Cultura
BIYÉ’ O XANDU’ EN JUCHITÁN
Biyé’ o Xandu’ es la fiesta a los muertos que, en Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, se realiza en el domicilio de las familias, no en el panteón como sucede en otras culturas, en los días 30 y 31 de octubre. Si la persona muerta es reciente, de un año o dos, pero no menos de seis meses, se le hace su biyé’ o xandu’ yaa (primera celebración del finado) o biropa (segunda celebración), según el caso.
Los orígenes de esta tradición son anteriores a la llegada de los españoles y se conmemoraba entre los nahuas en el noveno mes del calendario solar mexicano, iniciando en agosto y celebrándose durante todo el mes, entre los binnizá (zapotecos), según Francisco de Burgoa, se celebraba “en el duodécimo de su cómputo, de diez y ocho meses que dan al año empezando de doce de marzo”. La que actualmente se celebra en Juchitán es una mezcla de las religiones prehispánicas y la católica, dado que para los cristianos esta festividad comienza el 1 de noviembre, Todos los Santos, y termina el día siguiente, 2, día de Los fieles difuntos o Día de Muertos. De aquí el vocablo Xandu’, que es un hispanismo en el idioma zapoteco, que significa Santo o Todos los Santos.
La celebración a los muertos en Juchitán, entonces, se conoce como Xandu’ o Biyé’ o Biguié’, aunque los binnizá de ahora llaman Biyé’ o beedxe’ biyé’ al retablo de flores, frutas y panes que preside los altares en esta época, que consiste en un armazón cuadrado de pencas resistentes, que se forra de flores de guie’daana’-cordoncillo y guie’ biguá-cempasúchil, rematado con una cruz hecha con flores Cresta de gallo.
Biyé’, según Wilfredo C. Cruz, es el calendario religioso de 260 días, que servía a los binnizá para computar los días benéficos y funestos, para indicar agüeros, para seguir su vida económica, civil y religiosa; y que su significado es: lo que forma el día, la matriz del tiempo, el tiempo mismo, la duración del tiempo.
Por la creencia de que en estos días llegan las almas de los muertos, tal como fueron en vida, a visitar a sus familiares vivos, los juchitecos erigen en su domicilio el biguié’ autóctono o el altar cristiano. Este altar católico consiste en una grada de madera de siete o nueve escalones corridos, adornado de manera exuberante con frutas, panes, flores y otros alimentos. El biyé’ autóctono es un arreglo más sencillo pero no menos espléndido y vistoso, que usa cuatro plantas grandes cargadas de plátano, que se colocan frente a la Mesa de los santos, en medio de este platanar se coloca un petate rebosante de frutas, panes y flores, custodiado por cuatro cirios; y en el exterior de la casa se adorna con plantas de caña y plantillas de plátano.
Cuando el finad@ es niñ@ o solter@ y su muerte es reciente, de un año o dos, se le ofrenda el biyé’ o xandu’ yaa o xandu’ guiropa, según el caso, y sus rezos o novenarios, inician el 22 de Octubre para terminar el 30; pero si el finado es adult@, los rezos inician el 23 y culminan el 31. El 30 o el 31 de Octubre, según si el finad@ es niñ@, solter@ o adult@, tiene lugar, desde temprana hora, en la casa de los deudos, la colocación y arreglo del biyé’ o del altar; si es biyé’, se adorna la casa con arcos de hojas de palmera, tallos de caña y plantas y plantillas de plátano, el cuadro enflorado (biyé’) preside, luego se colma todo con frutas, panes, flores, platos de comida y de dulces, bebidas como una taza de chocolate, una botella de mezcal o de cerveza, cigarros, etc.
Mientras los hombres se afanan por colocar y arreglar la ofrenda (gugaandaca’ biyé), las mujeres trabajan con empeño para preparar tamales y café, alimentos que los familiares de la casa ofrecerán a los visitantes de sus altares, pues estos acostumbran hacer sus visitas por la tarde o noche, contribuyendo con una pequeña limosna a cambio de un cigarro y de una taza de café con uno o dos tamales.
Terminadas las labores de colocación y arreglo de la ofrenda, esto es como a medio día, se truenan cohetes, inicia el último rezo, y la familia se apresta a hacer guardia junto a la ofrenda para recibir las visitas.
El día 2 de Noviembre se levanta la ofrenda, se llevan las flores al panteón, y se reparten los alimentos a los vecinos y familiares.
Así transcurre el Xandu’ o biyé’ en Juchitán, tradición motivada por la devoción que los Binnizá profesan a sus muertos (binnibá’) y seguramente a sus dioses Bisilú- Dios de la muerte y Guzanado’-Dios de la vida, a quienes rogaban, según Burgoa: “les ayudase, diesen salud y a toda su familia y les alcanzasen buenos temporales y cosechas de sus frutos con todas las demandas para sus necesidades y puestos los dueños de la casa de cuclillas, bajos los ojos al suelo y cruzada las manos, delante de la ofrenda con estas peticiones, pasaban toda la noche en vigilia, sin levantar el rostro, porque decían que si cuando llegaban a comer los difuntos, los miraban se corrían y afrentaban y pedían áspero castigo, para el que los miró, y por la mañana se festejaban todos muy alegres dándose muchas gracias del buen suceso, de no haber ofendido a sus muertos con la vista y toda la comida sin probarla, salían a buscar pobres o forasteros a quienes repartirla y si no los había la arrojaban en lugares ocultos, porque era para ellos bendita ya, y sagrada y que habiéndola dado una vez a los difuntos, era pecado volverla a recibir”
Beuu bichí’, iza 2014.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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