cargos políticos como Presidente municipal y diputado por Juchitán y Senador de la República por el estado de Oaxaca.

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Camilo Flores Olvera, se distinguió como laborista a favor de la clase obrera, alcanzó al grado de general. Siendo diputado por Tehuantepec, fue asesinado por “callistas” en la ciudad de México, al salir del recinto legislativo de donceles.
Quien nunca se sometió y se mantuvo rebelde hasta su muerte, fue el tehuano Nicanor Díaz, quien dio dolor de cabeza a las autoridades militares de la región. Falleció de disentería en el monte, siendo sepultado clandestinamente por sus partidarios, quienes siempre se enorgullecieron de su valor y de sus hazañas. Después de su muerte su leyenda cabalgó por los pueblos del Istmo y de Oaxaca.

Y sucedió que en una de sus incursiones en santo Domingo Chihuitán, “Bixhaui”, en marzo de 1929, fueron enteradas las autoridades de San Jerónimo Ixtepec, que Nicanor Díaz merodeaba por aquel lugar. Inmediatamente fue destacada una columna de caballería de soldados federales en su persecución. “Nica”, como le decían a Díaz los tehuanos, igualmente tenia espías y fue puesto en alerta que ya iban tras él.
Nicanor Díaz puso francotiradores en lugares estratégicos del camino real de acceso a Chihuitán, entre espesos follajes de los cerros aledaños. Inmediatamente alejo a sus hombres por caminos extraviados con dirección a las montañas.

Cuando la columna militar tomaba un claro y daba el blanco al rudo rebelde quien ya ansiaba su arribo, un estruendoso disparo hirió el silencio del lugar. Un militar caía del caballo para no levantarse jamás, ¡Era el jefe de aquella expedición!
Al unísono los solados soltaron sus riendas y se parapetaron para la defensa, pero de aquel certero francotirador no supieron nada, ya se había incorporado a los rebeldes, perdiéndose después por las montañas.
Inmediatamente fue enterado el general Alejandro Mange Toyos, Jefe de la Zona Militar de San Jerónimo de aquella baja de su fuerza, ahora había que buscar inocentes para desahogar su furia, su coraje, su venganza.

Sin analizar la situación, destacó a un grueso de soldados con la orden de aprehender a todo varón chihuiteco y concentrarlo en el cuartel.
La polvorosa marcha de militares tomó nuevamente al poniente de la población y enfiló con dirección a Chihuitán. El apresurado movimiento denunciaba la sed de venganza de aquella caballería, y antes de llegar al lugar, gritos de alerta hicieron huir a sus pacíficos habitantes que nada debían ni sabían de lo ocurrido, como igualmente había sucedido en Tehuantepec en 1919.

Familias enteras se encerraron en sus humildes hogares desconcertados, llenos de pánico. Los soldados de Mange comenzaron a buscar palmo a palmo en la población e inclusive, en el templo del Señor de Chihuitán.
Fueron detenidos más de treinta varones que encontraron en el pueblo y en el camino, quienes no sabían del suceso, fueron golpeados y vejados, posteriormente trasladados a San Jerónimo. Madres, hermanas y esposas con llanto pedían su libertad. Entre los detenidos iban algunos niños de 11 a 15 años de edad.
¡Regresen a nuestros hijos! ¡Por qué se llevan a mi esposo! ¡Mi padre es inocente! Eran los gritos lastimeros de aquellas mujeres chihuitecas.
Cual soldados Nazi, así se los llevaron. El pueblo se trasladó a San Jerónimo y buscaron a personas honorables, respetables, para que intercedieran por sus paisanos ante Mange y detener aquella infamia.
Mange no cedió, mantuvo en todo momento su duro corazón, Mange fue indomable.
Entonces ordeno el holocausto de los más de treinta chihuitecos quienes fueron llevados al paredón en el panteón San Jerónimo. La descarga de fusilería cegó al instante la vida de aquellos infelices que con su sangre anegaron aquellas tierras que se tiñeron de grana. Cayeron víctimas del odio, del coraje, de la frustración, de un maldito fuereño llamado Alejandro Mange Toyos, un sanguinario militar.
No se sabe cuál fue su fin, pero Dios que siempre es bondadoso y justiciero, le habrá reservado un castigo divino.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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